La Fecundada

En la cascada azulada y de una magna sonoridad retumbante, se asea el cuerpo magistral de una bella dama. Toda ella moviendo el cuerpo de tez blanca. Pero, lo que no sabe en ese día de atardecer soñoliento, es que está siendo escrutada por la mirada inabarcable del padre de todos los dioses. Ella canturrea. Mientras finas láminas de lago sacro esconden sus pies de sándalo. Entonces, escucha una voz estentórea. Proveniente del ya en ciernes firmamento noctámbulo. Ella sale cual natura la parió. Y sus ojos son derretidos de salvaje premura; por la aparición estelar del galáctico genio del cosmos. Lleva ese ser una cornamenta rodeada de guirnaldas. Su faz es ancha y abombada. Y su cuerpo es una ínsula de centella calenturienta. Baja a tierra. Y con dos brazos de hielo la somete. Y la coloca boca abajo. Sobre una roca musgosa. Para penetrarla con su enorme falo y al fin dejarla preñada. Cuando ya el acto se ha consumado, ella duerme el sueño de los benditos. Pues ha recibido en su interior el semen ardiente; de quien en el olimpo llaman al unísono el ignoto y poderoso numen de la fecundidad.