La Palabra

Fluye torpe en el comienzo,
brota, sale, surge, mana,
nace cándida o soberbia,
profunda, pueril, malsana.
Se deslíe por los aires,
es llanto o es carcajada,
nos embriaga de emociones,
nos enciende o nos apaga.
A veces, es grito hiriente,
insulto, queja, plegaria,
traduce las sensaciones,
los pensamientos, las ansias.
Es altiva en ocasiones,
dura, cauta o trasnochada,
vulgar, fina o temerosa;
el arma más codiciada.
Es errática, traviesa,
tierna, brutal, despiadada,
según los labios la digan
nos seduce o nos maltrata.
Golpea con rabia muda,
acaricia con audacia,
su vuelo es raudo y perfecto,
pleno de luz y de gracia.
No hay poder que la encadene
si el sentimiento la gana;
manantial que nos ahoga
si pretendemos ahogarla.
Expresa los sentimientos
que se atesoran sin pausa;
odio, pasión, amargura,
lujuria, amor, esperanza.
Es el puente que nos une
sin credos, castas ni razas,
nos comunica y entiende,
nos eleva o nos degrada.
Se libera en lo profundo
desembocando en el habla,
emerge desde el abismo
ancestral que esconde el alma.
Son las letras que se juntan
y a nuestros labios escapan,
sonidos, que articulados
dan el don de la palabra.​

Irma Recio López​