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La ruta (en redacción)

Tema en 'Relatos extensos (novelas...)' comenzado por Martín Valloni, 31 de Mayo de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 1036

  1. Martín Valloni

    Martín Valloni Poeta recién llegado

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    31 de Mayo de 2015
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    La noche era fría en la ruta, oscura y tranquila, cómo amo viajar de noche, en realidad, me gusta viajar en la ruta a toda hora, pero esa noche se sentía distinta, aunque era fresca, yo me sentía cálido, con enormes ganas de bajar del auto y quedarme parado mirando las estrellas a un costado de la banquina. Ignorando toda preocupación.

    Había ido a Buenos Aires a buscar un repuesto de mi guitarra a lo de un amigo y de paso saludaba a mis parientes, ahora vivo en Mar del Tuyú con mi familia, en realidad, solo, mi familia vive cerca de mi casita.

    En fin, ahora conducía mi auto negro por la espesura negrura de la noche, a algunos les parece aterradora, yo la siento acogedora, el olor del rocío mojando el pasto en el campo me fascina y sentir a los grillos con sus cánticos lo hace todavía una experiencia increíble y pacífica.

    Había pasado la última estación de servicio y dentro de un buen rato no volvería a encontrarme con otra. Cinco kilómetros más adelante, donde las nubes no tapaban la luz de la luna y se podía ver sin necesidad de encender las luces del vehículo, decidí bajarme a tomar aire. El aire era frío y dolía respirarlo, pero me encantaba, hice varias veces que el vapor saliera de mi boca y se esfumara, me reía y disfrutaba de mi “recreo”. A los cinco minutos decido volver al auto, pues el frío era difícil de aguantar. Encendí la calefacción del auto y me quedé sentado, contemplando el paisaje nocturno, cómo amo la ruta, y más hacia donde me conduce esta.

    “Bueno, es momento de seguir”, dije para mis adentros. Encendí el auto y continué mi trayecto, no muy rápido, pues me gusta manejar y ver el paisaje.

    Más adelante vi un color extraño en el pavimento, un color que no distinguía muy bien ya que no tenías las luces muy fuertes, y la escasa luz del exterior tampoco me ayudaba, tal vez era sangre de algún animal que habrán atropellado, pensé. Más tarde llegué a la conclusión de que era sangre, por su espesura y su color, pero lo que más llamó mi atención fue que la sangre continuaba apareciendo, como si formara un camino a seguir.

    La seguí por dos kilómetros hasta que vi que giraba a la derecha, yéndose a la banquina, pasando por el alambrado del campo y metiéndose en estos.

    Como la curiosidad me invadía, detuve el auto y baje de este, bajando a la banquina y acercándome al borde del alambre que separa a esta del campo, intenté divisar algo en la oscuridad, pero nada, la escasa luz lunar no ayudaba, y me estaba poniendo nervioso, no todos los días ves un camino de sangre que dure dos kilómetros y desaparezca en un campo. Abandoné inmediatamente ese sitio y me dispuse a entrar en mi auto nuevamente, el corazón latía con fuerza y mi pulso se aceleraba, pensaba en mis adentros que sólo me asustaba a mí mismo, un animal pudo haber sido, un cazador, o un accidente. Pero nada me reconfortaba y no podía prender la radio ya que había pasado hace mucho la última estación de radio y no había nada más para escuchar.

    Pongo el vehículo en marcha, empiezo a relajarme, mis nervios desaparecen con el pasar del tiempo.

    Al cabo de un rato, cuando mi respiración se normalizó y mi miedo había desaparecido, un bulto pesado choca contra el vidrio delantero de mi auto, me asusté y giré bruscamente hacia la banquina, chocando contra el alambre y rompiéndolo, sacando de lugar a los postes de madera desvencijada que lo sostenían.

    Recibí un pequeño golpe, podría haber sido peor, pero el auto no funcionaba, no arrancaba, aunque las luces seguían encendidas y pude ver que lo que chocó era una pata, una enorme para de… caballo? Si, era de caballo, tenía sangre y parece haber sido cortada hace poco tiempo, pero ¿Quién o qué la lanzó contra mí? Además, la fuerza de quien lo arrojó debería ser increible, ya que esa pata es completamente pesada y casi imposible de que una persona o animal de campo lo lance así.

    Bajé del auto, enojado y con miedo, no tenía señal en el celular y el auto no funcionaba, además, me dolía la pierna y me hacía renguear, cómo puede todo arruinarse en un segundo…

    Eché una última mirada a mi preciado auto, no tenía mucho uso y me había costado muchísimo conseguirlo, cosa que me enfureció mucho más.

    Caminé, o mejor dicho, rengueé lejos del vehículo inmovilizado, para adentrarme en la profunda oscuridad de la ruta, me hubiese quedado en el auto, pero tenía miedo, no quería estar allí, donde choqué, tenía un mal presentimiento y creo que la mejor opción era marcharse.

    La señal del celular estaba muerta y todo me hacía tener miedo, hasta el profundo silencio de la ruta me atemorizaba. Caminaría hasta la estación de servicio más cercana y allí tomaría algo caliente. Pensar eso me reconfortaba un poco. Podía sentir el frío metiéndose en mí, penetrando mis zapatillas, humedeciendo mis pies, adormeciendo los dedos de mis manos y mi nariz, trataba de taparme lo más posible con mi campera, pero no ayudaba mucho, estaba temblando, débil y con frío, el miedo es el peor de todos los enemigos.

    Caminé y caminé, como podía. El intenso clima helado me recordaba con dolor mi pierna herida sentía cada vez cómo esta se debilitaba más y más.

    Cuando ya no pude más, me senté al costado de la banquina a descansar, el asfalto estaba frío y este frío traspasaba mis pantalones. Con suerte, algún auto o camión pasaría y me vería y tal vez me podría alcanzar hasta la estación. En mi mente repetía esas dos palabras “con suerte”.

    Los grillos seguían en lo suyo, ignorándome, su canto era fuerte, y además eran muchos, una orquesta de grillos que apaciguaban el mortal silencio de la ruta, con su cántico a la par de unos con otros.

    Vi unas luces a lo lejos, un auto, me entusiasmé, pero este venía muy rápido y casi me atropella al ponerme en el medio para llamar su atención. Vi cómo este

    Se esfumaba en la espesura de la noche, sus luces rojas se iban apagando a medida que avanzaba hasta desaparecer.

    Sin más opciones, continué mi camino, la noche era muy fría, pero agradable, pero, hacía tanto frío que podría morir de hipotermia o enfermarme gravemente, eso me molestaba y me incomodaba.

    Continué mi arduo camino en la plena soledad de la noche fría, con el rocío cayendo, y el frío que penetraba en mi ropa y se impregnaba en esta. Sentía a los grillos hacer su música y unas suaves brisas frescas se entremetían en los altos pastizales haciendo un sonido

    relajante a mi parecer. No estaba tan mal después de todo, más allá de mi coche estropeado y mi pierna herida, esto era un lindo paseo.

    Con el correr del tiempo y a medida que las horas avanzaban tanto como yo avanzaba en mi trayecto, sentía algo, una presencia, sentía que algo me vigilara, como si me estuviera acechando, un miedo que nunca había sufrido hasta entonces y era mortal, estaba cada vez más y más nervioso, miraba impacientemente hacia atrás y hacia mi derecha e izquierda, como queriendo encontrar algo aunque no sabía siquiera qué buscaba...
    Continuará
     
    #1

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