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La frescura que le da sombra al amor

Tema en 'Poemas de Amor' comenzado por Hejaran, 17 de Mayo de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 507

  1. Hejaran

    Hejaran Poeta asiduo al portal

    Se incorporó:
    5 de Mayo de 2011
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    LA FRESCURA QUE LE DA SOMBRA AL AMOR

    Con los cantos del alba
    en lírica mañana y trino de
    jilgueros, llegamos al lago de
    cristalinas aguas, de esmeralda y rubí,
    después de recorrer la selva y sus senderos.

    En medio de la arboleda
    vimos reflejadas las flores,
    los prados y las nubes, al caminar
    entre gigantescos samanes sentimos
    placer, como si fuera la melodía de una noche nupcial.

    Amorosos y sombríos
    los gansos de plumaje blanco
    y celestial, se desplumaban con sus picos, como si esto los hiciera excitar.

    El silencio de las
    majestuosas aguas
    invitaban a descansar; a un
    lado mi bella novia esperaba también
    una caricia que despertara el embrujo de nuestro amor y un poco de lujuria y de pasión.


    De pronto los peces
    saltarines hicieron presencia
    en medio de burbujas que se iban
    ampliando hasta un tálamo de tupido follaje, que oxigenaba el lago como si fuera su pulmón.

    La paciencia de un
    martín pescador, hacía que
    con el sol se reflejara en el agua
    su silueta, y el calor hirviente hacía más brillante la corriente.


    Impulsada por una
    fuerza invisible, llegó una
    brisa maravillosa que refrescó
    todo el entorno, con la frescura,
    nuestros cuerpos sintieron aflorar
    el candor del lago como la corriente de un desbordado riachuelo.

    Estar rodeados de
    tanta bondad, hizo que
    despertaran nuestros deseos y
    nuestra ansiedad.


    Y nuestro amor
    haciendo un esfuerzo
    titánico se dejó llevar como
    una nave que naufraga, entregándose
    a los brazos del océano que la recibe en presencia de gaviotas y pelícanos, que silenciosos sobrevuelan esperando que el mar haga el reflujo y devuelva como si tuviera un orgasmo los excedentes de lo que se acaba de tragar.

    Estábamos tan
    entregados a compartir
    nuestra libido que no nos dimos
    cuenta que sobre nuestros cuerpos se mecían los guaduales,
    deleitando con su arrullo a samanes y chircales.

    Mientras nos besábamos
    entre la arboleda revoloteaban las chicharras bullangueras como marineros ebrios que no dejan de reír y de gritar.


    Cuando se colmaron
    nuestras pasiones, pudimos
    apreciar cómo los patos y los gansos
    se profundizaban en el lago buscando el mismo manjar que nosotros habíamos encontrado en nuestros cuerpos.

    Llenos de felicidad,
    antes de partir, nos volvimos a besar.



    HEJARAN - DERECHOS RESERVADOS
     
    #1
    Última modificación: 19 de Agosto de 2011

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