La Mujer De Mi Amigo

No estaba equivocado; era mi pobre amigo:
cuatro huesos que andaban
y un bastón de gitano; el semblante afligido,
la mirada desviada.

–Ya ves, no pasa nada –dijo al verme asombrado
–me duele todo el pecho
y un poquito la espalda; hace un mes me operaron
de un tumor en el recto.

Huérfano de dinero y de deudas forrado
puso su vida en venta,
puesto que debió tanto, que el whisky y los zapatos
se los quedó Hacienda.

Un andrajoso abrigo, paciente resistía
el tiempo que se ha ido
y el que está por venir, guardando las mil colillas
de todos los bolsillos.

Del cuello le colgaba con burda languidez
una vieja bufanda
como el péndulo lacio de un reloj de pared.
con las horas contadas.

Viejo amigo -inquirí, por fin nos podemos ver.
Por muy poco –anunció;
aquel tren lo perdí, pues me dormí en el andén
de la última estación.

Ahogando mi pesar, yo quise cerciorarme
si supo alguna vez,
la triste realidad de que yo fui el amante
de la que es su mujer

Me castigó la vida -balbuceó compungido
La vida se ensañó..
Se ensañó en ti también ¿no es cierto amigo mío?.
-dijo con ironía.

De pronto frunció el ceño. Mil bombas a la vez,
dentro de mi estallaban
mientras me iba diciendo: ¿Sabes que mi mujer
es hoy de quien la paga?.

*