La rendición del hada

Has viajado durante tanto tiempo,
desde el templo que los dioses alienígenas bautizaron con la humedad de las rosas
hasta las ruinas de la sentenciada Sodoma.
En cada puerto has derramado un aliento con sabor a miel y a cuarzo
y has hecho que las bestias se agitasen sobre todos mis labios,
espasmódicas en su inmovilidad antiquísima
mientras tú las invocabas.
Has besado perlas
y tus dientes han abierto soles en mis hombros.
Por eso danzo a tu alrededor; yo, que soy la más obscena de las hadas,
la de la lengua hecha de ajenjo y los ojos cubiertos de cicatrices
sanadas con el temblor de tus orgasmos.
He mordido las palabras apócrifas en la ternura de tu cuello
mientras tus brazos se enroscaban alrededor de mis costillas
como serpientes.
Así, derrumbaste las puertas de mi iglesia,
hecha de mármol rosa y pétalos de loto,
y mientras buceabas en el cosmos donde se oculta la nada anterior al mundo,
todo tu ser se expandía cada vez más
hasta hacerme sentir como si me convirtiese en una prolongación de ti mismo.

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Una retórica para deleitarse, mis saludos.