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La musa y el forastero

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Carmita97, 9 de Marzo de 2018. Respuestas: 0 | Visitas: 316

  1. Carmita97

    Carmita97 Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    6 de Marzo de 2018
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    Género:
    Mujer
    Al lugar llegó el forastero de paso misterioso, con suerte de brujo que al ocaso le puso brillo de magia y con luces de color llenó el lugar, dio el más sublime espectáculo y al terminar; cuando esperaba la más fuerte ovación… solo el silencio quedó, alzó los ojos y no existía nadie alrededor. De pronto, a lo lejos, se oyó una voz, la más dulce que no había oído jamás. Dejó todo lo que traía para alcanzarla, y al llegar, sólo era oscuridad, entonces cerró los ojos y por su canto se dejó llevar hasta soñar desde lo más profundo de su ser. Lentamente sus ojos abrió, y aquella oscuridad la forma más bella tomó. Frente al único habitante, solo sintió sus manos entre las suyas y de un tirón… sin presentación, ya se encontraba en medio de ese mundo irreal; de asombro se llenaron sus ojos, en sus labios las palabras no se formaban y sentía que la magia de ese lugar era una entelequia que no conoció antes.


    Los primeros rayos de luz rompían la oscuridad y miles de preguntas revoloteaban entre sus pensamientos. Al fin pudo ver a su acompañante y su mente no podía recordar si alguna vez vio algo así, simplemente era la belleza hecha musa. Parado sobre rocas de cristal a lo lejos oía el trino de los pajarillos al despertar que formaban el más exquisito réquiem acompañado del murmullo de las hojas de los arboles mecidas por la más cálida brisa. De lo profundo del bosque salieron con un movimiento gallardo seres fantásticos tal elfos que jugaban con las ninfas dando brincos de rama en rama con todas las que habitaban en una colmena. A su alrededor aparecieron pequeñas hadas envueltas en su brillo, moviendo sus alas en sincronía con todo lo demás que habitaba ese lugar, tan fantástico y surreal como la dueña del lugar.


    En el cielo se pintaban los colores del arco iris y miles de mariposas llevaban la noticia de la extraña visita, pronto estaba el forastero conociendo cada paraje uno más fantástico que el otro, lugares que nadie más conoció… Nadie sabía cómo aquella extraña visita llegó a ese lugar, simplemente se mostraban confiados ante la presencia del extranjero. Las ninfas le mostraron su colmena donde se llenaban de los más dulces recuerdos de donde brotaba la más exquisita miel. Las sirenas le cantaban las canciones de vidas pasadas, de tristezas y alegrías, las hadas le enseñaban a soñar cerrando los ojos con todas sus fuerzas sentía mecerse a unos centímetros del suelo, los seres fantásticos le llevaron a la cima de la montaña más alta de donde podía ver la extraordinaria inmensidad; al contemplar la armonía de todo el lugar al norte pudo divisar una luz tan parecida a una estrella cubierta bajo el manto de la aurora boreal.


    En un momento el forastero fue llevado hasta las puertas de aquello que le pareció una estrella el cual era un palacio de rocas de cristal hecho de sueños, risas y recuerdos de gente buena. Ansioso por ver que había tras esas puertas dio un paso al frente y de pronto sintió en los hombros una mano que lo detuvo, era la musa que se puso frente a él, lo miró fijamente a los ojos y a través de ellos lo conoció; fragmentos de la vida de aquel forastero pasaron uno tras otro, dejándole ver sus temores, sus sueños, sus alegrías y sus derrotas hasta el último suceso en su vida el cual lo dejó errante. Cuando al fin pudo ver su corazón, la musa se llenó de tristeza porque había un vacío enorme en él, y entonces supo que aquel forastero no podría cruzar el umbral ya que tras esas puertas se encontraban secretos invaluables, como el secreto de la vida, la felicidad, era simplemente el corazón mismo de todo el lugar y si alguno de corazón vacío lograba entrar todo ese mundo se destruiría.



    Creada de sus más dulces sueños, un sueño dentro de otro sueño que al despertar solo quedaría en su recuerdo…. El forastero no podía permitirlo, con todas sus fuerzas se aferró a aquella quimera, sin embargo la noche iba cayendo y ella sabía que el forastero no podría quedarse, aun le faltaban historias por vivir y mundos por recorrer, pero también sabía que tras su travesía un día podría volver; lo abrazó con fuerza hasta sentir su propio ser en medio de una gota de una lagrima fugitiva entonces puso en el bolsillo de su abrigo una caja pequeñita que si aún era el deseo de su corazón podría abrirla y regresar a tan maravilloso lugar y volver a ver a su dulce musa. Tras ese abrazo ella se alejó poco a poco, hasta ser simplemente un espejismo en el aire y desaparecer junto a ese mundo lleno de fantasía. Vanos fueron sus intentos por mantenerse en ese lugar solo sintió en su corazón el frio del abandono, la impotencia tras la despedida y al final solo sintió en sus mejillas la cálida gota de una lagrima al caer y en ese momento la noche cayo para siempre.


    Sobresaltado por las frías gotas de lluvia que caían en su rostro el forastero despertó, y a su alrededor se encontraba su carreta, su maletín junto a la hoguera mojada con sus artefactos de prestidigitación, una lámpara en el piso, una jaula rota y a unos metros se hallaba una cabaña deshabitada; con cuidado se fue acercando hasta el portón, subió ligeramente el primer peldaño y notó que la puerta estaba abierta, sigilosamente entró dio unos pasos y realmente no había nadie ahí. Cada cosa se encontraba en su lugar, seguramente los habitantes fueron gente muy metódica, amante del arte que hace muchísimo tiempo dejaron el lugar; distraído por cada obra de arte llegó hasta el centro del salón donde sin darse cuenta pisó un objeto, inmediatamente se inclinó a recogerlo, era un retrato y cuando lo hubo limpiado, su rostro se llenó de asombro y nostalgia al ver esa imagen. Por un momento el tiempo se detuvo y su mente viajó entre ambos mundos, metió su mano al bolsillo de su abrigo y sacó la caja pequeñita, su corazón comenzó a latir con más fuerza, en su frente sintió un sudor frio al tener entre sus manos aquella cajita y la imagen de su dulce musa. Entonces recordó que solo con el más sincero deseo de su corazón podría abrirla, así que cerró sus ojos trayendo a su memoria ese encantador lugar lleno de magia junto a todos sus habitantes y esa caja pequeñita se abrió; entre sus manos tomó ese objeto brillante que no era otra cosa más que una brújula que apuntaba al norte.


    El forastero de paso misterioso comprendió que aquello no había sido un simple sueño, al ir saliendo de la cabaña en los cuadros que se encontraban en las paredes pudo ver los retratos de los elfos, de las ninfas, de las hadas, y aquel castillo de piedras de cristal. Entonces comprendió que para regresar a ese lugar debía llenar su corazón de sueños, de momentos felices y de todo el amor que podía dar; así caminó por todo el mundo llevando consigo en su morral sus artefactos para dar grandes espectáculos, su pequeña cajita con su brújula y en el bolsillo de su camisa, muy cerca de su corazón la imagen de su dulce musa.
     
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