La Garza Blanca

Desde aquellos momentos
cuando la garza blanca
cruzó el plateado cielo
de la tierra oriental,
tú tendida en la arena
mirando el horizonte
hiciste que mi vida
tenga un nuevo ideal.

Desde aquél mismo instante
mis ojos ya no duermen,
pero viven un sueño
de eterna irrealidad:
te veo a cada instante,
te siento a cada rato
y presiento tu aliento
como una tempestad
que hace temblar mi vida,
que estremece mi cuerpo
y un fluido ardiente
me hace desvanecer.

Rompe mujer ahora
esta angustia que sufro
y dadme aliento grato
de vida y de placer,
pues necesito tanto
tenerte entre mis brazos
para saber por siempre
y por toda la vida
lo que es un buen querer.