1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

La pérdida de Alhama

Tema en 'Tu Obra Maestra (en verso)' comenzado por Littera, 16 de Enero de 2012. Respuestas: 1 | Visitas: 1285

  1. Littera

    Littera Poeta asiduo al portal

    Se incorporó:
    4 de Enero de 2011
    Mensajes:
    337
    Me gusta recibidos:
    99
    Género:
    Hombre
    [​IMG]
    A Gema Carrillo

    Del crepúsculo a la hora
    en que el Sol apenas raya
    con sus últimos heraldos
    las cimas de las montañas

    y sin otra compañía
    que de las brisas las rachas
    y de pensamientos mil
    las ocultas asechanzas,

    con semblante fatigado
    y severo paseaba
    las coloridas arterias
    de la silente Granada

    rey moro tan virtuoso
    llevando al hombro la aljaba
    como baquiano maestro
    con mano en la cimitarra.

    Armígero combatiente
    hecho al fragor de campañas,
    cada pelo y cada fibra
    de sus desenvueltas barbas

    en la sangre de enemigos
    hubo de verse mojada
    para deleite de Marte
    y recreo de Diana.

    Si vez alguna temieron
    las fuertes tropas cristianas
    a sarraceno adversario
    en las prolijas etapas

    por que la cruenta guerra
    de odios en arcos y en lanzas,
    de inquinas, celos y duelos
    dirimidos por espadas,

    a lo largo y a lo ancho
    de la gran tierra de España
    sin visos de concluirlas
    sus penumbras dilataba,

    fue a quien en aquel momento
    las poderosas espaldas
    sobre fría y muda roca
    lentamente descansaba.

    Ya la miente le traía
    suculentas remembranzas
    de más triunfos que derrotas,
    de episodios y de hazañas

    con que los meros mortales
    los laureles de la fama
    obtienen y de los dioses
    el huidizo tacto alcanzan;

    ya a los flejes del recuerdo
    fervorosas asomaban
    narraciones innombrables
    de pretéritas jornadas,

    cobardes escaramuzas
    junto a vibrantes batallas
    que galardonan y otorgan
    a los nombres resonancia;

    ya con placer infinito
    las limpias y finas aguas
    de la más cándida y tierna,
    de la más inocua infancia,

    con la dicha por bajel
    sin agitación bogaba,
    haciendo de tanto en tanto
    concisa y somera pausa

    para quizás aspirar
    de los aires la fragancia
    o descubrir el latido
    y pulso a la noche clara;

    ya de la nutrida mente
    los caprichos se extasiaban
    en la romántica imagen
    de calmosa y fresca sala

    dispuesta en de la ciudad
    la superior atalaya,
    donde, a la luz bendecida
    de amable y rica almenara,


    las historias de los sabios,
    si sus voces agotaban,
    eran al oído ajeno
    motivo de bienandanza;

    ya la grave majestad
    de la orgullosa alcazaba
    por la injuria de los tiempos
    nunca jamás atacada

    relucía de consuno
    con toda aquella muralla
    de lienzos o de cortinas
    entre torres albarranas

    y tenaces baluartes
    bellamente salpicada
    a sus ojos clausurados
    y a sus pupilas cerradas;

    ya al influjo de Morfeo
    del Genil y del Guadiana
    parecíale escuchar
    la sinfonía arrullada,

    y cómo cerca de allí,
    en de un quejigo las ramas,
    pájaros cantores quiebros
    hacían con sus gargantas.

    Mas vano fuera negar
    que por sobre estas estampas
    de quietas o belicosas,
    de suaves o fieras gracias,

    con ímpetu irresistible,
    con violencia inusitada,
    en la calígine esbelta
    y donosa dominaba

    su pronunciado onirismo
    y fantasía bizarra
    la especiosa silueta
    de la refulgente Alhama.

    Que clavel más exquisita
    y a la par más perfumada
    que de los campos de Oriente
    la secreta y linda alharma,

    no se sabía en el mundo
    ni de princesa ni dama
    que hubiera el rostro más fino,
    la cintura más lozana,

    el cuello más delicado,
    la sonrisa más gallarda,
    el seno más sugerente
    y sendas manos más blancas.

    Quizás por tales motivos,
    y porque a pecho que ama
    muy poco se le presenta
    en pulcra y bruñida alhaja

    si su púrpura beldad
    no camina acompañada
    de quien la tormenta rompe
    y hace explosionar la calma,

    jurado el moro le había
    con las frases más sagradas
    y los votos más augustos
    que mientras le fecundara

    un señero humor las venas
    no balista o algarrada,
    no fundíbulo o ariete
    a debilitar bastara

    de su afecto, sentimiento
    y pasión inigualada
    la selecta, pertinaz,
    fornida y ardiente plaza;

    pero también que, en perdiendo
    por de Alá la ira y saña
    su sedosa compañía
    y su preciosura ignara,

    no dudaría en pasarse
    sin escrúpulo en el alma
    a través del corazón
    aguda y buida daga.

