La farsante mÚsica

Hubo un tiempo en el cuál la música fluía, y brotaba del corazón;
hubo un tiempo en el cuál la música seguía sin razón.

Hubo tiempos en los cuales la música esquivaba mis oídos
y me hacía enloquecer en todos los sentidos.

Hubo tiempos en los cuales, la música yo cantaba alegremente,
y hubo tiempos en los que la música cesaba tristemente.

Hubo un tiempo el cual, por estar cantando más alto,
terminé desafinando un tanto.

Hubo un tiempo en el cual canté hasta quedar afónico,
en ese tiempo la música me dejó atónito y quería seguir
cantando por una eternidad,
pero mi sueño nunca se hizo realidad.

Hubo un tiempo en el cuál la música bajó su volumen bastante,
traté de buscarla pero era inútil, fue un tiempo frustrante.

Hubo un tiempo en el cual a lo lejos pensé escuchar unos finos violines
y unas bellas campanas, pero era la falsedad que se metía por las ventanas,
y los finos violines se convirtieron en motines del engaño.

Fue cuando la escasa música sobrante paró y tratar de hallarla fue humillante;
la música se marchó, nunca la he vuelto a escuchar,
y no estoy seguro si esta va a regresar.

¿Dónde estará dicha música restante?
Quizás en algún lugar distante y tratar de hallarla ha sido frustrante.
Por eso ya no lo intento, porque la música siempre fue un invento.

Sus largas canciones, solo me han dejado amargas ilusiones,
y sus suaves baladas me han dejado dolorosas punzadas,
sin poder curarlas, pero siempre sin olvidarlas.

¿A dónde se ha ido la bella melodía?
Tal vez a oscurecer el mediodía.

Nunca entenderé porque ya no ha de sonar,
pero a veces la he de soñar,
y largas horas me ha hecho pensar la razón de su partida,
pero no he podido descifrar a esa bandida.

Desde que se fue nunca más volvió,
pero me harté de meditar porque mi vida evadió.

Probablemente se aburrió de no sonar frecuentemente,
y cansada de esperar impacientemente,
se fue a ver a quién le miente.

Aunque casi seguro sé que regresará
y otra vez me enamorará;
jugará conmigo, me hará su amigo;
esperará unos años, me pondrá un castigo
y se irá de aquí, esta vez no regresará a mi.

La perderé para siempre, me dejará un dolor ardiente,
que afortunadamente se marchará al caducar mi mente;
será brevemente antes que crudamente a mi casa se presente
el señor que deja al naciente,
pone una sonrisa, y se lleva al que agoniza.

Jorge Aguilar Amado