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La residencia

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por siendobjetivo3, 24 de Abril de 2017. Respuestas: 0 | Visitas: 250

  1. siendobjetivo3

    siendobjetivo3 Poeta recién llegado

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    13 de Abril de 2017
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    Hombre
    La residencia.

    Sobre el agua de un latón rebalsado de tanta lluvia, se refleja el rostro triste, colmado de arrugas, que como profundas cicatrices dejadas por el tiempo se dibujan en la cara de un anciano, quien sentado en la galería de la residencia mira lejos, tal vez a los gorriones chapoteando en los charcos o quizás solo escuche el sonido del agua cayendo sobre las chapas.

    - Es miércoles y en el asilo solo compran el diario los domingos - comenta el anciano- queriendo iniciar un dialogo, mientras cambio unas lámparas de antaño de aquella galería.

    - ¿Si?- pregunté.

    - Si, al del domingo pasado ya lo leí tres veces, así que me entretengo viendo la lluvia-. Me decía sonriendo mientras encogía los hombros.

    Ya había cambiado todas las lámparas de aquella galería, así que continuaría con la instalación de la cocina y el comedor donde debía restaurarla casi completa. Pero aquel abuelo me despertaba simpatía y podía ver en él, unas tremendas ganas de conversar.

    - ¿Cómo es su nombre abuelo?- Pregunte.

    - Julián

    - Dígame don Julián. ¿tiene usted hijos?

    - si cuatro… y mas o menos de su edad.- Responde.

    -¿ Lo vienen a visitar el Domingo? Pregunté.

    - No mi cumpleaños es en octubre, faltan más de tres meses, espero no andén complicado con los trabajos y puedan venir. El año pasado vino el más chico-. Comento mientras me miraba con los ojos húmedos y su rostro dibujaba una sonrisa.

    - Aquí ya terminé- comenté, tratando de cambiarle el rumbo a la conversación.

    Sin decir nada junte mis herramientas y me dirigí hacia la cocina.

    Los trabajos allí demandaron mucho tiempo, las instalaciones eran antiquísimas, los cables se cortaban con facilidad, empezaba a oscurecer por lo que me apresure a finiquitar mis tareas, el lugar comenzaba a tornarse frió y desagradable, deseaba llegar a mi casa, ya había pasado gran parte del día en el lugar.

    Fui hasta la oficina del dueño de la residencia (quien tenía la apariencia de un funebrero y un trato poco cortés), para cobrar los trabajos realizados. Cuando me retiro, atravieso nuevamente la cocina, observando que todo esté en orden y me dirijo hacia la salida. Para llegar al coche, corrí desaforadamente sin poder evitar empaparme por la lluvia torrencial. Enciendo el motor y los faros alumbran la galería del asilo, una figura tras la cortina de agua que copiosa caía del cielo me deja atónito, una inefable y repentina sensación de angustia invadió mi alma al ver bajo la galería, a Don Julián, allí sentado junto al latón, después de tantas horas, acurrucado en su viejo saquito gris, mirando la lluvia o mirando tal vez, hacia lo más profundo de su interior, recordando quizás, otros tiempos donde los diarios de los domingos poco importaban.
     
    #1

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