La tarde de Elena

Esta tarde a Elena
se le escapan los recuerdos,
a través de sus ojos.

Hubo otros tiempos,
los tiempos de Elena:
cuando la vida danzaba
al ritmo de sus caderas,
para soñar bastaba el viento
agitando un par de banderas,
y las risas no eran antifaces
para disfrazar quimeras.

Esta tarde a Elena
se le escapan los recuerdos,
a través de sus ojos.

Sin querer recordar,
recuerda ahora Elena:
su figura en el espejo
allá por los años ochenta,
días en que la maternidad
no le había cobrado la renta,
y en todo caso siempre había
quien pagara la cuenta.

Esta tarde a Elena
se le escapan los recuerdos,
a través de sus ojos.

En un intento desesperado
cierra los ojos Elena,
pero las imágenes no se disipan
en la oscuridad:
¡juventud, belleza,
vanidad de vanidad,
deseo, sexo, lujuria,
tratar el cuerpo sin piedad!

Esta tarde a Elena
se le escapan los recuerdos,
a través de sus ojos.

Los años pasaron esquivando las olas
a espaldas de Elena,
mientras ella sólo prestaba atención
a ese norte al que se había entregado,
sur, este y oeste
fueron un discurso ignorado;
las arrugas la acompañaron en invierno
y el ánimo se sintió cansado.

Esta tarde a Elena
se le escapan los recuerdos,
a través de sus ojos.

El juego a punto de acabarse
en el tablero de Elena:
las piezas negras anuncian
mate en tres movimientos,
es tarde, muy tarde
para los arrepentimientos;
no hay más compañía
que los remordimientos.

Esta tarde a Elena
se le escapan los recuerdos,
a través de sus ojos.

- G. Arroyo, 17/Mayo/2011 -