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Historias de un vagabundo azul

Tema en 'Poemas Generales' comenzado por Jose Anibal Ortiz Lozada, 4 de Octubre de 2024. Respuestas: 0 | Visitas: 91

  1. Jose Anibal Ortiz Lozada

    Jose Anibal Ortiz Lozada Poeta adicto al portal

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    6 de Mayo de 2024
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    Género:
    Hombre
    Por las calles de polvo y de cielo,
    con la frente besada por el viento,
    anda el poeta, vagabundo y suelto,
    pintando sueños de su descontento.

    Sus pasos cansados cuentan historias,
    de amores perdidos, de sombras rotas,
    y en su mirada, fuego de memorias,
    se alza un suspiro en noches remotas.

    Con el tacto descubre los silencios,
    las grietas de los muros lo estremecen,
    siente el frío de los días densos,
    y la piedra que al alma lo enriquece.

    El azul, su sombra, fiel compañero,
    testigo de sus penas y alegrías,
    se tiñe de anhelo cuando en enero
    la luna lo abraza en noches frías.

    Escribe en la piel de cada rincón,
    con el sudor del tiempo en la frente,
    y en las paredes de su corazón,
    guarda recuerdos que vuelan, ausentes.

    Deambula entre gente que no lo ve,
    un fantasma errante con nombre viejo,
    y mientras susurran la luna y el pie,
    él deja versos que suenan de lejos.

    El sabor del polvo llena su boca,
    su lengua de viento es su armadura,
    la amargura del hambre lo convoca,
    a buscar el verso en cada fisura.

    La ciudad, su amante indiferente,
    lo cobija sin darle promesas,
    y aunque el frío lo llame insolente,
    el poeta no teme a sus tristezas.

    Oye en las grietas murmullos profundos,
    voces que el viento arrastra sin tregua,
    y entre el bullicio de los segundos,
    él plasma su historia en cada legua.

    Los olores de los días gastados,
    el perfume de la lluvia en la acera,
    le traen recuerdos mal dibujados,
    que él borra en el humo de la hoguera.

    Y cuando el sol se viste de naranja,
    el vagabundo azul sigue su ruta,
    recogiendo penas que nadie encaja,
    en un cuaderno sin fin y sin prisa.

    El rojo de la tarde lo acompaña,
    y mientras el cielo pierde su brillo,
    el poeta sueña con la montaña,
    donde duerme el eco de un sencillo.

    Mira las estrellas, tantas, tan frías,
    y en sus pupilas azules caben todas,
    como notas que en el viento ardían
    dejando huellas en las viejas modas.

    El azul, su bandera y su destino,
    se enreda en los tejados olvidados,
    y su verso, tierno y peregrino,
    se vuelve canto en labios cerrados.

    El frío le quema la piel desnuda,
    pero nunca su verso, que es eterno,
    y aunque el viento le cante sin ayuda,
    el vagabundo azul se hace invierno.

    Por cada esquina deja una estrofa,
    en cada grieta, una historia de fuego,
    y aunque el cuerpo se quiebre en la derrota,
    su alma sigue libre como el ego.

    El dolor de la calle se hace arte,
    la soledad lo llena de ternura,
    y aunque parezca que solo reparte
    dolor, su voz es la paz más pura.

    En la última esquina se despide,
    su cuaderno lleno de promesas,
    y el vagabundo azul solo pide
    que el viento lleve sus mil certezas.

    Y así camina, verso en la piel,
    sin más compañía que el cielo claro,
    escribiendo en la vida su papel,
    un vagabundo azul, libre y raro.
     
    #1

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