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La Luna lloró una noche (Romance triste)

Tema en 'Poemas Melancólicos (Tristes)' comenzado por F. CABALLERO SÁNCHEZ, 12 de Abril de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 356

  1. F. CABALLERO SÁNCHEZ

    F. CABALLERO SÁNCHEZ Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    11 de Enero de 2014
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    La Luna lloró una noche

    (Romance)

    Era la luna de agosto
    de aquella noche estrellada
    resplandeciente y alegre
    como una virgen gitana.
    Los grillos, aquella noche,
    noche serena y fantástica,
    parece que pretendían
    entablar duras batallas,
    porque al «cric-cric» de algún grillo
    otro respondía con rabia.
    El rumor de un arroyuelo
    en la dehesa rondaba.
    Los toros pacían tranquilos
    rumïando con desgana
    mientras curioso el Lucero
    todo lo curioseaba.
    Eran los toros, cual sombras
    que la campiña manchaba,
    negros puñales de muerte
    durmiendo la madrugada.
    Y en medio de tantas sombras
    dos sombras se deslizaban
    acercándose al lindero
    de la tranquila manada.
    Dos gitanillos garbosos,
    dos juncos de pura casta ,
    dos bronceados de carnes
    que, cautelosos, llegaban..
    Eran dos cuerpos de niño
    hechos de fuego y de fragua.
    El más espigado mira
    a un toro que ya descansa
    separado de los otros
    junto al arroyo de plata.
    Visto al trasluz de la Luna
    es el mayor pura estampa,
    en cuyo interior florece
    una armonía que exalta,
    y a la vista de los toros
    el chiquillo se adelanta
    hasta ponerse a la altura
    de la espinosa alambrada:
    es como un junco elegante
    dentro de ropas rasgadas
    por donde surgen radiantes
    sus carnes, canela y malva.
    El más pequeño asustado:

    Hermanillo no te vayas,
    que los toros son «mu» malos
    y luego «omá» nos regaña

    -»Tú eres bueno y amigo
    y jugaremos sin trampa.
    Tú no me harás ningún daño
    que yo no tengo ni espada.»
    -le dice el chiquillo grande,
    el de la más fina estampa,
    al toro que está tranquilo
    rumïando con desgana.
    Cruza despacio el arroyo
    pisa la luna en el agua
    y se lleva, sin quererlo,
    trozos de luna quebrada.
    Extendió su diestra al toro
    esgrimiéndole una espada
    hecha de noble madera
    y, pretendiendo ser capa,
    un amplio trozo de tela.

    Venga torito – le llama-
    juega, torito, conmigo,
    qu’ estamos como en la plaza».

    Un pasodoble resuena
    en el fondo de su alma,
    como si fuera la orquesta
    que suele oírse entre palmas,
    adornando la faena
    que gallardea su estampa.
    A la cita del chiquillo
    se vuelve el toro… y escarba
    muge y mueve su cabeza
    ¡con dos puñales armada!
    Al fin, embiste con fuerza…
    ¡y un ole que se asomaba
    a los labios de la noche
    se le quiebra en la garganta!
    Toro y chiquillo se cruzan
    en graciosas filigranas
    que para el niño es un juego
    y para el toro es venganza.
    Y el torero siente dentro
    que está alcanzado la fama
    que lo levanta hasta el cielo….
    La noche sobresaltada,
    se dolió de dos cuchillos
    que el aire negro rasgaba
    ¡Ay! del dolor de la brisa…
    ¡Ay! que la luna se espanta…
    ¡Ag…! ¡Un grito rasgó la noche
    que deja la sangre helada!
    ¿Qué es lo que pudo ocurrir
    que hasta los grillos se callan?
    El lucero se estremece,
    la Luna cubrió su cara
    horrorizada de ver
    la joven vida segada.
    El cuerpo del gitanillo
    quedó roto con su espada,
    roto por asta del toro
    que no supo que jugaba.
    Y el gitanillo pequeño
    le dijo, mientras lloraba:

    -¡Vámonos ya, Manolillo!
    mira que «omá» nos regaña.
    Levántate que no puedo
    ayudarte. ¡Vamos… anda…!»


    Y ante el silencio profundo
    de su hermano… se levanta,
    toma dos piedras y, al toro
    que tranquilo ya pastaba,

    -¡Él quería jugar!- le dice,
    y se las tira con rabia.

    Pasado el primer momento
    los grillos… siguen su marcha.
    Y en el rigor de la noche
    los gritos de luz manchada
    de la luna y las estrellas
    y del arroyo de plata
    ensordecieron los ojos
    enturbiados por las lágrimas.
    Por eso, quedó, la Luna
    llorando desconsolada
    acordándose sin duda
    de cierta madre… gitana.





    Málaga, Septiembre de 2006













     
    #1
    Última modificación: 12 de Abril de 2014
    A NORBERTO DRESAN y (miembro eliminado) les gusta esto.

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