Invierno (preámbulo)

Invierno
Preámbulo

El Teorema Central del Límite nos indica que, bajo condiciones muy generales, según aumenta la cantidad de datos, la distribución de la suma de variables aleatorias e independientes tenderá a seguir una distribución normal.

Lo anterior justifica la cantidad de variables aleatorias que en la naturaleza se ajustan a esta distribución, dado que son el resultado de muchas causas independientes.

La cuestión es que en el transcurso del ejercicio poético que aquí les presento (*), fui poco a poco ahondando en la reflexión acerca de cómo la dicha y la desdicha en el devenir de la vida iban computando a partes iguales, tanto la una, como la otra.

Y sí, digo computando, a pesar de que probablemente no se trate del término más adecuado, teniendo en cuenta que la valoración de la dicha es, en principio, muy subjetiva, estando sometida a las circunstancias vitales de cada persona. Pero, les digo una cosa, me da la sensación de que tenemos implantada una función en este limbo cerebral llamado alma, que nos permite cuantificarla.

Partiendo de que la dicha es el resultado del agregado de muchos procesos fortuitos, mientras la vida sea plena en recorrido, no parece ligera la conjetura de que esta variable aleatoria se distribuya según una función normal.

Por otro lado, el factor «rutina», inoculado en la mayor parte de nosotros por seguir el camino que deben tomar los cuerdos, hará de esta distribución una distribución poco dispersa, que apuntará hacia el cielo con la extrema gravedad de un clavo, un clavo que nos clavará a la vida, y ya se sabe que el tiempo en ausencia del espacio se transustancia en rutina. Como decía, la mayor parte de los datos estarán concentrados muy próximos con respecto a la media de la dicha. La podríamos denominar como la distribución del «hombre del traje gris», o del «hombre burbuja». Quizá también podría llevar el título del «hombre con el ceño fruncido».

Hay personas —no muchas— francamente osadas, que dejan de lado la estresante batalla anti-entrópica que libra nuestra existencia contra el sino destructivo del caos. Estos valientes, tiesos como panteras, clavarán su mirada indolente en los giros caprichosos del tornado destructor que se les acerca, y que les pasará por encima… o no. Y es que, ¿hay algo más placentero que la calma que sucede a la tempestad? Como me decía hace poco una amiga mía: qué bien sienta a veces ser una irresponsable, cuando quizá lo irresponsable sea precisamente ser tan irreprochablemente responsable. Esta sería la distribución, sin duda, del «hombre libre», mucho más dispersa y vital que la anterior.

Yo formo parte del primer grupo, pero me queda vida por delante —esperemos— para aplanar un poco la curva. Esta tercera y última distribución de la variable aleatoria de la dicha, a mitad de camino entre las otras dos, y a la cual yo aspiro, la llamaríamos la del «hombre que perdió el miedo a la vida».

Y nada más, ni nada menos, tiene que decir el vino que en este momento me corre por las venas, ¡qué bien sienta a veces ser un irresponsable!

¡Salud!, amigos míos, y mucha suerte.


Kalkbadan
En Madrid, 2 de julio de 2015

(*) Conjunto de postales poéticas publicadas en el foro de «Clásica no competitiva».

 

Creo que el principal enemigo de la vida y del vivir es el miedo, ...el miedo a la vida. Ese miedo se pude vestir de muchas maneras (de aparente seguridad, de rutina, incluso hasta de "sabiduría"...), pero de cualquier forma sigue siendo miedo.
Y creo que la dicha, la felicidad, y hasta la suerte, tiene mucho que ver con ello.
Iba a decir que soy más de letras que de ciencias y matemáticas, pero sinceramente creo que sé muy poco de ambas, pero sí me gusta intentar entender la vida y a las personas, y aparte de teoremas que no entiendo bien, pienso, (más que nada por experiencia y observación), que la dicha y la desdicha son relativas, y tengo serias dudas de que se equilibren; ...más las veo como un estado mental que provoca la fortuna en un sentido u otro, y que existen personas que tienden inevitablemente hacia una de ellas.
De hecho, añadiría que no se puede ser muy feliz en esta vida sin tener la capacidad de ser muy infeliz (aunque pueda parecer una contradicción)...

