La Fonda del Río

En el pueblo, pasa la carretera bordeando el río. Desde el murete de piedra se pueden ver las truchas como reflejos de plata que pasean por las aguas frías y poco profundas que lavan el lecho de cantos. En un pequeño ensanche de la carretera está la plaza. Allí se abre la puerta de la iglesia, y la fonda. Sobre la entrada cuelga un cartel añoso, con la pintura cuarteada por los soles de los veranos y las nieves de los inviernos, y dice: Fonda del Río.


No somos muchos quienes paramos en la fonda y nadie más que yo, para allí más de una o dos noches. Atiende Fátima, quien se ocupa de la limpieza, de sus dos niños, de la cocina y de Froilán, su padre, que siempre anda a vueltas por la casa.


Froilán tiene al pie de noventa inviernos, no se le notarían si no fuese porque siempre tiene frío. Por las tardes, estas tardes de diciembre, largas, en que anochece con premura, es habitual encontrarlo sentado en el escaño, al lado de la bilbaína*, con su traje de diario y la boina puesta, cubriendo la cabeza despejada. Jorge y Luis, sus nietos, cuando dan fin a las tareas que en la escuela les manda hacer su maestra, suelen acabar jugando en la cocina. Fátima prepara una merienda-cena y cuando terminan, se acercan al abuelo e, indefectiblemente, le piden un cuento, una historia.


- Abuelo, cuéntanos algo -.


Froilán los mira, siempre con cara seria y les dice: - ¿No tenéis que iros a la cama? –


- Sí, pero cuéntanos algo, por favor-.


Y lo dicen poniendo esas caras que sólo los niños saben poner cuando quieren convencer a los abuelos.


Pregunta Froilán: -¿De qué os han hablado hoy en la escuela?-


De cómo se hizo el mundo. Pero yo no me he enterado de nada -, dijo Luis.


- Ni yo -, comentó Jorge.


- Bueno, yo os lo explicaré, es muy sencillo -.


Los niños ocuparon ambos lados del escaño para oír la historia de Froilán y yo, picado por la curiosidad, también me dispuse a escuchar.


“Un día, paseaba Dios por el Paraíso y se encontró a un pequeño ángel que jugaba con el barro en el suelo. Hacía bolas y las iba colocando en orden, de mayor a menor, formando una fila.


-¿Qué estás haciendo?- le preguntó Dios.


– No sé -, respondió el pequeño. - Hago bolas . Juego con ellas como si fueran mundos. Las imagino llenas de cosas, unas con luz, otras con colores, con sonidos…-


Dijo Dios –Lanza la mayor al aire-


Así lo hizo el ángel y mientras la bola recorría el espacio, Dios la bendijo y se formó el sol. Era brillante y daba mucha luz.


–Lanza otra- le volvió a pedir. Y así fue lanzando una tras otra las bolas de barro que había hecho. Se formaron los planetas, y se poblaron de colores. Cuando ya solamente quedaban dos bolas, el ángel cogió la más pequeña y dijo


–Ojalá ésta sea blanca-


Dios la bendijo y se formó la luna, pálida y blanca, que alumbraba en la noche como un farol tenue y lejano. Tomó en la mano la última bola y antes de lanzarla, la acercó a sus labios y la besó. Con toda la fuerza que pudo la envió a lo alto. La bendición divina formó con ella la Tierra y se pobló de sonidos, de vida, de movimiento.


–Lanza una más- pidió el Señor.


-Ya no tengo-, pero agachándose cogió un puñado de barro y lo lanzó sin más. De nuevo la bendición hizo el milagro y aquel polvo que se desparramaba por el cielo, formó las estrellas que adornan las noches…”


Los pequeños estaban adormilados, cuando Fátima los cogió para llevarlos a la cama. Froilán se había quedado callado, pensativo, como rumiando historias.


-No sé si habrá estrellas esta noche- dijo al fin.


–No creo que se vean hoy, está nevando. Lo he visto al cerrar la ventana del cuarto de los niños- comentó Fátima, que llegaba a tiepo de escuchar a su padre.


–Nevando…- dijo para sus adentros Froilán.


–Tal vez vengan lobos a las calles del pueblo… Una vez…. Pero esa es otra historia. Algún día se la contaré- dijo, mientras me observaba con sus ojos agudos y la mirada plácida.





*Bilbaína: cocina de carbón.

