Juan.

Y nuevamente lo vi llegar una tarde. Era como cualquier chico, incluso por su aspecto, creía que era un chico pobre, como cualquiera de los cientos que venían al club. Era mas bien callado, tímido, si hasta le costaba saludar porque parecía que le daba vergüenza. Pero saludaba, como si estuviese obligado hacerlo, como si fuera un mandato de cortesía y educación aprendida en el hogar. Algo que sabia que tenia que hacer, pero le costaba hacer, le costaba por su timidez; y apena esbozaba un buenas tardes en voz baja, mientras su boca apenas dibujaba una pequeña pero visible sonrisa.
Al club venia todo tipo de chicos... los del barrio, los de un poco mas allá, y los que sus padres ya eran parte de el; y aunque vivieran lejos, su hijos no podían ir a otro lado que al club de sus amores. Esa ley de los colores que solo algunos entienden, y que no se puede negociar con nada.
Fueron pasando los meses, y no pensé nunca que aquel chico algún día me llamara tanto la atención. Sano, compañero, muy amigo de sus amigos, que se fue ganando la palabra en el grupo. Pero siempre para alentar y opinar con una idea superadora. Y sino, se mantenía en silencio, escuchando, observando, acatando.
Al tiempo, ya sabia que se llamaba Juan, que se iba convirtiendo en un inesperado líder del grupo sin que él se lo hubiese propuesto. Incluso le avergonzaba que le apuntaran así.
Hoy, a diferencia de los primeros dias que lo vi llegar al club, aparte de su nombre, también sé su apellido. Fue una gran sorpresa para mi saber quien es Juan, ya ahora un joven jugador en la primera división del club; entendí, a diferencia de aquella primeras veces que lo veia, que Juan no venia de una familia pobre, sino hijo de un reconocido empresario de la ciudad.
Y entendí, que no era pobre, sino que era, antes un niño y ahora un muchacho lleno de humildad.
A tu salud Juan.

 

Bien lo terminas diciendo, mi estimado Malcolm, la grandeza en el ser humano también radica en el compañerismo y la humildad del mismo, como lo demuestra tu amigo Juan... un muy buen relato acabo de leer...

Te envío un gran abrazo.