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La Eterna Capital

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Octaviano Mundo, 8 de Marzo de 2020. Respuestas: 1 | Visitas: 288

  1. Octaviano Mundo

    Octaviano Mundo Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    1 de Noviembre de 2019
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    Género:
    Hombre
    Era una plácida tarde veraniega. Sentado en la cima de su majestuosa fortaleza, un inmenso mundo, se postraba a los pies del jóven emperador.




    La retraída figura, permanecía atenta, recorriendo un anodino ajetreo de seres; extenuados; en un laberinto de casas y muros, bajo el implacable Sol azotador.




    Sus sienes, soportaban el peso de un vasto recorrido.
    Su bisoño espíritu, se entremezclaba con la ahogada brisa; despreocupada entre la multitud.




    Se resquebrajaba lentamente; sumido en un dorado silencio. Paciente.
    Esperando volver a ver aquella grácil figura; como todos los días, a la misma hora.




    Pero la afilada sombra de la noche, comenzaba a acaparar el resplandeciente horizonte.
    Aquella vez, no conoció fortuna... No pudo avistarla entre el gentío.







    Él, maldecía el extraño privilegio de su nacimiento. Con obsesión, anhelaba poseer una común alma. Breve; como aquella anónima amada.




    Fluía por sus venas la sangre de una longeva saga. Un yugo encadenado en el inexpugnable palacio.


    Le estaba prohibido adentrarse en el exterior; era ominoso ser visto junto a la plebe.



    Aquella madrugada, la hallaría una última vez; como una angelical aparición, cuando, sus plomizos ojos, se hundieron en la honda obscuridad del silencioso dormitorio...





    Ella, dejó entonces de ser una realidad.


    Convirtióse en un simple sueño.


    Jamás, pudo volver a hallarla en rincón alguno...


    El tiempo, transcurriría. La decandecia se apoderaba del reino; la fantasía de su mundo.






    Los cimientos de su herencia, se desplomaron, y la civilización quedó abocada a la locura de la guerra.
    La pólvora; la muerte, desfiguraron el paisaje, que antaño lo hubo cautivado.




    Era en aquel paraje, donde los siglos habían esparcido un humo de la carne y los huesos, que conformaron el amor de la pretérita edad.




    Ante su despreocupación, allí tan sólo germinaban hambre, odio y vileza.


    En la imaginación de la mente, no brotaba un impulso combativo frente a la desoladora situación.




    La dulce imágen de sus labios; un imposible beso. El ardor que emanaba entre sus delicadas piernas.


    Una afectuosa palabra en el umbral de sus místicas entrañas. Un vástago en su vientre...




    Vida, ante el implacable destino. Más allá del terrenal abismo; del tenebroso pozo, que se ensanchecía como la sombra de sus pies.




    Aquellos pensamientos; aquel esbozo, lo mantuvieron apartado, de la incipente soledad a la que habría de enfrentarse...


    A través del opaco vidrio de la ventana, no cesaba de resonar la tempestad.




    Era una gélida jornada.
    Comenzó de modo súbito; inofensivo.


    Era una de las tantas, que cada vez se cernían con mayor hábito e intensidad sobre la región. Típica en aquellas fechas.




    Pronto, no amainarían sus ánimos ante las horas.


    Las horas, cediendo el paso a los días, Eran días, que tornáronse semanas. El violento estruendo inicial, se elevó hasta alcanzar un iracundo clamor divino.



    Entonces,

    nada apaciguaba el aguacero; la magnitud acrecentaba.

    Escapaban apresurados del frenético diluvio, los hombres en su desconcierto.




    Las restantes fuerzas de la capital, abandonaron al testarudo monarca con resignación.


    Defraudados; empapados en lágrimas, marchaban los fieles. Sabiendo que aquél era fin de cuanto se erguía allí aún.




    Entonces, en medio de la tregua concedida por el salvaje clima; al cabo de varias jornadas, pudo el olvidado gobernante, adentrarse hacia las desoladas calles de la ciudad.






    El cielo, parecía observarlo como una amenazante horda de voraces cuervos. Pendía, por encima de su taciturno cráneo, frívolo y aterrador.




    Algo sobrecogedor... Un funesto sollozo, provenía desde el firmamento...


    Las lóbregas nubes, preñadas de colosales torrentes, alumbraban desmedidos caudales, en la yerma planicie gris de la metrópolis.





    El agua crepitaba en el húmedo asfalto de la carretera. Con rabia, hendía en la zozobra el alquitranado camino.


    Avanzando a tientas; indagando el horizonte, cubierto por un espeso armazón líquido, llegó a la frontera que delimitaba el dominio de lo civilizado.







    Tras un agotador viaje, y al límite del esfuerzo, llegó a la frontera que dividía el dominio de la urbe con el bárbaro exterior...




    Confiado, quiso dar un paso, para así hollar la ignota senda... No cupo en su asombro, cuando dió de bruces contra el confín mismo del itinerario...
    El trayecto hubo terminado.





    Las aguas, sumergian casi por completo ya, su cuerpo en el espigado caudal.
    Sus manos, chocaban con impotencia, contra el artifical paisaje que parecía desenvolverse ante su presencia.





    Sus nudillos; ensangrentados, golpeaban con ímpetu la rígida estampa... de la que se desprendió una
    ínfima parte; dando entonces, lugar a una sobrecogedora realidad: se encontraba frente a un engañoso trampantojo.





    Sin posibilidad de desandar el camino.
    Atrapado en la encrucijada, que el insondable mural, y el apocalíptico temporal dibujaban, halló una vía de escape; escalando los socavones que iba revelando la pared en su ascenso...
     
    #1
    Última modificación: 18 de Julio de 2020
    A Alizée le gusta esto.
  2. Octaviano Mundo

    Octaviano Mundo Poeta recién llegado

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    Saludos a todos. He comenzado a escribir ésta historia de incierto final. Aún está incompleta. Seguiré publicándola conforme pueda.
     
    #2

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