La Flor...

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La Flor...



Lóbrega selva putrefacta,
creciendo en yermos suelos
renegridos, por do transitasen
extravías, mis huellas.
Pisando con la desnudez,
de pies llagados, sangrantes.
Perdido en el páramo,
de vegetación pétrea,
durante calendarios inciertos,
vigilando las sombras,
perseguido por oscuridad,
iluminado tenue, por el abismo,
que erguía sobre mi frente,
de matices gris-oscuro
y escarlata por momentos.
Dormitaba bajo alerta,
sin resguardo,
despertando cada vez,
espinado, magullado
y la escondida risa, de los bosques
que siempre vigía,
enseñaba alevosas sus ramas.
...
Caminé solitario,
en taciturnos ciclos,
por aquellos parajes aciagos,
asqueado, por empalagosa vista,
de colores inmutables,
respirando ese fermento,
que no sabe a nada y asfixia.
...
Cuando descubrí,
fortuita una ladera,
de tan soberbia elevación,
pedregosa,
la espesura infame, atrás quedaba.
Empinando los anhelos,
trepé a lo desconocido.
Con dedos que recordaban manos,
aunque simulaban muñones,
deformidad tal, adquirida,
en brava lucha contra el tiempo.
...
Desconcierto hoy genera, el deliberar
cuanto fue que hube ascendiendo,
pavorosa esa cumbre.
Mas propicia me es la memoria,
cuando en mis ojos,
revive letárgico, el instante
en que cesó el alpinismo infausto.
Trabado en estrecha terraza,
conocí la esencia, de lo que no existe
mas que en oníricos sueños.
El fulgor inmenso,
de una pequeña Flor,
quien se batía en las alturas,
contra del mundo y su desdén,
descolorido en envidia,
y contra los rapaces,
que circundaban, voraces,
los inertes cielos.
...
Mas altura continuar no pude,
deteniendo entumecidos mis brazos,
en ese sitio, lleno de aquella vida,
decidí dar guardia de sus pétalos,
de rubor profundo,
que la vista, se extasiaba a su hondura
...
Así...
Con el trapo único, que me envolvía,
le di cobijo,
alimentándome de su belleza,
protegiendo con la espalda,
de las fieras que repelaban con saña.
...
Fue así...
Que durante mi auto-condena,
la mantuve a mi cuidado,
hasta notar que su brillo,
eventualmente,
comenzó a opacar de manera leve
y mustia mimetizaba en derredores.
...
Entendí..
Que lo precioso no es duradero
y hasta lo más supremo se marchita.
...
Negándome estas afirmaciones,
di mi sustento a su agonía,
rajando desesperado mis arterias,
que derramaban raudas,
el sabroso contenido,
deteniendo por períodos cortos,
lo que temía.
...Cuando vacío, ya no di abasto,
conferí mi piel, a sus servicios,
arrancando con uñas y piedras,
resistiendo inmóvil,
el escozor de la carne.
Pero nunca es suficiente...
Y el corazón, que aun pausado sacudía,
dejó conclusa danza,
para ser consumido, cual abono.
...
Muerto...
En el borde,
entre lo real y lo fantástico...
todavía veía.
Y el quebranto,
superaba mi inexistencia...
...
Aun moría...
Lo único que sostenía mi cordura,
amordazado a la conciencia...
Y en inesperada recompensa,
abrí el pecho de mi sombra,
segregando al universo,
que hubiere sido mío,
vertí sobre sí,
el remanente de pureza,
que restaba en lo que era...
Uniéndome en sazón poca,
Al amor infinito,
que representaba,
mi querida rosa moribunda...
...
Contradiciendo la realidad,
en aquella terraza breve,
al borde del abismo
y alejados de la gran jungla,
nos volvimos eternos...  

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