La musa y el caballero errante

I

Ahí estás, en tu intrépida marcha,
¿quién osa cuestionarte?
acaso no sabe que ya lo has decidido,
que su intento en vano ha sido.

Solo una fuerza mayor puede moverte;
gélida desde la sombra te observa la emisaria;
ahogado en tus victorias, no percibes...
que contigo ahora está la dicha.

Y es su mirada un regalo que no atrapas,
Y son sus pasos un camino infranqueable,
¿con qué autoridad tu sentido reclama?
¿y es que acaso se siente segura?

Ten cuidado caballero... es su timidez una daga;
su ternura... un destello de luz
tan casta que se torna transparente;
tu destino... ser elegido antes que víctima.

II

Sin haberse enfriado la naciente llama,
el tiempo fue testigo de su independencia.
Y en el día señalado el errante pidió clemencia,
una puerta se abrió para siempre.

Ahí estás, sereno esta vez...
dueño de ese divino momento,
de su dulzura te percatas,
con su docilidad te subyuga.

En la melodía de su voz te meces;
bañada por los rayitos de sol
a tu musa dedicas la victoria,
y a su sonrisa la poesía.

 

Buen escrito el caballero obedece el mandato de la musa, solo espero que tu caballero no caiga en batalla.

 

Muy bello, bien logrado.
Felicidades poeta, que mis cinco estrellas alumbren desde la altura a tu caballero y sus musas.

Saludos!