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Tema en 'Poesía Surrealista' comenzado por Sameew, 27 de Diciembre de 2009. Respuestas: 0 | Visitas: 593

  1. Sameew

    Sameew Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    27 de Diciembre de 2009
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    [En prosa C: y creo que este es el subforo más adecuado, pero no estoy segura]

    No fue coincidencia que se encontraran al atardecer las luces de la imaginación espontánea, de las que dicen palabras sueltas para quitar sentidos y evocar sensaciones, como el viejo simbolismo. Pero esto es la nada, no absoluta pues el todo no existe, es parcial como los jueces de la vida en general, como quienes emiten opiniones haciéndolas pasar por la más prístina razón, por la voz de su propio dios. No fue coincidencia que yo me sentara en esta silla, a esta hora, en este día, justo después de levantar mi cuerpo cansado del sillón. La vagancia que se acumula en los finales de cada año se paró en un momento y con ella, yo también. Llego hasta acá. Tiene que pasar un año para que se me deje de ignorar, para bailar conmigo y todo eso. O
    AL
    REVÉS
    SÉVER LA

    Yo busqué la sinestesia pero sólo encontré personificación. Entonces me convertí en un número (tres tres tres), en una figura como un cuadrilátero circular, en una melodía corta: mi réquiem; en animales exóticos, y todo eso, todo eso.
    Yo creía tener la verdad.
    No fue coincidencia que las nubes de las seis cubrieran el cielo para gritar mi nombre, todos mis nombres. Eran una caricia delicada como yo, y me consolaban las nubes, me consolaban porque donde supuse ver equilibrio no había nada, porque no se suman peras con manzanas.
    La incoherencia no es inconsistencia, y lejos quedaron los días en que esperaba una semana para cinco minutos de agujas.
    La distorsión ahora se me muestra como una verdadera desviación de mi Esprit. ¿Qué estaba buscando, mes amis?
    ¿Vómitos en un baño sucio?
    ¿Intentos sutiles de violaciones?
    No: buscaba perder la conciencia, buscaba el valor de la desinhibición,
    TAL Y COMO TODOS.
    No tengo una sonrisa sincera sin soma.
    Seguiré ahogando mariposas en mis capilares hasta que me de un infarto, seguiré rascándome la cabeza hasta causarme un aneurisma cerebral: de esos que cantan love you so much it makes me sick incluso ahora que sólo siento asco.
    La evolución es real.
    Más real de lo que a todos nos gustaría.
    Dos años pasaron aniquilándome y yo recibí cada día con los brazos abiertos pero cada vez con la cara más y más amarga. El frío entumeció mis órganos después del miedo, y yo excreté toda pasión humana para con el ciclo básico de la vida, el instinto más esencial de trascendencia. Tanto así que empecé a soñar con cuchillos y con volar.
    Los vidrios sucios son así por estar fuera del alcance de los paños mojados, de la gente obsesivo-compulsiva. No se suma a mi extensa lista de manías el limpiar. No soy de esas.
    Debería dejar de ser auto-referente, mi idiotez puede causar arcadas, lo sé.
    No fue coincidencia converger las desgracias en puntos fijos, toda la miseria suele venir concentrada para esparcirse como sea menos conveniente. No querían abrir sus ojos hasta que les apuñalaron con la daga del despertar, ahora saben que son, que existen, como nunca debió ser. Y no iban a consumar con el ron bajo la luna oculta por los árboles, sobre la mesa sucia y vieja; tampoco frente a la vista amistosa de las tentaciones orgiásticas de amigos que surgieron del aire como surgen las brisas. No iban a caminar por las calles como amigos porque la relación se tensó, y cuando hay tensión y hay hormonas, hay quiebres sicóticos, hay gritos desesperados, se rompen las sillas y se llora en la cuneta o en los baños. ¿Cómo no estar ansioso? Dos años entre desconocimiento y amistad esporádica. Dos años entre imaginación y realidad. Entre cuatro décadas y dos siglos.
    Yo quiero un anillo, quiero un amigo, quiero regresar.
    Dos años entre la simpleza no reconocida y el temor a avanzar, ¿qué vamos a hacer? Escribir sin pensar.
    Tener lástima honesta y ofrecer abrazos a quien los quiera, pero nada más. Vamos a evadir, a soñar. Eso íbamos a hacer hasta que nos dimos cuenta de que hacerlo sólo perjudicaba más y más y más y más y más. Perder la esperanza era libertad.
    De esas noches fantásticas llenas de brindis y amor, las mañanas llamaban a la auto-destrucción, y todavía…
    Cada día era pedir NO MÁS. No hay un tú que me haga sentir días perfectos. Nadie que me sostenga, nadie que me saque de mí mismo, nadie que me haga olvidar… y nos ahogamos en alcohol para asfixiar la soledad que nunca es de verdad pero que está tatuada en cada acción.
    Nosotras las acabadas, las revolucionarias, somos las que se usan y se tiran.
    No sabemos (no sé) actuar ni reaccionar: por eso estamos (estoy) tiradas en el piso, gimoteando como infantes hasta escupir nuestros pulmones.
    Yo quería que me buscaran.
    No niego nada, sólo respondo a mis necesidades de forma tal que siempre quiero más y más y más, como cualquier humano que no sabe ni entiende ni quiere querer ni dice nada ni ve nada porque solamente imagina y ve las cosas bajo lentes de manufactura personal.
    El Esprit no quiere más, él no es absurdo.
    No es una necia ilusa que sube y baja cual gota de agua.
    Tampoco se miente a si mismo con el no-me-importa ni con el lo-superé, él es consecuente y se expresa libremente en donde está confinado, y a veces quiere salir. Luego se me duerme la cara, la espalda, los brazos y las piernas; veo doble y tembloroso como si mis ojos llamasen a todas mis fobias condicionadas. Yo me dejo.
    Como no me volveré a entregar, soy más fácil que respirar pero reitero: no siento pasión sin sentir antes repulsión.
    Me inventaré de nuevo.
    Mediré mejor algunas cosas, quizá, porque no comprendo a la gente aun cuando yo soy muy gente, muy persona.
    Hay una línea quebrada por ahí, LO SÉ.
    Yo creo que seguiré esperando que me dediquen un suspiro, una sonrisa y una canción.
    Pero nada más.
    No, está bien, esas faltas de juicio me corresponden a mí.
    Al resto van el acoso embriagado.
    Me volví a perder, vuelvo a empezar.
    No fue coincidencia que por la noche ocurrieran las más enfermas confesiones y las más desquiciadas alucinaciones, de aquellas que se vuelven a mencionar sólo en las mismas condiciones. No fue coincidencia que todo estuviera relacionado, pero sí fue un sutil azar que tal día a tal hora yo estuviera ahí con polarización positiva sin tener la menor idea en qué camino estaba entrando.
     
    #1

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