Me encantó leerte, amigo, aunque disculpa si me he salido más o menos del fondo de tu prosa. Me pareció enormemente interesante y bien escrita. Un abrazo, amigo.

 

¡Hola Libra!
Me parece un comentario acertadísimo, pegas un repaso a todo el texto con una elocuencia ejemplar, vamos, la que te define.
Sin pretender para nada ser presuntuoso, quise asociar la dicha al concepto mágico de que las variables aleatorias, como pueden ser el tamaño de las hojas de un árbol, el rendimiento de una cosecha, ... que dependen a su vez de muchas variables, se ajusta sorprendentemente a una distribución normal. Es chocante que lo caótico, lo preñado de aleatoriedad, tienda a distribuirse bajo una curva tan "ordenada" como la Gaussiana.

Esto me vino a la cabeza, o la cabeza al vino, jaja, cuando estaba con los poemas de las "postales" y me entró el gustó por redactar con carácter introductorio el "ensayo" anterior.

Tienes razón, hay individuos a los que la suerte, o la mala suerte les lleva a tener una vida feliz, o infeliz. La vida al final no es tan larga...

Lo que pasa, compañero, es que creo que es natural, humano, (aunque no refleje la realidad) adaptar LO REAL a lo que sentimos de un modo individual. En este sentido, mi sensación es que a partir de los 40-50, con la muerte de los padres, la vejez propia, los hijos que vuelan (tremendo poema el traducido por Orees), etc, entramos en un periodo de cierta infelicidad. Al final, en una vida plena de recorrido, tengo la impresión de que la dicha y la desdicha aparece tanto la una como la otra. Un estado mental por el cual tengo esa percepción, sin más, y que tengo claro, Luis, que lo escrito no son más que conjeturas inventadas, fantasías que me vinieron, y que me agradó plasmar en un papel. En ocasiones es un gusto ser asertivo con la fantasía, jaja.

De hecho, añadiría que no se puede ser muy feliz en esta vida sin tener la capacidad de ser muy infeliz (aunque pueda parecer una contradicción)...

Cierro el epílogo con los siguientes versos:

que sirvan las espinas del rosal
para gozar del alma de sus rosas.

...Estamos alineados, compañero.
Un abrazo, y gracias por leer este peñazo.

 

Es que pienso que "lo real" es lo que sentimos (por lo menos es una realidad). El "mundo exterior" puede convertirse en algo maravilloso, o en el mismísimo infierno, dependiendo de nuestro estado mental (y también físico, claro). Posiblemente la mayor (y más difícil) virtud que puede tener una persona (sobre todo de cara a conseguir su propia felicidad) sea poder "liberarse" de sí mismo y de sus propias "grapaduras" interiores. De hecho la felicidad casi siempre se aprecia en su verdadera dimensión con posterioridad al momento feliz vivido, de ahí que hasta en la tristeza de la melancolía aparezcan posos de felicidad (..y por ello a veces se puedan escribir poemas tan hermosos, jeje).

De ningún modo tu prosa es un "peñazo", jeje, ...me reafirmo en que me ha parecido excelente e interesantísma.

Y estos versos son absolutamente magníficos y también van mucho con mi forma de pensar...

"que sirvan las espinas del rosal
para gozar del alma de sus rosas."


Feliz semana, Andreas. Un abrazo, amigo.

 

Estamos rodeados de cerebritos por aquí,

"Pero, les digo una cosa, me da la sensación de que tenemos implantada una función en este limbo cerebral llamado alma, que nos permite cuantificarla"

toda la razón, mi función es estar todo el dia en el limbo, o sea atontada perdida, gracias a la ayuda de los psicotrópicos, también es verdad jaajja,

un abrazo desde un dia absolutamente irresponsable, es que hace mucho calor para trabajar.

 

¡Compañero! Esta conversación da para tres litros de cerveza, como mínimo.
jaja
Buena semana, Luis.

