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Ignis Fatuus

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Gabriel.Cubero, 23 de Diciembre de 2019. Respuestas: 0 | Visitas: 440

  1. Gabriel.Cubero

    Gabriel.Cubero Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    23 de Diciembre de 2019
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    Hombre
    Escribo esto como mi último testamento o eso es lo que me temo… lo dejo a quien sea que lo encuentre si es que llega a hacerlo, verdaderamente ya no me importa. Tampoco me importa explicar quién soy o quién fui en vida, pues de poco vale hacerlo ya que nunca fui alguien, solo fui un tonto perdedor que ahora no tiene nada más que morir. Lo que me interesa narrar es lo que me ha estado pasando desde que me perdí en este oscuro y singular bosque y digo oscuro porque de día poco es el sol y de noche completa es la oscuridad.
    Caminaba yo sin rumbo, errante por los caminos que no van Roma cuando caí extraviado, pronto anocheció y no sabía qué hacer. Fue cuando a lo lejos, en el horizonte, vi una luz, mas no cualquier luz ya que no era amarilla como las candelas si no de algún tipo de avellana. No era una luz normal, no solo por su singular color, la luz además era mágica pues ejercía una poderosa atracción en mí, me llamaba por mi nombre y me invitaba a seguirla, a caminar tras ella, sin otro rumbo más que alcanzarla y tal como un estúpido lo haría la seguí.
    La seguí durante días y noches, entre tormentas y aquilones, días soleados y otros nevados. No sé por cuánto tiempo la he seguido pero nunca he logrado alcanzarla, siempre se aleja de mí, se marcha y me abandona. Por más que me acerque ella se aleja, por más que la siga ella no me espera. Y no puedo detenerme, simplemente no puedo parar de caminar, pues es ella es única. Sería lo mismo que seguir al sol o a la luna, por más bellos que sean nadie, ni el más loco lo haría, pero esta llama avellana es más que el sol o la luna, su belleza los opaca, los humilla y siempre logra el cegarme, por más que haya días en los que no brille con el mismo fervor, con la misma intensidad, aunque haya días que no emita el mismo calor, el mismo amor, siempre pero siempre me deja mudo y ciego. La veo surgir en la más absoluta oscuridad y alumbra mi noche, alumbra mi mundo, ilumina mi vida y mi camino y aunque siempre distante, alejándose impía de mí, nunca dejaré de seguirla pues he llegado a amarla, a adorarla, a añorar el día en que pueda alcanzarla y finalmente sentir su máximo calor, su amor. Calor que sienten otros seres de los cuales no se aleja, amor que reciben grandes señores del otro mundo, faraones del valle de Los Reyes, esto pues la luz que persigo, me temo que es un Fuego Fatuo. Un siniestro Fuego Fatuo.
    Aquí viene lo extraño, pues, de siniestro no tiene nada, es una llama pura, con voz propia que clama por mi nombre, me llama, me mira con su color avellana y me hipnotiza, me convierte en una serpiente y se convierte a sí misma en flautista, tocando la melodía de la vida, la armonía del destino y los acordes del amor, guiando mi camino por el bosque, alejándose de mí. No logro entender qué la hace alejarse… ¿por qué no me espera? ¿Por qué no me aguarda? ¿Por qué intenta dejarme solo en este mundo oscuro lleno de tinieblas, donde su luz es mi único faro, mi única estrella.
    Ayer justo ayer, la vi de cerca. Me aproximé lo suficiente, ella estaba en el centro del lago, bailando el vals más hermoso que jamás había sido bailado compuesto, tocado por búlgaros con la suprema sabiduría bizantina. Danzaba al ritmo de la vida, emitiendo su luz a todos los rincones, luz de luceros, faro de la sabiduría, de la belleza, del amor, de la pureza, de todo cuanto el hombre es capaz no de imaginar sino de soñar.
    Debo aceptar que tengo miedo, pues una vieja leyenda Celta cuenta que estos fuegos pierden a los hombres, los conducen a un acantilado, se esfuman y dejan a los pobres diablos en la más suprema oscuridad ante el abismo. Si esto llegara a pasarme y mi amada luz me dejase solo ante el abismo, no duraría en lanzarme. La angustia del abismo no supera a mi deseo de alcanzar a mi amada. Daría el salto de fe al abismo con tal de abrazar la llama, de ser uno con ella, de consagrarme en algo mucho más grande que yo, en ser parte de esa luz, es vagar por el mundo sin otro rumbo que no sea el estar junto a ella. Y es que suena a que he perdido la cabeza, que me he enamorado de una luz avellana cuando debería de hacerlo de una mujer, déjenme contarles que cuando la vi en el lago, esta llama tenía la forma de la mujer más bella que jamás he visto, libre como solo ella puede ser, hermosa como solo Dios puede hacer las cosas, mágica, maravillosa, compleja, única, estrella de estrellas, princesa de la eterna noche, luz de esperanza, esencia de vida y chispa de corazones. Me pregunto siempre qué habrá sido de mí, si hubiese sido yo ciego, si no fuere capaz de observar a tan hermoso lucero… a tan hermosa luz… fue en este punto en el que me di cuenta que todo el tiempo que viví antes de verla, no fui más que un ciego, que creía que tenía vista, que podía ver a diestra y siniestra, pero fue en realidad hasta que ella apareció frente a mis ojos que en verdad comencé a ver, porque antes de ella, con excepción del Señor, nada merece llamarse visto. Oh dulce llama aguárdame entre tus brazos, únete a mí en un abrazo que nunca termine, dame el soplo divino de lo que merece ser llamado vida.
     
    #1
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