La dulce señora.

La dulce señora ha disparatado.
Decía que yo estaba siendo perseguido por la Justicia,
ya que en mis mezclas poéticas, muchos versos se me derraman.
La vine a buscar, y con sus ojos, mirándome, decía algo: Electricidad mortífera.


He huido de su presencia. Estoy ahora, a salvo.





¡ Oh, aquí viene, de nuevo !
Me va a poner las esposas, en las muñecas.
Va a cachearme. A palparme los pantalones de cuero.
Quiere que abra las piernas, para tocarme los muslos y averiguar si llevo un revólver.


" Tú eres un diminuto insolente y un párvulo inmisericorde, con tus versos del Infierno. "


La debo corregir, sobre la marcha.
Le tiro del pelo. La peino.
Le estiro las crines.
Es una yegua. Necesita un repaso, con un cepillo y mucha espuma de jabón...


" Eres un paria. Eres un puerco-espín. Un erizo de Mar. Un pincha-globos. "


Estaba sucia...
Y la silla de montar, se la robaron.
Por lo visto, el lince ibérico quiere prenderla y devorarla.
El tigre se lo ha impedido. Y el cuervo me lo ha contado.


" Oh, yo nunca te he amado.
Yo te consideraba...
Agua brava.
Eau de Cologne. Parfume de París. "


Gracias. Ya estás completa. Te faltaba una ducha. Un baño.