La cruzada

En la frontera los muros lo declaran:
«Este espacio de mundo huele a muerte».
Es desierto nocturno, las estrellas
desvelan las serpientes; los alacranes
se turnan en el túnel. Del alcantarillado
se avanza hacia un sendero de alambradas.

Aquí también es la conquista.
Una historia no cambia. La explotación prevalece.
Sólo ha variado el sujeto y todavía carece de apellido.
Todo es acuerdo y cobro, entrega del coyote.
Un trámite en el que comienza su infortunio.

El oprimido se pretende libre, autogestionante.
Al fin, tras un sueño, se va. Nunca aprendió
dar combate. Nunca dijo en su tierra:
«El sueño me pertenece desde dentro».

Se va donde tiene bienvenida
y el destino es el mismo. No es novedad
la frontera en el mundo y el que inmigra
sospechoso morral trae de vagabundo.

Para él, aguarda el golpe a pocos pasos;
antes de la llegada misma.
Con la señal del miedo, seguramente correrá
y brincará; siempre lo mismo, brincar y correr.
Esquivar la luz y, como rata en silencio,
Soportar el insulto, la burla, vivir en hambre.

8-11-1986 / El hombre extendido