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La roca, Pigmalión y yo

Tema en 'Fantásticos, terror, ciencia ficción...' comenzado por carlos lopez dzur, 3 de Marzo de 2009. Respuestas: 0 | Visitas: 623

  1. carlos lopez dzur

    carlos lopez dzur Poeta que considera el portal su segunda casa

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    25 de Febrero de 2008
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    Evité, cuando la salud anduvo conmigo,
    sacar voces de una roca quebradiza,
    traicionera, porque son las voces del polvo
    y voces que llevan al polvo
    y no conducen a ninguna parte.
    Quise ser duro y duras son
    las voces de muerte. Voces en alforja
    de la muerte. En costal de la muerte.
    Voces en el sobrante del solo Pigmalión
    que cincela en mármol la estatua fría
    de un cadáver femenino,
    el hermoso sueño si la pieza viviera,
    su esposa. Su razón de vida.
    Su dicha. Su Reposo.

    Yo no dí esas voces. No suplico.
    Muero, aunque estorbo y no quiero.
    Me quité del medio cuanto pude. Evíté malas voces.
    No las dije. No las repetí, se los juro. Las recogí
    de caminos y las apresé [para que no escaparan]
    porque son voces cancerígenas,
    esencias que duelen y hay que disolverlas
    con fuego, o con dolor del cuerpo.
    Llevarlas al Averno, pero no darlas a nadie.

    No me pregunten sobre esas voces
    ni los textos que eché en el morral
    del polvo y la hojarasca seca
    que crece sobre las tumbas vacías.

    No me pregunten sobre lamentos pigmaliónicos
    ante la escultura hermosa y visualmente sin tacha;
    pero sin vida. Ni de sus memorias, polvo de mármol,
    esquirlas de marfil, voces de cincel, oh muerte,
    tampoco me expliques. Ni me pidas que diga.
    El cuerpo es lo más vulnerable
    que tenemos y pocos saben que el cuerpo
    es polvo. El canto verdadero, lo que merece
    que se cante es la vida. Los avatares
    del cuerpo no lo son y mi mérito:
    miseria es que callo y no distribuyo.

    Para que no existan más, los puse
    en un gaznate de fuego y gritaron al deshacerse,
    callándose, como esencias de Karma
    y gigantes saturninos submersos o tragados
    con el vapor de la aridez y quemaduras.

    Las voces mías en su momento oportuno
    no tendrán siquiera el cuerpo como tumba;
    yo soy, con mis voces lastimadas,
    parte del fuego purificador.
    Yo, en el estómago del Tiempo.
    quise este oficio y es mi mejor amor.

    Pigmalión, ¿crees que tú y yo,
    incubamos algo? ¿O somos distintos?
    ¿Podría invocar Vida? ... porque tengo
    una estatua muerta que me mira
    y no soy feliz con ella.

    2. El poeta como Pigmalión

    Escribí para los días cuando el dolor
    es grande y el vivir cuesta y estoy solo.
    Asqueado estuve ante el mundo de fieras,
    con sus guerras sociales y su vecina temeridad.

    Por eso quise ser parte del fuego.
    Es más fácil querer a la muerte que deslinda
    que querer este mundo que humilla
    y te quita el sustento, máxime cuando estás
    triste, enfermo, hecho voz de hoja seca.

    Ahora que ninguno tuvo tiempo que dar
    a la tarea de saber si soy el autor
    de algún próvido utensilio, o de una canción,
    sin Momemtum, sin gloria, escribo
    que lo mejor de mí será parte del fuego.

    Hoja quemada lo mejor de mí.
    hoja recogida y sepulta en el morral
    de fuego, lo mejor de mí.

    Yo me ví como cuerpo de fuego
    cuando cantaba, vibrando de amor,
    el poema de mi oficio y mi fe.

    Entonces sí... dije mis perdones, salvo
    alguna que otra cosilla y evité ser duro.
    Todavía tengo el tiempo de quemar
    las palabras de polvo. Residuos.
    Sobre un cadáver de emociones y su imagen
    decadente de mundo, echo la cal que puedo
    y evito los recuerdos saprógenos.

    3. El día que cambia todo

    ¡Qué bueno que haya dicho tan poco!
    mi tiempo de vida en dolor,
    apenas esbozada,
    mi tiempo en la miseria del mundo,
    tan diverso. Es mejor ser fuego que ser polvo.

    Digo que no tuve privilegios, que no dejé
    un patrimonio ni conocí la felicidad
    ni su abundancia, sólo probaditas miserables.
    Mi cuerpo no fue el mejor de los cuerpos.
    Lo consolé lo que pude, así consuelo.
    Lo que se puede, sin ser él.
    Llevarlo en un morral al fuego
    es lo mejor de mí.