    Las voces de su protesta
    así en silencio evocaba,
    haciendo de piedra inculta
    olímpica y diva cama

    en cuanto el grácil poniente
    tendía sus muchas galas
    por la atmósfera nocturna
    de luceros recamada,

    cuando los sordos pilares
    estremecieron sus basas
    y las córneas cristaleras
    sobresaltaron sus jambas

    al estrepitoso son
    de añafiles mil de plata
    y al formidable traquido
    de crueles y torvas cajas.

    El alarbe despertose
    cual en medio de borrasca,
    sintiendo de su reposo
    las hojas mustias y ajadas

    y creyendo vislumbrar
    con rotunda reluctancia
    la faz pérfida y astuta
    que revela la desgracia.

    Desenvuelto y puesto en pie,
    la alcaicería cruzaba
    quizá con la roja sangre
    despidiendo azules llamas,

    y, fatigando las piernas
    con de un diablo la rabia,
    fue su carrera a parar
    en el sitio del alcázar;

    ligero, allí dirigiose,
    la vitalidad turbada,
    a su fiel Aynadamar,
    corcel de la mejor raza,

    rápido como gacela,
    renegrido como dalia,
    al que, con amor besando
    en la pujante quijada,

    “Transpórtame, hermano mío,
    hasta la brillante Alhambra,
    pues sin ti y tu energía
    conoces que no soy nada”

    le dijo acordando escenas
    de impetuosas algaras
    por su colosal vigor
    cuando perdidas ganadas.

    Izado sobre la bestia,
    que en las posteriores patas
    como fabuloso grifo
    sin esfuerzo se elevaba,

    no bien afirmó la cincha
    agravió con las rodajas
    los corvejones de aquella,
    dándole con ello alas,

    pues vuelta un negro Pegaso,
    en locura desfrenada
    salió por Bibataubín
    rumbo a la pródiga landa.

    Emperatriz de la esfera,
    la media luna regaba
    huertos, jardines y pastos
    con las más sutiles auras,

    si acariciando olivares
    y humedeciendo naranjas,
    también regalando viñas
    y arrebolando manzanas,

    y hubiese continuado
    en su idilio con las jaras
    de no turbarle la paz
    lúgubre y siniestra mancha

    que, con una vehemencia
    y una intensidad vulcanias,
    recorría sin cuartel
    la temblorosa Alpujarra.

    Siendo más intempestivo
    esmeril u horrible bala
    que entre cerros y colinas
    remedo de sombra humana,

    a un lado ya el Sacromonte
    con melena desatada
    y a otro ya el Albaicín
    el caballero dejaba,

    cuando, al punto en que más lejos
    parecía hallarse el alba,
    franqueó con diligencia
    la insigne Torre Quebrada

    del distinguido palacio
    en que elitista prosapia
    de Al-Andalus los destinos
    a hierro y fuego mandaba.

    Habiendo dado descanso
    a su équido camarada,
    batió talones, mil gotas
    recorriéndole de nácar,

    por pensiles custodiados
    de arrayanes y de aulagas
    hasta que, de las violetas
    las bondades desechadas

    del mágico mirador
    de la sensual Lindaraja,
    el Patio de los Leones
    confrontole cara a cara

    con figura de alfaquí
    venerable y soberana
    que vino a entregarle entonces
    misteriosa y flébil carta.

    Le sobraron los suspiros,
    le faltaron las palabras,
    al navegar los renglones
    que en cruda letra bastarda

    una pérdida prendida
    de afrenta, dolor e infamia,
    de insulto, oprobio y bajeza
    con amargura anunciaban.

    Ser sus dos pupilas viendo
    de lágrimas tarazanas
    y sus consumidas carnes
    destructible y frágil gasa,

    encomendó a su vasallo
    aquellas líneas quemara
    y a cenizas redujese
    en algunas ígneas brasas,

    e incontinenti, además,
    le elogió con dicción flaca
    cuantos honestos servicios
    hicíesele en la distancia.

    Pues liberado y en salvo
    de toda intrusión extraña,
    “es la muerte una hurí
    que acomete solitaria”

    era idea o raciocinio
    que su angustia moderaba
    y viva luz de repente
    vertía en su ánima opaca.

    Pero en cambio su interior
    bajo furibunda lava
    no tan solamente ardía
    expulsando polvo y granza,

    sino que a los precipicios
    de la demencia y vesania
    con trancos firmes corría
    cuando acaso no volaba,

    conque no su abrupto cuello
    y sí sus rufas entrañas
    fueron quienes dispensaron
    a la emoción lengua y habla:

    “Deidad todopoderosa
    que entre sierpes y alacranes,
    entre jinetas y canes
    germinasteis de la rosa
    cada estípula olorosa,
    escuchad a vuestro hijo
    Abd-al-Basid sin cobijo
    y alabeada su fe
    por cuanto el destino ve
    y aprueba contra él prolijo.

