1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

la princesa Mirala

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por miara, 1 de Febrero de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 888

  1. miara

    miara Poeta asiduo al portal

    Se incorporó:
    24 de Febrero de 2015
    Mensajes:
    313
    Me gusta recibidos:
    338
    Género:
    Mujer
    En un reino llamado Castrion, en un mundo paralelo, había un rey de nombre Hickno que tenía dos hijas. Las dos eran hermosas, de cabellos rojos como una antorcha luciendo en la medianoche, piel como la nata y ojos azules como los lagos que existen en los paraísos soñados. Pero sus caracteres eran opuestos, para desgracia del atribulado rey, pues su hija mayor y heredera, era la causa de que sus días se agotasen por momentos. Mirala, la primogénita, era todo un carácter. Nunca se la podía contrariar, pues tenía ataques de ira tan violentos, que no quedaba un plato, ni objeto que encontrase a su alcance, que no acabase destrozado, hecho añicos, contra el suelo o paredes del castillo. El rey, hombre bueno, tranquilo y conciliador, pero débil a la hora de enfrentarse a los caprichos de su tirana hija, vivía sobresaltado porque se veía desbordado por el frenesí de Mirala. Su otra hija, Miranda, intentaba calmar, sosegar a su padre, a la vez que trataba de conseguir que su hermana mayor entrase en razón. Pero todo era inútil contra el talante voluntarioso de Miranda, que consideraba que todos los que se oponían a sus deseos, intrigaban contra su persona y eran unos traidores al reino. Cansado de discutir, todos los días, a todas horas, el corazón del rey dejó de latir y lo hizo con un suspiro de alivio, pues no tendría que volver a enfrentarse nunca más a la furia desatada de su hija. Pero el problema seguía para los vivos que ahora tenían a Mirala por soberana…

    Miranda, le pidió a su hermana que se moderase, ya que en sus hombros recaía una gran responsabilidad. Que no fuera egoísta y pensase en sus súbditos, en el bienestar general que podría reportar si tomara decisiones sabias y justas. Mirala, se enfureció, acusando a su hermana de desear el trono para ella y mandó encerrarla en una mazmorra hasta que reflexionase sobre su conducta. Se enemistó con sus vecinos, con los que siempre había habido un trato cordial desde tiempo inmemorial. Sus consejeros le sugirieron, que para tratar de reforzar el reino, para conseguir una posición afianzada, debía elegir un esposo adecuado que respaldase sus decisiones, y añadiese riquezas al nuevo linaje. Mirala accedió y se presentaron los hijos de las más importantes casas reales a solicitar su mano. La princesa podía ser encantadora si el fin lo justificaba, y no enseñó sus garras. Pero ninguno la gustaba: uno era demasiado viejo (no podía soportar la vejez, ni la enfermedad, ni los defectos físicos. Cuando paseaba por sus tierras y veía a algún miserable que se atrevía a pedir a su paso, apartaba la vista con gran gesto de disgusto y pedía a sus soldados que lo echasen de allí sin miramientos); aquél, demasiado flacucho; el de allí, gordo y seboso. Ese de allí, afeminado. Así calificaba a todos, y a todos desechaba porque nadie estaba a su altura. Entonces, apareció un príncipe, sin credenciales, desconocido para todos, que deslumbró a Mirala. Nunca había visto un hombre tan interesante, tan apuesto, tan gallardo y galante. Sus ojos verdes, su cabello rubio como los doblones de oro, la volvían loca de amor.
    Sus consejeros le dijeron que no tenían referencias de aquel príncipe que se hacía llamar Agravar, que tenía que asegurarse de que era un partido adecuado, fiable. Mirala, tuvo uno de sus ataques, y mandó azotar a sus consejeros por llevarle la contraria y no confiar en su elección. Aceptó, sin más, que Agravar se convirtiera en su marido, aunque éste le hizo una petición: que cuando se casasen, durante la ceremonia, admitiese delante de todos, que se entregaba voluntariamente a su marido, y que protegería la vida de éste, incluso de si misma, considerándole en los mismos términos de igualdad que ella frente a su pueblo, y todo a través de un solemne juramento de lealtad a su cónyuge.

    Llevada por el deseo profundo, desconocido hasta entonces para ella , que sentía por Agravar, accedió con gusto a su exigencia. Y cuando se produjo el hecho, ella, delante de los invitados y el pueblo allí reunidos, reconoció a su esposo como su igual, merecedor de su corazón y confianza. Entonces, él se acercó. La abrazó contra sí y la besó apasionadamente . Mirala, sintió que flotaba, pero la sensación duró poco. Cuando abrió los ojos, esperando ver a su espectacular esposo, a sus pies se encontró con una gran rana de un colorido verde que la miraba con sus saltones ojos.

    - Lo siento, Mirala. Algunas sorpresas son así. Fui hechizado por un mago que quiso probar en mí un conjuro . Me transformó en un humano, creyendo tal vez que me hacía un favor. Pero soy una rana y siempre lo seré. Le supliqué que revertiera el hechizo y me dijo que sólo había una forma. Que una princesa me aceptara públicamente como su marido y rey; una princesa egoísta, dura y engreída. Cuando oí hablar de ti, supe que eras la elegida, la que me devolvería mi naturaleza.

    Mirala, se puso toda roja, a punto de explotar, y quiso aplastar a la rana, pero los soldados, la detuvieron. La rana, aunque tuviese ese aspecto, era su rey. El juramento salido de sus labios, había sido claramente oído por todos los presentes y no podía ser obviado.

    - ¡No, no puede ser!. ¡Me ha besado una rana, una repugnante rana!. ¡No es posible que me haya casado con un maldito batracio!.- Y Mirala se tiró de los cabellos, llevada por la desesperación, de la locura de haber caído tan bajo, de estar expuesta a la burla, a la mofa general del populacho. Y sin pensárselo, como siempre había hecho, se tiró por la alta ventana de la capilla, cayendo hacia el duro suelo del castillo.

    Nadie sintió la muerte de Mirala, porque ésta nunca sintió nada por nadie, salvo llevar adelante sus deseos y caprichos. Y Agravar, el rey rana, de hecho lo fue. Fue el mejor rey que tuvo Castrion, justo, amable, fuerte y poderoso. Sacó a Miranda de su prisión, y le pidió que eligiese un partido entre todos los jóvenes que habían acudido a solicitar la mano de su hermana, acertando en su elección.

    Agravar vivió muchos años, incluso para un ser humano (debió ser por un efecto secundario del hechizo que le convirtió en humano) . Se retiró cuando vio que había cumplido con su obligación, y que su heredero, el hijo de Miranda, estaba preparado para sucederle, habiéndole tenido desde la niñez como su mentor, su maestro. La rana rey, regresó a su hogar, su charca, y sentado sobre un nenúfar, reflexionó sobre su vida, y se dijo que no había estado nada mal.
     
    #1
    A Luis Pragmah le gusta esto.

Comparte esta página