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Historia de un pueblo cualquiera

Tema en 'Prosa: Sociopolíticos' comenzado por Kwisatz, 26 de Marzo de 2016. Respuestas: 2 | Visitas: 989

  1. Kwisatz

    Kwisatz Poeta recién llegado

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    HISTORIA DE UN PUEBLO CUALQUIERA​

    En un tiempo en el que el hombre aún era extraño a la Tierra que lo vio nacer, antes de las primeras civilizaciones y de la escritura, una familia errante llegó a unas fértiles tierras y decidió establecerse allí.

    Con rudimentarias herramientas de piedra y madera construyeron un refugio que los protegió de la intemperie.

    Los primeros habitantes de aquel hogar vivían de la recolección de frutos silvestres y de la caza ocasional, pero con el tiempo aprendieron los secretos de la pesca practicando con palos afilados en el río próximo a ellos que les daba de beber.

    De largos periodos de observación y un incuestionable ingenio les fue revelado el secreto de la vida latente en las semillas de las plantas y aprendieron a cultivar los campos. Poco a poco fueron mejorando su técnica hasta que la recolección de frutos se convirtió en una actividad meramente complementaria ahora que podían hacer crecer su sustento en los terrenos circundantes.

    Aquella familia primigenia prosperó y se multiplicó, y donde antes había un simple refugio ahora eran cuatro chozas.

    Un día, de improviso, llegaron a esas tierras una nueva familia errante, pero al contrario que los primeros colonos, esta tenía la particularidad de venir acompañada por unos animales cornudos y de pezuñas hendidas que caminaban junto a ellos.

    Fueron recibidos con curiosidad y recelo por los habitantes junto al río. Pero al final la curiosidad venció al miedo y, aunque no poseían lengua común con la que comunicarse, a través de signos y dibujos en el suelo les comunicaron su intención de establecerse allí.

    En aquellos días el mundo estaba despoblado y había tierras de sobra para todos, así que no se opusieron a los nuevos vecinos.

    Como muestra de buena fe la nueva familia sacrificó una res para sellar el acuerdo y todos se alimentaron de ella junto al fuego.

    Eventualmente empezaron a convivir juntas y con el tiempo llegaron a compartir linaje. Realizaban intercambios puntuales de víveres y aprendieron mutuamente unos de otros a través de un lenguaje básico de su invención que crearon por consenso y facilitaba la comunicación.

    Pero esta no fue la última familia que llegó allí. Conforme transcurrían las estaciones nuevos inquilinos arribaron. Algunos de ellos capaces de criar aves incapaces de volar como sus parientes silvestres, de sabrosa carne y ponedoras de nutritivos huevos.

    Así pues, lo que antes era vecindad acabó convirtiéndose en una próspera comunidad. Y fruto de la cooperación de sus habitantes empezaron a surgir los primeros artesanos capaces de crear con sus manos y su ingenio nuevos utensilios hechos de madera, barro, hueso y piedra que facilitaron la vida a todos.

    Por desgracia no todos los forasteros tenían buenas intenciones. No fueron pocos los grupos de hombres salvajes que saquearon la incipiente aldea e incluso mataron a alguno de sus habitantes cuando se resistió al pillaje.

    Fue entonces cuando la comunidad decidió levantar empalizadas y que los hombres más sanos y fuertes de cada familia se organizaran para vigilar y proteger al resto de habitantes.

    Pero los bandidos, los fenómenos naturales y las malas cosechas no eran los únicos males que aquejaban a los miembros de la aldea. Inexplicablemente caían enfermos y se debilitaban, llegando a morir algunos. Era un fenómeno desconcertante y desolador.

    Una noche, una de las mujeres jóvenes de la aldea cayó enferma aquejada de altas fiebres y dolores. Un misterioso hombre, más anciano que muchos de los aldeanos, apareció en las puertas de la aldea buscando refugio. Al oír los quejidos de la joven, ignorando el alto del vigilante, se dirigió a la cabaña que la albergaba. Dentro estaban los familiares alrededor velándola con la preocupación marcada en el rostro. El anciano se aproximó al corro y pese a que fue recibido con sorpresa y alarma, de algún modo consiguió hacerse hueco y examinar a la enferma.

    Tras hacerlo, desplegó una de las pieles que llevaba consigo y tomó de ella unas plantas secas que puso a calentar en agua. Tan desesperada estaba la familia de la joven, que se temía lo peor, que le dejaron hacer sin que nadie lo molestara. Luego hizo beber a la chica la bebida al tiempo que murmuraba palabras incomprensibles para los presentes.

    Sucedió que, al llegar el alba, la muchacha mejoró ostensiblemente su estado y al cabo de unos pocos días recobró de nuevo la salud. Tal maravilla fue recibida como un milagro y todos los integrantes de la aldea sin excepción le suplicaron que se quedara entre ellos. El anciano aceptó y se convirtió en el curandero de la aldea.

    Tan pronto aprendió la lengua de los aldeanos les habló de un ser superior que lo había iluminado con el don de curar, y aunque las hierbas ayudaban, sin el favor de tal dios la sanación no era posible.

    Y fue así como la aldea empezó a rendir culto al dios del curandero para ganar su favor.

