La palabra

En ocasiones, cuando me siento mal,
me reúno con mi amiga la palabra,
y la hago bailar a mi voluntad,
como si en mi bosque de oraciones ella fuera mi hada.

Puedo hacer que sea tan dulce como un pastel,
o tan amarga como un limón,
puedo hacer que sea tan suave como tu piel,
o tan dañina como la espina provocada por el desamor.

Puedo hacer que te acaricie,
o también hacer que te hunda en la más profunda de las tristezas,
puedo hacer que te eleve de nuevo a la superficie,
o que te pese tanto que no puedas ni levantar cabeza.

Ponme una palabra y levantaré con ella la pasión,
porque no hay nada más fértil que una palabra pura
o también puedo hacer que se haga un socavón,
porque no hay nada más mortífero que una palabra untada en dolor.

Una palabra noble vale más que mil imágenes sin sentido,
lo único que puede anular una palabra es otra igualmente coherente,
ni los golpes ni los gritos,
sino una palabra que sale de una reflexión inteligente.

Haz que bailen las palabras en tu boca,
y que dancen al son de la música de tu voz,
que bailen, dancen, brinquen, pero sin volverse locas,
y que nazcan de lo más profundo de tu corazón.

Intenta usar las palabras para ayudar,
no para dañar ni mucho menos para matar,
pues una palabra es la diosa del lenguaje
y como diosa todopoderosa destroza hasta lo más grande.

Deberíamos sentirnos tan diminutos ante las palabras,
que no deberíamos ni tener el valor de usarlas,
porque hay tanta gente que las usan mal,
sólo para herir y traicionar.

Recuerda que puede levantar, hundir, arreglar, destrozar, fortalecer, debilitar,
todo depende del uso que le das,
pueden hacerte hasta reflexionar,
como estas palabras que acabo de pronunciar.

 

Quienes escribimos somos especialmente conscientes del inmenso poder que tiene la palabra y, por ello, debe usarse con cuidado. Me ha gustado tu reflexión. Mis estrellas para tu poema. Un abrazo.