    Si honrasteis de oro las tierras
    de la nación argelina
    y de intrepidez felina
    pertrechasteis en las guerras
    que asolan llanos y sierras
    a la fuerte Tremecén,
    volviéndola en almuedén
    que suministra su canto
    con irrepetible encanto
    a quien le guarda desdén;

    si al errado penitente
    que cruza el hosco desierto
    siendo más fantasma muerto
    que criatura viviente,
    que derrama sobre ausente
    crasos almudes de aljófar,
    le aflojáis el duro almófar
    y halagaisle los sentidos
    con mil humores prohibidos
    que acendran su pobre azófar;

    y si a las hembras de Fez
    en tanto ilustran gamellas
    con manos y risas bellas
    dibujadas en la tez
    las hacéis de vez en vez
    confundirse con el iris
    por brillar cual las de Osiris
    sus enfáticas genillas,
    por enseñar maravillas
    tocantes a casiopiris,

    ¿por qué me abandona hogaño
    vuestra égida y favor,
    vuestra defensa y calor,
    cuando en los tiempos de antaño
    erais la cura a mi daño,
    la corriente a los pulmones,
    la espuma en las abluciones,
    del alfanje la bravura,
    del poder la brosladura
    y del templo los pendones?

    Noticias me son venidas,
    las cuales a grito herido
    el bienestar prometido
    por vuestras mandas mentidas
    y vuestras voces fallidas
    me arrebatan de los dedos,
    dejando mis sueños ledos
    al presente transformados
    en cálices vaciados
    y en incisivos roquedos;

    noticias que, ¡oh desgraciadas!,
    cuentan cómo el capitán,
    si no buitre o gavilán,
    de las rivales mesnadas
    por suertes afortunadas
    no tan sólo ha debelado
    mas ha del todo arrasado
    de Alhama el emplazamiento
    con furor sanguinolento
    y frenesí extremado.

    En su soberbio recinto,
    cuantos ajimeces eran
    ojos por que se abatieran
    de la pena el laberinto
    y del pesar el instinto
    ahora vense terreros
    en los que hados traicioneros
    han disparado sus cargas
    de culebrinas amargas
    y frías como sileros;

    cuantas solemnes e ilustres,
    nobles y enhiestas columnas
    eran del primor alumnas,
    ya convertidos sus lustres
    en meras algas lacustres
    donde los insectos moran
    y los males avizoran,
    con lamentos desgarrados
    y clamores estragados
    se retuercen mientras lloran;

    y cuantos en las cornisas
    y en las bóvedas lucientes
    mocárabes a las gentes
    extasiadas y remisas
    eran balizas precisas,
    si no plácidas estrellas
    o singulares centellas,
    caen cual de un garzo cielo
    al brutal y necio suelo
    las concreciones más bellas.

    ¿A qué con numeración
    de horrores y ruinas tantas,
    de circunstancias magantas,
    proseguir si el corazón
    la postrer resolución
    ha tomado en esta hora
    de marchar con quien adora
    y sólo salvarle puede
    de tortura que transgrede
    cualquier virtud duradora?

    Sé, pues las piernas me fallan
    y el acorde de mi vida
    en el Mavorte fruncida
    roncos rugidos lo acallan,
    que de las gemas que hallan
    en el cimero entoldado
    de mi ser aniquilado
    los dos vidrios verdinosos
    contemplo los cercos rosos
    por última vez de grado;

    que con cada nuevo instante
    que eterno muere y se extingue
    más mi conciencia distingue
    cuál el agente causante
    de aquesta aflicción cortante,
    de aqueste estertor acerbo,
    en el orbe ruin, protervo,
    atroz y sórdido ha sido,
    y por ello, demergido,
    en pira me abraso y hiervo.

    Sabed vos, puerco profeta
    promotor de falsedades
    que transmiten las edades,
    que si de púas repleta,
    todavía arma secreta
    custodia y serva mi prez
    con que con rotundidez
    librarse de las argollas
    que anillas llamáis zorollas
    bajo falacia rahez.

    Yo, el último abencerraje,
    nombrado por los cronistas
    cual por mil antagonistas
    como adalid de coraje,
    víctima de vasto ultraje
    no a vuestro nombre traidor
    del que ya soy desertor
    mi último servicio ofrendo,
    sino que lo brindo y tiendo
    en el puro del amor.”

    Y en diciendo en modo tal,
    despojose de la capa
    y sustrajo un chafarote
    de bruñida y lisa vaina,

    quien reprodujo en su filo
    el empíreo de la Arabia
    velando baldíos yermos
    de arenas tenues y flavas.

    Trepidó su punta corva
    y titilaron sus cachas
    en medio de un leve halo
    que a la sazón lo bañaba,

    y al momento, cual si hubiese
    derechos en él la magia
    y recóndito conjuro
    privilegios y ventajas,

    transformose sin aviso
    en áspid de ciento escamas
    que, escudriñando al través
    de impenetrables pizarras,

    clavó los letales dientes,
    de tigre mortales zarpas,
    en del islamita el torso
    de piel indefensa y blanda.

    Mordida por el veneno
    la insustituible trama,
    este dobló las rodillas
    ante la tercera parca:

    no en el hilo de la muerte
    padeció que lo abrazaba,
    porque hendido el de la vida
    no padece aquel que ama.
     
    #1
  2. Dennisse

    Dennisse Invitado

    interesantes versos y -largos- parece que se lucha con la identidad en ellas, abrazos, Denn
     
    #2

Comparte esta página