Interior.

Hoy, silencioso, con un cielo adentro
y el ansia eterna de vivir soñando,
como todas las tardes y las noches
he buscado el refugio que es más caro;
primero, como siempre, como siempre
se me ha venido encima, tiempo y años,
con un sabor lejano, taciturno
madurado en esperas y en reclamos
donde las flores viejas son eternas,
y han quedado en el alma como clavos.

La tarde, es una tarde gris y opaca
sin perspectiva, sin visión, sin planos,
como una gran neblina, en que se ahogan
náyades grises de afilados cantos,
y donde, como en sueños de otras eras
vagan visiones de ateridas manos.

Hay una mezcla azul, de tiempo y notas
pálida luna y soles soberanos
cosas alegres, caras que están tristes
y de nubes que pasan sin cansancio.

Doblegando el ayer, como la gama
de algún nuevo color, humanizado,
hay un suspenso de las cosas idas
que llora en el presente, y avanzando
se marcha hacia el futuro, como estela

de lo que ha de venir, tan esperado;
y entonces, el minuto del presente
de oscura tarde gris, de cielo opaco
se llena de algo nuevo y hay un verbo
como de eternidad, que va marchando.

Entonces, el ayer recobra todo
lo que hubo de feliz, de tan soñado,
y queda como símbolo presente
del futuro, brillante y no lejano.

Las sombras grises de la tarde toda
se cierran como un cofre y van quedando,
los tesoros del alma solitaria
guardados en el tiempo y en los años.
de la vida interior y del silencio
el anhelo florece, y hay un canto,
donde el mañana reflorece en rosas,
que en esta tarde gris, son del alabastro.