    Pasado el tiempo llegaron nuevos forasteros provenientes de las tierras altas. Éstas eran tierras frías, duras y poco fértiles, y muchos aldeanos que las habían conocido las despreciaban por inhóspitas. Pero dichos visitantes llevaban consigo un material maravilloso, capaz de cortar como nada que hubieran visto antes la madera y la piel, y estaban dispuestos a intercambiarlos por alimentos.

    Los aldeanos aceptaron el intercambio y así se estableció una ruta comercial que llevó prosperidad a las dos comunidades.

    Así continuó hasta que un desgraciado incidente resquebrajó las relaciones entre ambos pueblos. Resultó que la gente de las colinas empezó a emplear guardianes que protegían los cargamentos de metal que enviaban a la aldea del río de posibles asaltantes.

    Uno de estos guardianes se enamoró de una joven de la aldea a la cual también pretendía el guerrero más respetado de la misma.

    Los dos pretendientes dirimieron la contienda en un combate que acabó perdiendo el guerrero de la aldea debido a que el guardián de las tierras altas utilizó un arma novedosa hecha de metal que inutilizó su lanza de madera y lo dejó indefenso.

    Por fortuna, la lucha se detuvo a tiempo y no hubo que lamentar muertes. La disputa se resolvió tensa pero pacíficamente y la muchacha se marchó con el guardián de las tierras altas. Pero el daño ya estaba hecho.

    Humillado y lleno de rencor, el líder de los guerreros se reunió con el hombre más anciano y el chamán. Juntos constituían entonces la cúpula de gobierno en la aldea.

    Intentando ocultar sus verdaderas motivaciones, el joven guerrero arguyó que las nuevas armas de los hombres de las tierras altas ponían en peligro la seguridad de la aldea porque les concedía una ventaja en la lucha y nada garantizaba que algún día utilizaran dichas armas para conquistarlos y someterlos. Según él, antes de que fuera demasiado tarde, debían tomar la iniciativa y proceder ellos a la conquista.

    El hombre anciano, que era sabio, intentó aplacar los temores del guerrero argumentando que el pueblo de las tierras altas necesitaba de sus víveres para sobrevivir dado que desconocían los secretos de la agricultura, la pesca y la ganadería, y que por tanto no los atacarían porque de otro modo pondrían fin a la relación comercial que tanto bien les había proporcionado.

    El chamán, sucesor y discípulo del primer curandero del pueblo, permaneció todo el tiempo en silencio, y acabó finalmente concediendo la razón al anciano del pueblo. Sin embargo, una vez desconvocado el consejo, se reunió con el guerrero para comunicarle que compartía sus inquietudes.

    El chamán había oído rumores de que en las tierras altas se profesaba culto a un dios distinto al suyo, y eso para él era inadmisible. También era consciente de que el dominio militar le permitiría instaurar de forma hegemónica la única y verdadera fe que él representaba.

    Así pues juntos, el líder de los guerreros y el chamán, conspiraron para envenenar al anciano del pueblo y así crear un vacío de poder del que se aprovecharían para hacer campaña a favor de la guerra contra la gente de las tierras altas.

    El líder de los guerreros infundió el miedo entre los aldeanos a ser sometidos por el bárbaro pueblo de las tierras altas. Por su parte el chamán hizo campaña advirtiéndoles de que dios había hablado con él y le había revelado que los corazones de los infieles de las tierras altas eran impuros y su deber era redimirlos puesto que de otro modo perderían el favor divino.

    Atemorizados por sus líderes, los aldeanos reforzaron sus defensas e interrumpieron el tráfico comercial con la gente de las tierras altas.

    Tras este drástico cambio de actitud, la gente de las tierras altas se sintió dolida y desconcertada e intentaron hacer las paces con la gente del valle junto al río. Pero tras reiteradas negativas y desprecios a su buena fe, unido a los problemas que estaba ocasionando la carestía de alimentos, decidieron que no había otra solución que declarar la guerra.

    De este modo comenzó un cruento conflicto que atrajo la desgracia y el dolor a ambos pueblos. Al principio pareció que los hombres de las tierras altas se alzarían victoriosos, pero la victoria final se les resistía, y finalmente fueron derrotados tras una larga y dolorosa guerra de desgaste que empobreció a los dos bandos.

    Irónicamente, el líder de los guerreros de la aldea junto al río que impulsó las hostilidades, acabó muriendo en una de las numerosas escaramuzas que se sucedieron y no pudo disfrutar su venganza.

    No así el chamán, que astutamente supo mantenerse al margen de todas las situaciones peligrosas y acabó convirtiéndose en el líder espiritual de ambos pueblos.

    Tras épocas difíciles, se consiguió restaurar todas las pérdidas materiales que había ocasionado la guerra. Sin embargo no sucedió lo mismo en lo concerniente a la relación entre ambos pueblos. Desde entonces la gente de las tierras altas mira con rencor a los habitantes del valle junto al río, y estos a su vez miran con recelo y desdén a los vencidos y no les permiten establecerse más allá de la empalizada por miedo a una eventual venganza.

    Esta triste historia se repitió a lo largo del devenir de los tiempos y fue causa del nacimiento y muerte de naciones e imperios sembrando la discordia entre los hombres que olvidaron ser hermanos.​
     
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  2. dragon_ecu

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    #2
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  3. Kwisatz

    Kwisatz Poeta recién llegado

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    Me alegra que te gustara dragon_ecu. Un saludo.
     
    #3

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