Ingravidez

Mi luz estriba en tu pensamiento,
no sé de dónde sacar tu aliento,
no sé no pensar en ti,
no sé alejarte de mi mente.

Describo rayos de sol
cuando cae la noche y no te siento,
alabo la savia de tus hojas
dispuesta a fundirse con el rocío.

Te veo subida a una atalaya,
oliendo el color del cielo,
me revuelco entre espadas oníricas
en donde soy una tosca encina.

Descubro en ti el agua de mi río,
pulo la simiente de mi alma
preparada para regalártela
si me lo pidieras.

Grito tu nombre delante tuyo,
tu tímida respuesta anega el silencio,
mantienes una colosal pared
llena de matojos y enredaderas.

¿Qué he de hacer para entrar en tu casa?
¿Qué he de decir para jugar con tus dedos?
¿Qué he de pensar para tenerte a mi lado?
¿Cuánto he de llorar para luego perderte?

 

Hola, Julio. Vengo a rescatar a este poema del silencio... a veces pasa, es decir: a veces se nos pasan de largo algunas gemas a causa de la multitud de versos y de la escasez de tiempo.

Hay en tu trabajo riqueza expresiva y gran profundidad: la melancolía ha añadido preciosos matices en tu canto de amor y en los interrogantes finales, una maravillosa voz de incertidumbre... Un poema para enamorar, en fin.

Estrellas para esta pieza impecable y un abrazo a su autor.

 

Un abrazo a ti también. Me alegro de que te haya gustado el poema.