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La especie del poeta

Tema en 'Clásica no competitiva (sin premios)' comenzado por Littera, 27 de Enero de 2012. Respuestas: 1 | Visitas: 617

  1. Littera

    Littera Poeta asiduo al portal

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    4 de Enero de 2011
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    Hombre
    A Gema Carrillo

    Mira cómo tu poeta
    triste camina las calles
    anhelando que desmayes
    con tu cuerpo de griseta

    y el almíbar de tus voces
    esos agudos tormentos,
    esos dolores pecientos,
    esos pesares atroces

    que recórrenle las venas
    e inundan cada porción
    de su débil condición
    de las más onustas penas.

    Flaco, sordo, ciego y mudo,
    pues sin ti nada mastica
    ni sonido califica
    ni ve del Sol el saludo

    ni palabra alguna enuncia,
    en tu ausencia desespera
    como quien en primavera,
    cuando la pasión se anuncia,

    secos encuentra los campos
    de tonos y de colores,
    de deleites y de olores,
    sin centelleos ni lampos

    que preludien y antecedan
    el germinar de la vida
    ya en salvo, ya protegida
    de granizos que la agredan.

    Busca acaso tu semblante
    sintiéndose entre la gente
    sin notarlo diferente,
    mas en su avanzar constante

    ni topa ni menos halla
    mejillas, labios y cuello
    que por lo rosado y bello
    puedan ofrecer batalla

    a las que hay en tus facciones,
    a los que cercan tu boca
    con hermosura no poca
    y al que mientan las canciones,

    siendo de tu propiedad,
    como invidia de los lilios
    y manadero de idilios
    inviolables por la edad.

    ¡Oh, cuántos apasionados
    poemas escribiría
    con enorme algarabía
    y trazos enamorados

    si a continuación pudiera
    tenderlos sobre el altar
    en que, por en él brillar
    la luz lamida y primera

    que se vierte de tu nombre
    dulce, virginal y puro,
    promotor de bien venturo
    a todo el que nazca hombre,

    las tórtolas cenicientas
    gorjean mientras se arrullan
    en pos de que presto fluyan
    del amor las aguas lentas!

    ¡Qué piedras burdas y bastas
    raudo no cincelaría
    por eternizar un día
    esa sonrisa que gastas

    cuando a Cipria despojando
    de toda su alta belleza,
    de toda su ancha fineza,
    y a las galernas callando,

    concentras en tu figura
    los azules de los mares
    y los tesoros impares
    que esconde la tierra obscura!

    ¡Y qué suntuosos lienzos
    al punto no ataviaría
    llevado por energía
    cuyos preclaros comienzos

    brinda el fuego que florece
    de tu cintura melada
    y cadera nacarada
    con ese mismo, que crece

    en su flébil corazón
    y sin remedio devora
    cada instante, cada hora,
    su humana conformación!

    Con aquestos pensamientos
    sitiándole la cabeza
    no sin notoria rudeza,
    imagina ser los vientos

    que, liberados del odre
    en que deidad poderosa
    hiciérales, si no losa,
    sí sarcófago de podre,

    acarician al presente
    la zalea de tu piel,
    de tu mejilla el clavel
    y la hortensia de tu frente.

    ¡Oh, más que ignorantes ellos,
    pues de cierto desconocen
    aunque las huelan y rocen
    que de tus finos cabellos

    cada clarífica hebra
    es una soberbia banda
    ligera más que la holanda
    con que se funda y vertebra

    en este mundo el acopio
    cimero de perfección,
    el géiser de la pasión
    antes de Afrodita propio!

    ¿Y así, por qué, se pregunta,
    tienen los tales derechos
    para recorrer tus pechos
    en los que el rojo repunta

    como lo hace el Sol naciente
    cuando contra los heraldos
    ruines, torpes y ribaldos
    de la noche displicente

    impone su ley y fuerza,
    las que no existe elemento
    ni perverso sentimiento
    que fracture, sesgue o tuerza?

    ¿Fuera a lo mejor que sienten
    cuanto sus alones tocan,
    que aman aquello en que chocan
    y por cautela lo mienten;

    que esconde su levedad
    de gozar y deleitarse,
    de adorar y recrearse
    la mortal capacidad;

    que sin pupilas sus ojos
    diferencian en tus plantas
    dones y bondades tantas
    como entonan petirrojos?

    A gusto continuase
    pretendiendo dar respuestas
    a las cuestiones expuestas
    con disparates de clase

    si la airosa y limpia Luna,
    novia de los firmamentos
    y testigo de lamentos
    desde abovedada cuna,

    no entonces le recordara
    la verdad de que el poeta
    es una especie secreta,
    inconmensurable y rara

    a quien negados le están
    las dichas y los placeres,
    los tenues amaneceres
    y el tacto del azafrán;

    a quien agracia su sombra
    en soledad compañía,
    ardor bebiendo agua fría
    y sobre rocas alhombra;

    a quien hielan los veranos,
    enardecen los inviernos,
    edulcoran los avernos
    y pesan pesos livianos.
     
    #1
    Última modificación: 27 de Enero de 2012
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  2. Plata

    Plata Invitado

    Si llevara sombrero me lo quitaría...jo ¡qué bonito!

    Me voy con cara de pez, te dejo reputación y estrellas.

    Un saludo.
     
    #2

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