La mordida madura del deseo

Es un pájaro el espíritu indómito
una selva inquebrantable,
toda una habitación a oscuras
o una silueta a contraluz;
así respira con los aromos,
donde termina el arcoíris
llueve el oro de la niñez,
ese barco de papel
que por las calles navegaba
llevándose los otoños
y la inocencia más pura.
¿Ese pájaro duerme
o se lo llevó el aliento
de los años?
junto con él la inocencia,
pues no pude evitar
decir adiós a mi barco
con su blancura suprema,
el cauce y la flecha del tiempo
apuntan solo hacia una dirección,
el fruto rojo y dormido,
la mordida madura del deseo. ​