La Pupila

La pupila reverbera descarnados platos vaporosos. Que se despierta en mitad de la noche cruel y despiadada. Y se ayunta con el lascivo mar infinito de disonancias decadentes e inconstantes. Un fuego gris como el hielo descorcha la lágrima mentirosa. Jugando al escondite entre ajadas mejillas de un dios menor. En la pulcritud de la manchada inocencia , el párpado - agujereado por las penas del infierno - cierra socarrón la vista ya cansada. Y el ojo del arbitrario vagabundo, en pos de la esquela calcinada, se enfría. Ya era el sapiencial momento que el iris contagiase la pena difunta a la pupila vacía. Ciega ante la noche de suspiros y quejidos meditabundos. Es una triste realidad que el portador de semejante vista negra tenga que pagar su fútil falta. Ante el todopoderoso regimiento en desorden de demonios y héroes. Heridos estos últimos por la ardiente luz abrasadora que devorará, descarada, el cristal ojeroso de una mirada gris y empalagosa. Pero, la divina pupila seguirá ensanchando su corazón magno. Mientras, a las afueras del órgano vital, el bullicio del tren de la Muerte devora los raíles secretos. Que llevan inexorables al descarrilamiento mortal y sepulcral ante ojos vacíos y ya sin pupila.