La Leyenda del Hiperión

... y se empezaron a divisar formas...



Dos cuerpos se entrelazaban en una danza frenética, sobervia, perfecta, como si estubieran trazando el mismo espaciotiempo.

Su vuelo se dirigía para arriba.

Hacia el sol.

Se respiraba libertad y vida.

Una tormenta se avecinaba desde el sur, altiva y ronca, bramando, advirtiendo que no puede ser ignorada.

Los majestuosos hiperiones seguían alzandose verticalmente, ajenos a todo, cojiendo más fuerza, ensimismados en su necesidad de alcanzar la luz. Desplegaban un aura de poder y arrogancia en su duelo, retando al cielo y a los mismos dioses.

Mientras, el sol, les parecía animar concediendoles un traje de destellos y reflejos divinos.

Se oía un rugido acercandose indignado.

Más alto... cada vez más alto... y no paraban.

Una cortina de agua me atravesó impasible en su avance, las nubes negras se apresuraban para impedir el
ascenso del Hiperión.

"No les ha gustado eso de que alguien les pueda mirar desde más alto"

"Tal vez esque desde atrás se les puede ver el culo a las nubes"

Y en un parpadeo todo se volvió blanco.



...y se empezaron a divisar formas...



El propio sonido se desgarró en una titánica carcajada metálica que parecía el fin de un mundo desquebrajandose él solo.

Al mismo tiempo la visión volvía y el bosque de alrededor que antes resplandecía se tornó oscuro y siniestro albergando una ira que justo hacía un instante no existía.

Las nubes impedían el reflejo del sol y oscurecieron la bahia entera.

Busqué a las poderosas rapaces con la mirada y las encontré. Una caía en picado a gran velocidad y su pareja la seguía bajando planeando en circulos en torno al rastro de la otra ave.

Continuaron hasta que la primera termino el trayecto hasta las rocas que había abajo en un impacto brutal que rompió por dentro y por fuera al animal.

La hembra continuó varios minutos su sereno descenso hasta que se poso grácilmente al lado de su defenestrado congénere. Lo observó y a continuación empezó a despellejarlo y trocearlo con su afilado pico, comiendoselo impasible en un cruel y morboso banquete caníbal.

Ella llevaba su descendencia dentro de sí.

Y mientras se alimentaba de las entrañas de su antiguo compañero se abrió un claro dejando que el sol iluminara la tétrica escena mofándose en su dorado y omnipotente trono desde lo alto.

Desvié la mirada.

El universo se abría dolorosamente bello en un arco iris de colores.

Olía a tierra mojada.