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La cita

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Finé, 19 de Marzo de 2017. Respuestas: 2 | Visitas: 364

  1. Finé

    Finé La eterna novata

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    Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, acepté conocer a Vangelis. Había contactado conmigo, meses atrás, a través de Facebook, estimulado, supongo, por mi fastuosa fotografía de perfil, porque el resto del contenido era, y es, invisible. Ni corto ni perezoso se ofreció a recogerme en Plaza de Armas, que no está en Valladolid, pero yo aproveché igual.

    Me gustó. Amable y guapo, pensé en ese primer encuentro. Tenía una cicatriz muy mafiosa en el labio superior, profunda y de misteriosa creación. Por lo demás, era tal y como había visto en fotografías.

    Fue un trayecto corto hasta casa de mi amiga, donde pasaría una semana de relax después de lanzar a mi compañero de piso, Alfonso, lo más lejos posible.

    Vangelis quiso volver a verme esa misma noche. Me resistí. Quedamos para cenar al tercer día de llegar yo a Sevilla. Me preguntó, antes de recogerme, si llevaría el pelo suelto o recogido. Recogido, dije, sin comprender muy bien a qué venía esa consulta. Se presentó, puntual, con un flamante descapotable amarillo pollo. Entendí entonces lo del pelo, pero su consideración hacia mi peinado no fue suficiente para que yo me enterneciera, primero, porque tenía una incipiente conjuntivitis y el aire me molestaría, y segundo, porque su forma de vestir, dos cochazos en dos días, no sé, no me cuadraba con lo que sabía de él. Supuestamente era el chico de los recados de alguna empresa de poca monta, según sus propias palabras.
    En fin, que subimos al coche. El aire, como supuse, me tortutaba clavándose en mis ojos, y la ruta, no sé en qué momento, se volvió oscura y solitaria. Pero dónde íbamos... Coria, dijo, que iba a hacer un recado. Condujo hasta un polígono, y dentro de él, hasta lo más recóndito, hasta la calle más oscura que jamás no vi, una calle sin salida. Paró el coche, se bajó, abrió el maletero y, por el retrovisor, vi que se colocaba unos guantes.
    Me mata, pensé. Voy a volver a casa metida en bolsas de basura negras. Cogí el móvil para llamar a mi amiga, pero en ese momento vi que abría la puerta de la nave que teníamos justo al lado, y que entraba, y que salía con un cable negro en las manos, alisándolo con cara de asesino. Bueno, yo le vi cara de asesino. Me mata: me estrangula con el cable. Pero no, lo metió en el maletero, subió y salimos de allí.

    - Vamos a casa a cambiar de coche, anda, que vas incómoda.

    Incómoda, dijo. Acojonada es lo que iba...

    - Ya que estamos, te enseño la casa.


    Titubeé, porque quería decir que no a todo, pero teniendo en cuenta de que no sabía donde estaba, que no vi ni a una sola persona, y que no quería que sospechara que le tenía miedo, dije: bueno...
    Abre la puerta y una caja en el suelo nos da la bienvenida.


    - Mira lo que tengo, Mar.

    Me decía esto mientras cogía de la caja una escopeta, o yo qué sé qué arma era esa, pero me apuntaba con ella.

    Me mata, ahora sí. Me dispara y luego me estrangula con el cable para rematarme.

    - ¡ Pero no me apuntes con eso ! , acerté a decir.

    Reía como un loco, supongo que de verme descompuesta. Hizo un intento de tranquilizarme soltando aquello, y sacando de la cocina una cerveza. Seguía sonriendo cruelmente. No entré, me tomé la cerveza fuera, en el jardín, intentando decir todo lo que estaba pensando. Pero el miedo no me dejó.
    Hasta que se acercó por detrás buscando un beso. Ahí ya sí que me dije: ni muerta. Y me atreví a decir algo, que no recuerdo, pero algo así como que quería irme a casa, que me estaba asustando, que no le veía la gracia. y que era un hijo de la gran...( bueno, esto no lo dije, no quería cabrearle más de lo impreciso).

    Nada más entrar en casa de mi amiga Inma le mandé un mensaje, lo más duro posible , ahora que me encontraba a salvo. Me contestó con una risa: jajaja, y una fotografía: una pistola sobre su mesita de noche. Bloqueé su número.

    Encontré a Inma en el jardín, fumando marihuana, porque sus dolores aquella noche no se calmaban.

    - Qué tal tu cita.

    Nunca había fumado un porro en mi vida.

    - Esto te lo cuento fumada, le dije.

    Al principio de mi historia la mujer se preocupó, pero a mí el porro me iba poniendo graciosa, y cuando llegué a la parte de la caja de la escopeta, Inma se moría de risa. No sigas, no sigas, me pedía.

    - Y va, y saca una escopeta, jajaja.



     
    #1
    Última modificación: 19 de Marzo de 2017
    A homo-adictus le gusta esto.
  2. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Al final, parece que un poco de humor salva la más seria de las situaciones. Es un relato interesante, que capta la atención desde los primeros renglones. Mis saludos. Luis.
     
    #2
  3. Luis Prieto

    Luis Prieto Moderador Global Miembro del Equipo Moderador Global

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    Ciertamente me has mantenido en suspense hasta el final donde le has puesto un toque de humor.
    Muy buen relato Finé y te felicito por ello.
    Vaya cita!!
    Recibe mis saludos cordiales
     
    #3

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