 

jajaja, esa es nuestra función, más bien,
Buena semana, Elenita

 

sí, tres litros, durante unos cuantos fines de semana jajaaj

 

La conciencia nos hace libres, creo que lo leí en algún lado... supongo que otros han tenido esa misma lectura, siempre hay alguien que pasó por el camino que nosotros practicamos, por eso la historia, la experiencia, la vida en definitiva es tan importante para abrir los ojos, para comprender, para sentir, de todas las vidas, de todos los seres, todo ayuda, creo yo...
Quizás la rutina no sea tan mala cuando somos nosotros los que decidimos que así sea, con conciencia. El problema es caer en un laberinto que nos llene de insatisfacción sea cual sea el camino en el que estemos. Hay quien es un amargado apenas habiendo empezado a despuntar en la vida y hay quien aparentemente no ha hecho nada relevante para otros y en cambio se siente en plenitud, no ya feliz que eso es algo que da para muchas tertulias. Me gusta reflexionar, y me gusta la gente que lo hace. Cada vez me cuesta más la trivialidad, la estupidez, la banalidad, tiene que haber de todo pero tenemos tan poco tiempo... o no...
Un placer este ratito compañero, un gran abrazo


Palmira

 

¡Hola Palmira!
Gran comentario el tuyo, compañera... Un regalo.
Quizá la rutina, entendida como vida automática, hace que tarde o temprano miremos hacia atrás y sea difícil distinguir hitos que permitan romper la monotonía lineal del horizonte pasado. Creo que la rutina cataliza la ya de por sí brutal cascada torrencial del tiempo. Pequeños instantes -tal y como expresabas en el encabezado de tu comentario-, nada sofisticados, pero a veces inalcanzables por nuestra ceguera, pueden servir para sembrar de vida el paso del tiempo. Aprender a mirar hacia el cielo, tener tiempo para ti, para tus hijos, para un paisaje, para escuchar a una madre, para la conversación deliciosa en el bar de la esquina... Y todo ello requiere de valentía; puesto que la consciencia exige una revisión de nuestro ser que nos permita salir -o al menos descansar- del círculo vicioso tan de este tiempo, tan de este sistema.
Un abrazo, compañera, y sigue estupendamente.

 

Excelente la calidad del arte soberbio y maravilloso.

 

Como le decía a Luis un día... "Compré una vez un libro viejo, "La stabilité de la vie", algo que toda vida busca: las plantas, los animales, las personas... la materia"...
Te comento con un vinillo también en la mesa y recuerdo lo que decía Erich From, que es algo así como que el ser o no ser del hombre empieza por su temperamento (que lo acompañará toda su vida) y por el carácter que se irá formando con el todo que le rodea. A partir de estas dos premisas irá afrontando las variables que le llegan, de una manera u otra.
Es un gran tema este de tu preámbulo, y me ronda la cabeza la gran cantidad de variables posibles y la capacidad de adaptarse a la mayoría de ellas. Hasta la responsabilidad puede ser relativa, porque muchas veces es más importante saber salir de las tempestades que evitarlas.
Y ahora pasamos a mayores... y a esas postales que no dudo que serán todo un regalo de tu parte.

Un saludo... y ahora vengo.

 

Muchas gracias, Mamem y Mundo Poesía por rescatar esta prosa.
Muy buen recuerdo guardo de este escrito.
¡Un abrazo fuerte, compañeros!

 

Soy un desastre, querido Alonso..., jamás respondí a tu mensaje.
Tienes toda la razón... Lo curioso es que por mucha casa de hormigón armado, y por muy sanos sean nuestros días, somos pura naturaleza: un animal más. De tal forma que ese temperamento que nos hace ver y sentir bajo nuestro personalísimo vidrio —pensaba yo al escribir este texto—, no deja de provenir de un animal, de la naturaleza, de tal modo que la diferencia entre unos humanos y otros será lo dispersa o no que resulte la dicha y la desdicha, siendo normal en todo caso su distribución.
Tengo la impresión que tu distribución es la del "hombre libre", jaja.
Un abrazo enorme, amigo. Te deseo lo mejor.

 

Esta es muy buena.

 

¡Gracias, Troto! Cuánto hace de esta prosa... Un abrazo y sigue bien.