La edad de las princesas

La menor duda que te quiero, tu eres la más hermosa, tus cabellos se rompen como la flama de una silueta de vino, encojes tus hombros de atrás para adelante compras cada día con el mismo propósito.

- Enamorado- estoy
- ¿Quién es el adulto que me acompaña?
- ¿será mi suegro?...viejo gruñón con cobardía.

Era el mismo año en que mi esposo tenía esa privilegiada arrogancia, lo que detenía continuamente mi forma de ver la luz-¿Por qué apurarse?.

- Es el mismo veneno
- Ese veneno habla…no tiene fondo
- Pero; todos sabemos que es un arma
- Pregunto solo, decía mi padre.

Aparto mi boca para un extraño, es un altar un miedo filoso, la cara cada vez más se ve pálida, los que demuestran que lo que digo tiene razón son oportunos con mi real tristeza.

- El enfermo es una cobija, el adulto piensa menos
- Tu eres la que tiene esa mirada, hija.
- No padre, tu eres el único que se ha detenido.

Lo que trata de explicar lucia, es que mi método para hacer ejercicio ya no es el nunca mejor, el nunca esperado, solo es una piedra filosa de la que sale metal. Su otro nombre recibe cada vez más criterios reales dentro del planeta, la otra cara del planeta, el planeta feliz.

Estoy realizado conforme a mi conocimiento, la elipse que da mi simpleza al hablar asemeja a los ratones que comen con la boca, su más arrepentido firmamento es el de las estrellas junto a los ángeles de pies a cabeza; se muere la iglesia, ¿Qué hacemos? Se muere el padre, ¿Qué es el veneno?, se muere su esposo soy un ser completamente vinculado, mi competencia remite palabras de la a a la z por nombres en el vocabulario. La estrella ya es un mundo mejor, la ventana esta encogida y la frente de mi doctor es al parecer por sobre todas las cosas otra hambre que acabar.

No se repite lo que se escribe lector peligroso, es otro logro de la naturaleza, del mundo aparte de los árabes, es otra casa con el rey de todos los días, hablemos del futuro que con eso se arregla la medicina.