La larga muerte de Enrique Symns

Habría, diría el payaso, un largo silencio de no ser por estas huestes magnánimas de carruseles superpuestos. Un silencio que le rompería el virgo a los tímpanos ¿Te acordás? La risa aquella, siempre igual o así sonaba, mientras vos ibas y venías con el mismo pucho roto, o embebido en nafta. ¡Saluden, carajo! qué ahí va Enrique en moto por el borde de las décadas.

Había una chica, una enamorada muerta contra el muro, el cuerpo le brillaba con los poemas que le habían escrito los milicos, a las apuradas. Pero el mundo, Rosario y Buenos Aires era un balde de aluminio lleno de muertos minúsculos, lleno de cabezas de mojarras. Eso pasó y no pasó. Vos pasaste y no pasaste, también.

El Luna Park, diría el payaso, era el planetario. Y viceversa. Un ojo verde blando como el haz de un Hércules podrido en la bañera, un monstruo que venía de lejos y arrastraba una marea de hocicos reos a la velocidad del yo-yo.

Qué se yo. Todos esos se hunden en el frío, ahora, Enrique. Se quiebran las paredes y vos no te acordás con quien hablaste y qué mierda te dijeron. ¿Te dieron de comer?


En el medio, en ese largo negro y ese gris azul, en ese punto en que te retuerce la voz una voluta eléctrica, ahí es dónde tu muchacha se perpetuó al fin sobre sí misma. Conociste ahí una felicidad parda que es incapaz de recordarte.

Pero sí, Enrique, vos te morís. Te morís solo. O acaso no escuchás los motores diésel tirando de engranajes que a su vez son tus huesos, tus cartílagos, tus tendones que aporrean teclas que aporrean caballitos con dentaduras de acrílico, y micky mouses, y niños manufacturados, niños bien, niños plus Puan perfectos, inrockuptibles, de peinaditos petit mal y otras yerbas. Sobre todo otras yerbas.

Me caigo en mi propio culo, diría el payaso. Hoy no tengo donde ir, donde dormir, donde morir. Tus compañeros son camperas húmedas colgadas afuera. Los fantasmas tiranos del tiempo te dejaron un hueso, dibujado en un pelpa, bien lejos de la cama.

Todo se va al carajo, Enrique.

Dios es un pelotudo.

Hoy es quince de Julio y vos seguís ahí, en el cuartito.

Las palabras tibias que te hacían de mangrullo se las coge otro.