 

Es un buen desayuno para mi, es un buen día si lo inicio leyéndote.
El arte de describir requiere paciencia, disfruto los relatos descriptivos porque nos acercan a los pequeños detalles que hacen encantadora a la historia.
Con un cuatro en la decena del número de mi edad, pertenezco a la generación que creció sin tecnología, y las historias de los abuelos eran infaltables.
Gracias a Dios vengo de una familia donde se dialogaba, y las anécdotas y relatos hoy entiendo que me dieron parte de la personalidad.
Con respecto a tu prosa, me enterneció esa versión de la creación del mundo, es de esas versiones en las que uno quisiera creer.
Hermoso ambiente, sencillo, de pueblo y del corazón, y vuelvo a decirte que al leerte es fácil imaginarte narrando en forma audible.
Un abrazo con la admiración de siempre .

PD: espero la historia de los lobos.

 

Se me hace fácil escribir para una minoría. Parece que me salen mejor las cosas y que puedo abrirme sin reparos. Me gusta narrar, contar historias y elaborar cuentos. Cuando mis hijas eran niñas, casi todos las noches les leía alguna aventura o inventaba sobre la marcha. En este rincón de prosa, que visitamos unos pocos, parece que puedo dar rienda suelta a mis historias y nadie se escandaliza si hablo de Dios y un ángel. Las historias surgen de lo que hemos leído, de lo que nos han contado, de lo que hemos vivido. Yo echo mano de todo ello para fabular en mis historias. Pero yo siempre procuro escribir relatos con un trasfondo de humanidad, donde los sentimientos son palpables. Es posible que a mucha gente no le guste, pero me da igual. Es maravilloso tenerte siempre presente, en cada escrito. Saber que cuando cuelgo algo lo vas a leer, porque es como si las cosas las contase directamente a una persona, a quien sé que interesa lo que digo. Me llenan de satisfacción tus comentarios. Eres encantadora, no cambies, pues las personas como tú son un bien escaso y por ello, un tesoro. Feliz día. Un cariñoso abrazo.

 

No podemos agradar a todos, por eso existe la libertad de leer o no leer. Y concuerdo en que escribir para poquitos tiene un sabor especial.
Yo a tus historias las tomo como tesoros, y tesoro en mi diccionario personal es todo aquello que provoca buenas sensaciones.
Gracias por el cariño y la gentileza en una respuesta que me resulta muy emotiva.

 

La verdad es que, después de haberte leído, me parece haber estado en ese mismo hostal; comiendo, bebiendo, durmiendo y escuchando al viejo y entrañable Froilán.
Cuántos Froilanes, y con tanto que contar. Parada y fonda para un magnífico relato encuadrado dentro de otro magnífico relato.
Qué fácil es contar cuando se hace bien... y este es el caso.
Un abrazo Peradejordi.

 

Me gusta narrar, contar historias. Este rincón recoleto del Portal nos permite hacerlo y de vez en cuando me asomo a leer los interesantes relatos que se publican y otras veces dejo mis sencillos cuentos. Disfruto con ello y mi disfrute es mayor, cuando alguien que se acerca a leer, deja una impresiones sobre lo que ha leído. Así, que te estoy muy agradecido, por la visita y por tus palabras, que son muy amables. Un abrazo.

 

Tu historia me trajo a la memoria a mi querido abuelo Sergio, él era un experto contador de historias, qué preciosidad de cuento nos regalas Luis, muchas gracias es todo un regalo.
Abrazos de luz para ti y feliz tarde amigo.

 

Gracias por tu lectura, por tu visita a este ricón de pequeñas historias. Es un lugar recogido, donde nos contamos historias y cuentos, a media voz, para que sólo acudan aquellos a quienes les gusta soñar. Bienvenida, Un abrazo.

 

Llegar a tus historias es como disfrutar de un buen helado bajo una sombra y disfrutar de los encantos que ofrece la narración, cada detalle lo he disfrutado con ese sabor mágico que se percibe a través de la imaginación, tan descriptiva desde que desarrollas la primera idea hasta ese desenlace que hace que uno quiera más. Lo he disfrutado en gran manera amigo Luis. Recibe un saludo y gran abrazo.

 

Me gusta contar historias a los amigos. Eso lo permite muy bien este rincón, pues es recogido e íntimo. Sólo se acercan los amigos y con ellos y para ellos salen mejor los relatos. Me alegro que te haya gustado. Es una narración sencilla, como son las gentes de las que hablo habitualmente, pero tienen ese valor de ser auténticas. Gracias por acercarte a estas líneas y por dejar tan cariñoso comentario. Un abrazo.