    En los textos sobrevivientes dejo la confesión:
    Soy el consolador no consolado,
    el guerrero en las sombras.
    Esto es más que suficiente para quienes
    no han querido sufrir ni conmigo ni con nadie.

    Este día lo cambia todo.
    Puede que sea una señal de todo el amor entregado
    o todo el sufrimiento que acumulé de una vez.
    Este día no tiene sistema ni predicción.

    Puede que sea el último día y que mi hablante
    sea el duro, sin perdones, porque la ternura
    se acaba cuando un cáncer sus agujas
    clava en las collejas, busca el nervio
    donde exista el odio más extenso
    y abre la boca para que grites mucho menos
    de tu amor que de la meralgia viva...

    4.

    ... pero les recuerdo, casi nunca fui así;
    yo escribí con pasión, con fuego vivo,
    sublimes cosas; no te olvidé, Amor,
    tu belleza estuvo conmigo.
    No te olvidé, cuerpo mío,
    te dije Amigo y te dí algo de espacio
    y de mi poco tiempo.

    Aunque la justicia faltara en un mundo de guerra,
    hambre, opresión, genocidio; yo me dolía
    por conocer la esperanza y la solidaridad
    y esa canción fue dulce, persuasiva,
    con dialéctica de optimidad posible
    y redes de tantra y Teth, pero...
    en vida soy mundano, soy un listillo presuntuoso
    y sólo la muerte deslinda y limpia de veras
    el grano de la paja. Tengo que decirte
    que no eras la vida, cuerpo. Mi vida fue otra
    y lo supe, tú eras sólo un amigo,
    un amigo de paso, que un día recogería
    para el fuego y la disolución y el polvo.

    Desde donde mi serpiente ígnea y el Anciano
    de los días se incidiera, escribí y canté al útero oculto
    que dará buena semilla... No lo dudo.
    Pero este día, este día de hoy,
    lo cambia todo.
    La voz se ausentará,
    la voz se cansa externamente
    y ha de querer estar sola
    para que nadie pregunte ni diga nada.
    Hay días de escisión que vienen
    a su tiempo. Este es el día
    que el fuego aparece apagado
    y la angustia misma es mi dios.

    Ya es tarde para quien escribe y va derecho
    a morir, porque el dolor le dijo que ¡Basta!
    Escribí como el valiente en el mundo de fieras
    pero puede que éste sea el último poema.
    Mucho tengo que echar al fuego
    pero no lo puedo encender.
    Mis dedos están crujiendo
    y es mi propio espíritu el que quema.

    5.

    ¡Qué importa que algo quedara sin decir!
    Dígaseme adiós ante una vela encendida.
    Eso basta. Digan que yo odiaba el polvo.
    Encendía mis propios fuegos
    hasta que el cáncer puso la muerte
    en mis dedos y me apagó la vida.

    Uno muere cuando ya no quiere vivir
    o ser tu amigo, cuerpo, y darte falsas ilusiones
    para que te creas la Vida. No lo eres.
    Y ya dí mi canción dulce, por años y años,
    acuné tu imagen y, si no quise vivir,
    alguna vez lo dije: «Ya no puedo ser útil»,
    agoté mis mejores recursos, dí el servicio
    (lo mucho o poco que pude, cuerpo Amigo)
    y ya no queda nada, sino ascos de existencia
    sin calidad, sin sueño, sin futuro
    y a mi alrededor se colocan en necesidad
    quienes amo. No es justo. No es la justicia
    en que creo mi existencia en quebranto
    sumando más miseria para todos,
    para ellos, mi familia y, al fondo,
    el mundo indiferente que posa
    su mentiroso luto.

    Y creen que me nombran
    y no nombran al que soy; yo fui el que te dio
    poesía, uno que otro servicio,
    porque yo era tu amigo y los amigos
    dicen adiós que esquirlan.

    Entonces, enciendan ya la vela
    y dígaseme: Carlos, véte. Te olvido.
    Llévate la diabetes al carajo.
    Llévate el cáncer lejos de nuestra vista.
    Llévate la muerte donde a nadie moleste.
    No nos traigas los tristes adeudos.
    Tu muerte es costosa y fea.
    Díle al Amigo y que los amigos
    se despidan entre amigos.


    De EL LIBRO DE LA AMISTAD

    http://carloslopezdzur-carlos.blogspot.com/2009/02/1.html



     
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