La Pequeña Tanya

No dejo de buscarte...
entre las espigas que se alzan
sobre el sol del atardecer;
meciéndose,
esperando el ocaso
del día en que te marchaste.

También te busco en la penumbra,
esperando que las olas
reciten la armonía de tu nombre,
sazonado con la sal
de tu sonrisa dibujada,
en la arena de una playa solitaria

También le hablo a una flor morada,
busco tus palabras
perdidas en la simetría
de sus pétalos de un día,
y me ahogo porque
no me dicen nada.

Recuerdo el empuje
de tu inocencia,
acabando con la pétrea necedad
de mi indiferencia,
con la impávida oscuridad
en que a veces me arrojaba.

Lucho con tu ausencia,
desterrando los granos
que tallan soledad en mi
alma abandonada,
náufraga en un desierto
donde tu recuerdo
es mi agua.

Quiero tus abrazos,
cálidos,
eternos en mi valle
que los regala cada día
con el sol de la mañana;
y los recibo,
aunque sea solo un instante.

No te vuelvo a ver,
pero estás conmigo;
aferrada a mi memoria,
cómo hoja sedienta de humedad,
que no deja morir a las raíces
porque sabe que algún día lloverá.

Fuiste lo mejor
en un jardín de cuatro flores;
la más pequeña,
la más perfumada,
la primera en florecer,
la primera en adornar otros lugares.

No dejo de buscarte...
En mis lágrimas que te celebran,
en la inocencia sincera
que siento me consuela,
cuando el alma juega sola.

Te extraño,
y por eso no tardes en estar de nuevo;
aunque sea solo un momento,
aunque sea entre la bruma efímera
de este sueño mío que cada día...
Me mantiene vivo.

 

Colmados de emoción estos preciosos versos querido amigo... luminoso y conmovedor...
Un gusto volver a leerte...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

 

Muy bello y sentido poema, sensible escritura para un emotivo contenido. Un abrazo amigo Alejandro. Paco.

 

Gracias amigos... Feliz de volver a estar por aquí...