¡La abuela está que se nos muere!

(Estos son escritos de mi pasado y bien pasado. Para las mentes sensibles quiero recomendarles que se bañen en el campo de la comedia oscura y las interpretaciones negras. El deseo literal de la muerte no es una realidad ni necesidad, sino, es un fenómeno de la vida actual en la que se desean cosas sin ser realmente ciertas: contrastes de los días y la primera frase de una molestia la que pasa con el tiempo así no el sentimiento del receptor que escucho el deseo maléfico de la mortalidad.)

Aquí comienza todo, el inicio para mí y el término para muchos; en realidad para ella que ya años no le quedan. Hablo de esa mujer que durante largos años representó a una familia entera y una de mucha tradición. El problema es: ¡porque mierda llegó a vivir a mi propia mansión de tardes de monitos y juegos de computador! Finalmente se acabó toda mi feliz niñez de tardes de ocio, ahora tengo que cuidar que no se me vaya pal’ otro lado la abuela. A veces se despierta a las 3 de la mañana y sale a buscar al Pichicho, el perro vago que recogimos para criar, o sino, mucho peor, se levanta a prender el gas y luego se vuelve a dormir.

¡Qué bonita la vida! pero así es la cosa y nada que hacer. Ésta muchacha que tiene más de una docena de nietos abc1 y a mi me viene a elegir como su favorito, el elegido para pasar sus últimos días. Todos los días me obliga a escuchar conciertos de música clásica y ver los recortes de animales que pega en la muralla. ¡Que no me venga con turradas! pero bueno, lamentablemente a esta edad uno no puede escoger por los demás, a parte que mi madre siempre me dice: “hay que respetar a los familiares mayores”. Por último hay que pensar que las cosas no son tan malas, si igual le queda poco para reír... Ya si usted sabe que son bromas, si igual la quiero arto mi vieja amiga y comadre de ocho décadas.