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La llorona de Venencia

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por danie, 14 de Diciembre de 2013. Respuestas: 2 | Visitas: 716

  1. danie

    danie solo un pensamiento...

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    6 de Mayo de 2013
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    ¡Mujer desventurada y misteriosa, acongojada por su propio porvenir, caída de las alturas del cielo en una tranquila noche entre las llamas de su vulnerable mocedad! ¡Caída desde los empinados ventanales del Palacio de Ducal! Yo siempre veía su imagen, una y otra vez se levanta su figura ante mí, buscando su inocencia perdida. Pero esta vez no estaba con la belleza de siempre, con la sutileza y elegancia de toda una madre sino mostrando su rostro de pesadez y dolor por su amado niño ahogado. Muchas veces escuchaba un cálido orfeón que manaba su espectro, esta vez un aullido y gemido de dolor acompañaba a su triste corazón, dilapidando una vida magnífica de reflexión en esa capital de desvanecidas visiones y sueños de amor. La Venecia adorada, vergel de la mar, amada por los astros y la luna, por parisinos terratenientes y nobles anglosajones debido a sus pomposas residencias y palacios plausibles del Barroco renacentista, mirando por sus lumbreras amplias con una expresión insondable de añoranzas y amarguras a los secretos que escondían sus aguas taciturnas.
    Yo conocía la leyenda de Venecia, el fantasma de una mujer de alta alcurnia que se suicidó por perder a su hijo en el río. ¿Quién no vio nunca al transitar este estrecho y largo canal a una madre que deambula buscando a su niño? Era la llorona de Venecia, la afligida suicida del Palacio de Ducal. Los que hacen el recorrido por este canal a altas horas de la noche tienen una gran posibilidad de toparse con ella. Yo de hecho me cruce un par de veces con su espectro, con su inigualable belleza de un brillo radiante en medio de la oscuridad. Nunca emitía sonido alguno salvo una melodía parecida a una sacra pidiendo clemencia, solo se posaba sobre el agua, con la cabeza inclinada, mirando las profundidades de la cuenca. Yo siempre la observaba con mi góndola de lejos, ya se tornaba parte del paisaje nocturno que decoraba los canales de Venecia, pero esta vez fue muy distinto.
    Fue en Venecia, bajo el arco del Ponte dei Sospiri, donde vi a la mujer de quien hablo. No recuerdo muy bien toda la escena que envolvía aquel siniestro encuentro. Sin embargo recuerdo con claridad: la obscura media noche, el Puente de los Suspiros y los Lamentos, la divinidad de una silueta, el talante de un cortejo que recorría el estrecho canal y ese nítido aroma a lilas de agua que procedía de su aparición.
    Era una noche muy oscura y silenciosa. El gran reloj de la Piazza acababa de dar las doce, doce campanadas que retumbaban en el silente de la noche. La plaza del Campanile descansaba sin un alma que la transite, las luces del viejo Palacio Ducal se extinguían rápidamente al igual que los faroles de las avenidas. Yo volvía a mi morada desde la Piazzetta por el Gran Canal, pero al llegar con mi góndola frente a la desembocadura del canal se oyó en la noche recóndita una voz penetrante que gritó perturbadamente, procedente de alguna parte del extenso canal. Alarmado por el grito me puse de pie y no me percaté que dejé caer el remo en las profundidades del río. Con mi góndola a la deriva y arrastrándola por la corriente, cada vez me acercaba mas a la procedencia de ese tenebroso clamor. Fue cuando una gélida brisa apagó el candil que se situaba en la proa de la barca y en el horizonte, entremedio de tanta oscuridad, pude advertir una aureola resplandeciente…, era la llorona de Venecia. Pero a diferencia de siempre, esta vez, yo me acercaba a ella. La góndola iba derecho a chocar con la figura espectral. Ya con un temor demencial que me recorría los huesos me puse a remar con las manos para sortear la inevitable colisión. Fueron en vano mis intentos, ya que no podía cambiar la dirección de la barca. Se me cruzó por la mente tirarme al río, pero era una idea muy desquiciada ya que no era un buen nadador y seguro que me succionaría la corriente. Nunca le tuve miedo pero si un profundo respeto, siempre me alejaba lo más que podía de su figura y nunca su aparición estorbaba mi camino, pero esa noche fue distinto, su halo brillaba más que las otras noches y sus lamentos eran más agudos y tenebrosos que lo de costumbre. Trémulo me quede igual que una hoja con el viento, cada segundo que pasaba me acercaba más a su pálida imagen.
