Inhumaciones II

VI.
Fue hombre, ¿lo fué? Fue hombre, fue mujer y pregunta. Fue un pensamiento en el que no hubo olvido. Si, es un paso más y otro y el que sigue. Uno a uno cada paso llega sin demora y sin prisa, sin estorbos. ¿Realmente fue un hombre, una mujer…? Lo fue, me imagino, lo fue.

VII.
Me lloraron mucho… bueno, me lloraron. Acaso alguien se acordó de mi, y pensó en lo bueno que fui, y todavía buscando en su memoria y aún sin estar del todo seguro, pensará que en algún momento seguramente, y con toda seguridad, fui bueno. Dará algunas palabras a los pocos allegados al entierro sobre las cualidades y virtudes que caracterizaron a mi existencia. Los sollozantes sentirán, todavía entre sollozos, cierta contrariedad ante los disparates mencionados, pero todos, absolutamente todos pensarán que en algún momento fui, efectivamente así. Con todo el tiempo de la eternidad en los hombros y con las palabras de despedida todavía en mis oídos y taladrándome la conciencia, finalmente sabré, que mientras más muertos estamos más nos acercamos a la perfección.

VIII.
Debo acariciar tu cuerpo lentamente para recordarlo y grabarlo en mis manos. Debo disfrutar de ti, de tu existencia. Debo empaparme en tus labios con ternura y despacio, para darle tiempo a la vida y vida al tiempo.

IX.
Hoy tengo que escribirte, no escribir de ti sino escribirte, como si dijese dibujarte. Hoy quiero escribirte para que te acuerdes cuanto te amo, para que sepas que en algún momento aún eres la mitad de mis recuerdos y mis días. Hoy quiero escribir tu cuerpo, quiero escribir tú alma bendita que aún se pasea por mi cabeza loca y terca. Hoy quiero escribir tú rezago amoroso que me mata y me atormenta cada amanecer. Hoy quiero escribirte y describirte como un mapa, como un boceto de mi corazón henchido y palpitante de tanto ardor y amor de ti. Hoy quiero escribirte cual si fueras tú retrato, tu recuerdo y tus ojos calcinantes. Hoy quiero escribirte como si fueras el amor de ayer, el que sigue siendo uno más y otro más el día de hoy. Hoy quiero escribirte para que sepas que aún te amo, que aún te extraño. Hoy quiero escribirte amor, hoy quiero escribir mi amor.


X.
A veces no hay otro camino que la soledad. Esa soledad ciega que nos encomienda la matanza de tantas razones, esa soledad sola y terca y mustia que te lleva y me lleva por senderos impensables y laberintos imperecederos. Tanta soledad, tanta. Tanta sola soledad y sola compañía, tanta sola dicha y lujuria y desgana y melancolía. Tanta soledad maldita que nos maldice o nos sueña como un paréntesis en el porvenir.
A veces solo hay un camino que es la soledad, una soledad siniestra y diestra en el fatídico encuentro con uno mismo, es decir, la soledad de uno mismo. Te sientes solo como te sientes una mano o como te sientes un algo, una razón ignorada, un estruendo en la soledad obtusa que es la vida. Esa vida tan sola en la que solo somos un recuerdo. La vida que tanto se empecina en acordarse de que somos más que una soledad, somos algo más que una sociedad. Sola, sola soledad. Sola soledad inmaculada y cristalina y verdadera y necesidad austera. Sola soledad que te mueres de tanto estar irremediablemente sola. Sola soledad incierta y creativa y pasajera del tiempo, sola soledad inmemorial y filosófica. Sola soledad, infinitamente sola y sola y sola…. simplemente, inútilmente sola. Sola soledad, sola soledad, solo yo... solo yo.

 

Interesante desarrollo, bien llevado.
Estimo que deberías publicarlo en Mundo prosa, o alguno parecido, no acá porque no es poesía. Antes había un foro de prosa poética, pero lo cerraron.
Me gustó.
Un abrazo,
edelabarra