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La mujer escurridiza

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Troto, 13 de Mayo de 2017. Respuestas: 4 | Visitas: 949

  1. Troto

    Troto Pablo Romero Parada

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    Llevaba unas semanas pensando en ella. Natalia se sentaba detrás de mí en clase de plástica. Por aquellas, en mi colegio se podía vivir del grupo de los pijos o pertenecer al de los frikis, y dentro de estos, a los de altas o bajas calificaciones. En Plástica nos habíamos reunido en la misma zona los frikis de bajas calificaciones. Era una buena clase.


    Natalia era la chica que mejor dibujaba del curso, y puede que de todo el centro, así que continuamente tornaba mi tronco para apoyarme sobre esa mesa que era lugar en parte del proceso creativo. Recuerdo que se pasó el curso dibujando una mansión a perspectiva isométrica. Generalmente, el resto de las personas le decían que valía mucho lo que hacía y le preguntaban como era capaz. Yo, en esas ocasiones, dejaba tranquila a la muchacha para volver cuando las fieras se centraran en otros resentimientos.

    Como muchos adolescentes me creía único en el mundo y callaba cuando el resto se elogiaban falsamente. Debo admitir que por aquellas tan solo me interesaban sus espontaneidades.

    Disfrutaba viéndola reír nerviosamente y gesticulando con sus flacos brazos. Realmente, si algo se podía decir de ella, era que lucía diferente al resto de las chicas. Se escondía bajo los barrotes del oscuro cabello porque le daba vergüenza que el resto contemplásemos esas maravillosas formas.

    Que se pasara el día dibujando y que la mayoría de los cuadernillos acabasen ingresados en la inapetencia de su memoria hacían de su trazo una actividad noble. Yo nunca tuve algo así. Es decir, me gustaba jugar al fútbol y mirar a las chicas pero eso es algo que le gusta a la mayoría de los chavales. Seguramente, tan solo disfrutaba de ello por sentirme uno más, pero sus obras se alejaban de la mundana aceptación.

    De aquellas, no era capaz de ver que sus inseguridades eran tan reales como los golpes. De aquellas, no vi que dibujando y obviando al resto pertenecía a una lucha que la situaba muy por encima de nosotros. Era tan fuerte que no pude soportarlo. No supe ver que me daba mil vueltas y que, cuando lloraba, lo hacía con todas las ligaduras que llorar conlleva. Que reía con todas sus libertades. No fui capaz de aguantar la estabilidad de su romanticismo.

    Nuestros gustos eran diferentes y aunque de aquellas no fuera capaz de ver la totalidad de su valor, me sentía igualmente interesado y atraído por esa huida que la fantasía de sus ojos anhelaba.

    Era diferente, más de lo que el resto de adolescentes se creían. Existía cierto consenso en la clase sobre ello. Y fui tan idiota de creerme mejor. De creerme en un escalafón superior. Nunca quise admitirlo pero era así. Al final, hasta las personas menos sospechosas llegan a pecar de orgullo. Y fue este mismo el torturador de las diafragmáticas contracciones que mis sentidos entendían de su belleza animal. Puede que esas sonrisas y toda esa hermosa creatividad se haya esfumado ya con lo patológico. Pero son las finuras como las que representaba las que suelen acabar eclipsadas por brutalidades como las que emitimos los hombres acomplejados.

    Espero que no se haya dejado conquistar por todos esos retoques que el miedo del tiempo suele arrebatarnos. Espero que siga luchando como luchaba en aquel pupitre. Espero que no se deje influenciar como llevo dejándome influenciar yo desde el nacimiento. Pues son conductas como la que vi en ella las que me permiten continuar esquivando los pesos de las congestionadas voces. Espero que siga sirviendo de inspiración y que siga desnudando con humor a los ignorantes sabelotodo. No digo que fuera la más inteligente de la clase, pero ya de aquellas comprendía que el placer era más intenso que querer prohibir siempre tanto. Y que la triunfante generosidad jode más que el odio de los perdedores.
     
    #1
    Última modificación: 15 de Mayo de 2017
  2. Los artistas, los creadores, tienen la necesidad de vivir en sus propios mundos, y aprenden a ser independientes de la opinión ajena, para concentrarse en sus espacios, donde se permiten fluir.

    Me encantó tu narrativa, me encanta cuando una prosa es ágil. Es una pena que los foros de prosa no sean tan visitados como los de poesía.
    Entrar acá nos permite hallar momentos interesantes de lectura.
    Saludos :)
     
    #2
  3. Troto

    Troto Pablo Romero Parada

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    Muchas gracias Cecy. Me lo llevo al fondo del alma o lo que sea que me hace entrar en alegría cuando leo comentarios tan halagadores como el tuyo. Es una pena que la prosa no tire más. Gracias. Un saludo.
     
    #3
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  4. Lirae

    Lirae Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Troto, me gusta leer tu poesía, pero la prosa la bordas.
    Me ha encantado esa manera tuya de observar a los demás, en este caso a Natalia,eso también te hace diferente...
    Un abrazo...repito, buenísimo, se lee hasta el final haciéndose corto...
     
    #4
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  5. Troto

    Troto Pablo Romero Parada

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    Vaya. Inmerecidísimo, pero me haces sonrojar igualmente. Gracias por los elogios.
    "Me ha encantado esa manera tuya de observar a los demás".
    "Se lee hasta al final haciéndose corto".
    ¿Existen mejores calificaciones para un escritor?.
    Gracias. Un saludo.
     
    #5
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