La puñalada

Tranquilo estaba viendo el noticiero
cuando me interrumpió el gran alboroto,
no supe bien lo que se había roto
cuando fui a mirar, con el bichero.

Entré y, tras un vistazo muy somero
en que a la madre vi del terremoto,
decidí que al asunto pronto coto
debía darle, y fui al entrevero.

Con el bichero la metí en la pila
y la retuve allí apretando el cuello:
en el ojo le di la puñalada.

No se mata tomándose una tila
aunque encontremos el confort en ello,
pero esta comadreja ya es pasada...

 

Yo también soy bastante criado a campo, pero lo del ojo me costó decidirlo; sucede que estos bichos son durísimos de matar, si quieres hacerlo a golpes puede llevarte horas; pensé en el ojo como la vía más directa al cerebro, y parece que acerté: la tenía a mi merced, podía elegir.
Y sí, fue reconfortante: en defensa de mi sueño.

gracias y abrazo
J,

 

El asunto me trae a la memoria la película argentina "El cuento de las comadrejas" en la que uno de sus personajes se dedica a disparar con su escopeta a las comadrejas que se acercan a la mansión donde se desarrolla la acción cinematográfica. En su caso era más por frívolo deporte que por peligro inminente; en el tuyo -en el ojo de di una puñalada- una crueldad innecesaria y antojadiza. Ya veo que para ti un animal inofensivo e indefenso no es más que un asqueroso bicho a abatir sin la más mínima piedad en un alarde fatuo.
Execrable brutalidad, se mire por donde se mire. Por demás, desagradable, soso y desafortunado poema.

 

En cuanto a lo que dices del poema, estimado Vicente, admito que no es muy ambicioso en su retórica, quizás lo que más me gusta es lo de la «madre del terremoto».
En cuanto a lo que dices del hecho, te diré que ese es el meollo del poema: maté a un bicho inofensivo porque me quitaba el sueño, noche tras noche, volteando los cacharros de mi cocina; puse una trampa (eso lo cuento en otro soneto llamado Maldad), pero se ve que no era la adecuada porque se robó varias veces el cebo sin caer; a una pichona que sí cayó en la trampa la llevé a un lugar distante y la liberé. No tengo armas de fuego, y no quiero tenerlas ni usarlas, por eso recurrí al cuchillo como forma expeditiva de matarla. Así de sencillo, sí. No dije nada de asqueroso bicho: les tengo cierta estima a las comadrejas, pero matar es a veces muy humano. No hace falta crueldad para matar: la señora que degüella un pollo en el gallinero está preparando la comida, no es cruel. Esto no es solo una respuesta a tu comentario, es explicación del poema.


gracias y abrazo
Jorge

 

Yo creo que sí, Jorge. Matar un animal sin justificación es siempre un delito impune y sanguinario. Te comprendo pero es que, a no ser que me desafíe con pertinaz descaro, ... yo no mato ni una mosca.

 

Comprate un machete. Lo del puntazo me parece de locos, y requiere una destreza peculiar para no hacer sufrir al pobre bicho. Decapitarlo es piadoso al lado de eso. Eso es algo que conozco porque hube de "carnear ajeno" unas semanas que anduve de mochilero por la Patagonia. En cuanto al poema, coincido con Vicente. Flojeli.