La tortura se de Clara...

Un hacedor, eso era, alguien que explora el dolor hasta límites insospechados.
Su instrumental, una mente afilada en unas manos perversas y perseverantes, y lo más importante; las víctimas adecuadas.
No tiene preferencia, ni edad, ni sexo, eso sí, necesita la visión del terror en sus ojos y la comprensión al final, de que el resultado será siempre el mismo; la muerte.
Joder, es abrir la puerta del sótano y empalmarse, pero no, no tiene nada de sexual, aunque haya experimentado los mejores orgasmos de su vida, no es un puto necrófilo, ni un violador, solo un perfeccionista en su arte; la tortura...
Clara atada, amordazada a una silla, inerte a una oscuridad a la que pronto se acostumbra su visión periférica, como llegó allí, no lo recuerda, solo el coche, una voz que se acerca desde atrás, una mano en su boca y el olor dulce de una conciencia que se pierde...
¿Puedo ayudarla?
Unos pasos dolorosos se acentúan al compás de un corazón que se sale ante el acercamiento de lo terrible.
Una puerta que se abre y un monstruo que se acerca, y una cara que sonríe con la amabilidad del que regala, la compresión de su locura.
Clara estás muerta, se repite, Clara cádaver, y esa cosa que la mira profundamente, allá donde sus recuerdos son fotografías, y él, este sádico sin alma, va pasando las páginas del álbum de su vida, machando con sus horribles manos, lo que tanto ha querido.
Ahora Clara, comprenderás lo que es realmente el dolor.
Clara claramente...