La mejor compañía

Aquel trago de ron sabía a rutina y tedio,
mientras que yo, sin compostura ni remedio,
buscaba un ángel que me devolviera la cordura,
o al menos un ser humano promedio,
que con calidez, virtud y sin asedio,
me obsequiara unas migajas de ternura.

De pronto te descubrí esa noche a mi lado,
no supe en qué momento habías llegado,
y endulzaste la acidez de mi rostro con tu sonrisa;
el diálogo fue primero mesurado,
igual que caminar en un terreno minado,
lo urgente era, justamente, no moverse con prisa.

Un trago siguió al otro sin que se notara,
la conversación subió de tono en el cara a cara,
tus ojos claros desplegaron artificios que ya conocían;
provocaste sutilmente que sin temor me animara
a confesarte que me ocultaba detrás de una mampara,
y que odiaba recordar cómo los rechazos dolían.

Luego de escucharme no me juzgaste con ligereza,
aunque debo confesar que fue para mí de agria dureza
que me señalaras como coleccionista de mentiras;
admiré la verdad de aquellas palabras vestidas de franqueza,
amé los abrazos, las caricias, los golpes al ego con delicadeza,
los besos clandestinos y las lunas de miel sin itinerario de giras.

Sigues hoy a mi lado desde aquel día,
aún hablas con verdad y amas sin medida;
aún sabes cobijar con el alma mientras regalas alegría.

-G. Arroyo, 06/Mar./2011-

 

No dejes escapar esa bendición.

 

Una bella historia poeta. Las relaciones se construyen y se sustentan con la verdad siempre por delante. Muy buena tu presentación.

Saludos.

 

Gracias, apreciado Ángel. Como siempre, ¡un caluroso saludo desde Costa Rica!

 

Gracias Ciprés1957, abrazos desde Costa Rica... Espero que sigamos compartiendo inspiraciones!!