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HOJARASCA y VERDE AVENA

Tema en 'Poemas Generales' comenzado por Ricardo Alvarez, 20 de Noviembre de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 325

  1. Ricardo Alvarez

    Ricardo Alvarez Poeta que considera el portal su segunda casa

    Se incorporó:
    6 de Diciembre de 2010
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    Después de los golpes y el terremoto,
    los huesos rotos en sacudida,
    fue el desgarro de tendones en la frontera
    de la Pampa nuestra. La Pampa arrasada, y
    el sur desolado donde la espina salvaje del civilizado
    chorreó la gota roja de los ríos arteros,
    donde el Rankul se bañaba.

    El viento olvidó el soplo ante la capucha y
    el antifaz de la blanca rosa goteó su secreto de lágrima.
    Antes de la soberbia llegó el ojo mísero,
    se partió el cuello al cisne envilecido
    en la cobriza mano guerrera del Patagón.
    Subió del océano el tesoro de la codicia pirata.
    Del reino idólatra poderoso se abrió la hoz y la guadaña.
    De tanto exprimir el suero, el llanto asfixiado
    consumió su pólvora en el lago del desahogo.

    Se fracturó la cultura Tehuelche,
    el ojo ávido del Guaraní se secó.
    La tierra se cegó de pluma y de hierba
    El Ona se hundió en el abismo de la ciénaga
    con su inmenso pié descalzo.
    Del sembrado del Quechua quedó solo rastrojo.
    la mazamorra se hizo con agua turbia y
    el chipá sabia a sal de mar muerto.
    El caballo del Wichi fue codicia del pillaje,
    el azotado desierto inundado de silencio.
    De la escalera norteña del Toba quedó solo un peldaño.
    Entre la cordillera y el mar,
    el cóndor andino se congeló de humedad.

    ¡ No se pudo hacer nada ¡
    Cuándo la flecha del destino -vestido de blanco-
    armó su arpón de punta, clavando la sangre del lenguaje,
    el idioma se anegó en el barro teñido de rojos glóbulos..
    La ancha vena del corazón sacudió en temblor,
    la sesera explotó repartiendo desparramadas neuronas.

    En el desierto llameante de Roca y su campaña
    se quemó la raíz del árbol nonato
    por la imperial orden del ferrocarril.
    la salvaje hermosura indígena se quedó sin ojotas, y
    del camino ritual del indio caminando sobre las brasas
    sólo quedó la ceniza del ascua apagada.
    Cuando vi la hojarasca,
    no como osamenta inútil del árbol despojado.
    sino como fuego de una pira,
    una hoguera que encendió el cubículo de mis ojos.
    la ancha vena de la ira se estremeció...
    Entre las cruces del hombre elegí la de la memoria,
    para que el trueno y el agua no la borren del planeta.
    Puse al fuego a la soberbia
    - no al soberbio-
    Arrojó pestilentes pesares ocultos
    bajo la piedra de los dolores humanos
    y la tierra de los osarios gimiendo en la cisterna
    donde se revuelcan los gemidos no escuchados
    del hombre dormido y en vela,
    bajo la gleba de la tierra, desde el tiempo de antaño.
    de la época del fuego con la piedra,
    donde anduvo el venado tierno
    con los ojos del trigo dorados,
    y la sombra del prado como testigo de la historia.
    En el estambre verde, entre la hoja de la avena.


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