    Recuerdo bien su aspecto, llevaba puesto un vestido blanco hasta los pies, su rostro no lo veía entonces porque su costumbre era la de llevar la cabeza agachada mirando las hondas aguas, solo podía ver su larga cabellera azabache y sedosa flotar por la brisa de la media noche, y no faltaba ese aroma a lilas que impregnaba el lugar.
    Finalmente la barca tocó sus pies, fue cuando pude ver el rostro del fantasma.
    La triste llorona levantó la cabeza y ahí fue cuando pude ver su pálida cara. ¡No tiene ojos! grité aterrado. Su cara macilenta era igual a la de una mujer de aproximadamente treinta años pero su rostro definitivamente no tenía ojos, donde debían estar, había dos huecos negros como la misma noche. Se me presentó inmediatamente en la memoria un tramo de la leyenda: decían que la llorona de Venecia, no tenia ojos, ya que en un momento de tanto pesar y sufrimiento, se los quitó, para así no poder ver más el dolor que la albergaba, unos pocos minutos después de quitárselos, se suicido ahogándose en el canal. Un gritó mucho más fuerte que el anterior y más agudo expulsó su boca, el agudo bramido retumbo en las veredas venecianas e hizo estallar los cristales de la fachada del Palacio de Ducal, a pocos metros de ahí. Ahí fue cuando caí al canal atemorizado por la figura espectral. De ahí ya no recuerdo más. ¿No sé cómo no me ahogué?, ¿no sé qué fue lo que paso en verdad?
    A la mañana siguiente, abrí los ojos y me di cuenta que estaba en una cama de un hospital de la región local, una enfermera con una sonrisa que inspiraba confianza, me preguntó: ¿durmió bien?, ¡durmió casi dos días!
    Yo asombrado, respondí: ¿Dónde estoy?, ¿Qué pasó…, qué pasó con la llorona?
    La enfermera se me quedo mirando con extrañeza y me replico: usted está en el hospital regional de San Marcos, los bomberos locales lo trasladaron hasta acá, sus pulmones estaban llenos de agua, casi se ahoga por la asfixia, tuvo un Dios aparte.
    Hizo una pausa e inmediatamente continuó con una pequeña mueca sardónica en su rostro: ¡Nos comentaron que casi se ahoga por navegar en su góndola con un estado extremo de ebriedad!
    En ese instante pensé que lo ocurrido con la llorona podría haber sido un mal sueño, una terrible pesadilla. Recordé que en el camina a casa siempre hacia una parada en la taberna para saciar la sed por el cabernet, ¿será qué esa noche me fui con copas de más, igual que tantas otras noches?
    Llegue a la conclusión que fue un sueño o un efecto alucinógeno producto de mi embriaguez habitual.
    Bueno señor, interrumpió mi meditación la enfermera, me alegro que este mejor, su mujer y su hijo están muy ansiosos por verlo. ¡Me voy y lo dejo con ellos, seguro que tienen mucho de qué hablar!
    La enfermera se marchó pero con su exclamación me dejo más atónito que antes.
    ¿Mi mujer y mi hijo? pero es que yo no soy casado, yo no tengo ni mujer, ni tampoco un hijo. ¿Qué raro? Pensé. ¿Y es mucho más raro qué desde desperté sentía ese profundo aroma a lilas? ¡El mismo de mi pesadilla! Se abrió la puerta de la habitación y entró una mujer, blanca y a la vez pálida como un papel, de extensa y sedosa cabella azabache, con un vestido blanco que le llegaba hasta los pies, era idéntica a la llorona de Venecia, al espectro de mi pesadilla, con la única diferencia que sus ojos estaban cubiertos por unas gafas de sol.
    Se acercó a mi cama y no emitía palabra alguna, solo parecía como si me estuviese observando.
    ¿Quién eres, qué… qué quieres? le pregunté yo, aferrándome a las sábanas e intentando ocultar el temor.
    Ella bajo la cabeza y se quitó las gafas.
    ¡No, no puede ser! ¡Eres tú! Esa mujer no tenia ojos…, era la llorona de Venecia.
     
    #1
    A Lourdes C y (miembro eliminado) les gusta esto.
  2. Lourdes C

    Lourdes C POETISA DEL AMOR

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    Ay que final tan escalofriante! De verdad te ocurrio
    todo esto? La verdad es que empece a leer y no pude
    parar hasta el final. Me encanto tu relato. El final es
    genial. Un placer leerte. Saludos y Bendiciones!!
    Te dejo Reputacion.
     
    #2
    A danie le gusta esto.
  3. danie

    danie solo un pensamiento...

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    6 de Mayo de 2013
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    Gracias Lourdes, ahora que después de tanto releo nuevamente este escrito de antaño (jajaja) paso a darte las gracias por tu tiempo y tu visita. Sigo encontrando algunos errores en él, a pesar de que en su tiempo tuve la ayuda en el foro de corrección de Ross. Ya corregiré algunas cosas más y lo editaré en completo.

    Gracias y disculpa por la demora en la respuesta.

    Un abrazo.
     
    #3

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