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La Tragedia de Quiroz

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por mrkero, 19 de Mayo de 2016. Respuestas: 2 | Visitas: 1056

  1. mrkero

    mrkero Poeta recién llegado

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    Cuento del Libro Independiente: Pintando Sombras en un Mausoleo.
    Autor: Leyla Karina Espinosa Yada.
    Derechos de autor: SI.
    Publicacion: 2 de Mayo del 2015
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    La tragedia de Quiroz

    Escribo esta carta desde un cuarto de motel en la carretera a Ocampo. Sé que pronto vendrán por mí y correré el peor de los destinos, así como otros que han callado. Pero quien encuentre mi carta será testigo de lo que viví y sufrí.

    Todo comenzó un día de mayo en que acudí a mi despacho en el penal, como de costumbre. Ahí vi un nuevo rostro: era un hombre alto, con una mirada fría, de aspecto elegante, traía puestos un traje y una corbata de un azul brillante, pero no sofocante para la vista. Iba con el juez Hernández Estrada.

    Pasaron los días y comencé a verlo con más frecuencia, hasta que se hizo habitual. Nunca olvidaré el día 15 de mayo, el juez me mandó llamar y me presenté en su despacho. Ahí estaba aquel señor. Hernández se mostró amable y, mirándome a los ojos, dijo:

    ─Siéntate, estimado amigo, te presento al señor García, a partir de ahora trabajarás con él de cerca.

    Extendí la mano y él correspondió a mi saludo. Tomé asiento y el juez continuó:

    ─Quiroz, ¿te acuerdas del caso de la señora Martínez que atendiste a principios del mes de marzo? ¿El del niño que fue secuestrado por su padre y vendido a una secta satánica?

    ─Por supuesto, yo defendí al padre y gané el caso.

    ─Bueno, pues ese niño si fue secuestrado ─en ese momento mis ojos se salieron de sus órbitas y mi piel se volvió blanca─, te he llamado porque necesito que hagas caso a todo lo que te ordene el señor García. Por lo pronto tienes que desaparecer a esa mujer y luego él te seguirá dando tareas. Querido amigo, espero que no te niegues, puesto que de esto depende tu vida. Tú decides: sobrevivir o morir.

    Lo miré con horror, pero me acordé de lo que hacen esas gentes a las familias. Si me niego también morirán mi amada Lucy y mis dos hijos: el pequeño Pablo, que apenas tiene cuatro meses, y Joaquín, ese niño de ocho años que es mi reflejo. Sólo pude mover la cabeza en señal de aceptación. Solicité ir al baño contando con que traía mi diario en el bolsillo y una pluma. Ahí me puse a escribir:


    Querida Lucy, te tengo que dejar. No hay adiós que describa esta tragedia, pero mi esfuerzo valdrá la pena. Huye, huye con los niños y no mires atrás. Yo ya estaré muerto. Retira nuestros ahorros de inmediato, que no hay segundo que separe tu vida de la muerte. Te amo.

    Atentamente, Joaquín Quiroz.


    Arranqué la hoja y vi a Rogelio Ramírez, un buen amigo. Con lágrimas en los ojos le pedí que corriera a mi casa y la entregara dicha carta a mi mujer. No dijo nada, creo que ya sospechaba mi destino.

    Cuando llegué, el señor García se paró y estrechó la mano del juez. Hernández hizo un gesto y me vio con una sonrisa, la más macabra. Sí, vi su verdadera cara: era el demonio en vida.

    Subí al carro con García, quien sonrió y dijo:

    ─Primero te llevaré a donde será tu iniciación.

    Dejamos la ciudad atrás. El pánico me envolvía. No podía dejar de pensar en Lucy y mis hijos, pero sabía que había tomado la decisión correcta. En cuanto a la señora Martínez, sentía un temor que me enchinaba la piel, un voraz escalofrío recorría mi cuerpo. ¿Qué tendré que hacer para sobrevivir? ¿Será sólo un balazo? Oh, espero que sí, pues no quiero ser el títere que mate de una manera despiadada a dicha mujer, como he visto en otros casos, pensé atribulado.

    Al ver mi nerviosismo, García me ofreció un cigarrillo, lo tomé junto con el encendedor.

    Al poco tiempo llegamos a un rancho. Era pintoresco. Había un molino, algo que daba la impresión de ser un almacén y tenía un letrero que decía “área de juegos” y una casa color anaranjada. García me pidió que bajara del carro. Descendí y creo que me golpearon. Desperté a causa de un alarido de horror, amarrado en un lugar lúgubre, que supuse era el almacén. Ahí, justo ahí, perdí mi alma. El alarido provenía de una voz infantil. Me di cuenta que era el niño de la señora Martínez. Acompañado de rezos indescriptibles, amarradas sus manitas en una camilla al igual que sus pies. ¡Lo estaban abriendo vivo y sin anestesia! La sangre goteaba espesa y caía como feroz río. Un lunático le quitaba el corazón, sin importarle el terror de la criatura, mientras otros festejaban y gozaban. El alarido de agonía no duró. El niño poco a poco se fue callando hasta que sólo hubo un silencio total.

    Lloraba desgarradoramente preguntándome cuál sería mi destino, si sería diferente o el mismo. Sentí la rabia más atroz y con todas mis fuerzas deseé el mismo camino de dolor por haber defendido al bastardo de su padre.

    En ese momento llegó García y me desató mientras decía:

    ─Bien, has pasado la primera parte ─tomó un cuchillo, estiró mi brazo e hizo una herida profunda─, ésta es la otra etapa, ven.

    Ya la noche caía sobre mí. Salimos del almacén, me escoltaban tres hombres de aspecto robusto, cinco mujeres que parecían haber sido maltratadas, una fogata, alcohol y el olor de la marihuana. Mostrando mi herida abierta, García gritaba “bienvenido seas”. Me marcó justo en medio de la herida, como se marca un rebaño. Mi cuerpo reaccionó con un grito, pero mi alma, mi alma ya no estaba. Sentí el olor de la carne quemada, vi con atención el fierro y después la marca: un pentagrama invertido.

    García tomó una cerveza y me dijo al oído:

    ─Tu tercera y última fase será hacer lo mismo que viste en el almacén, pero con la señora Martínez. Para mañana a estas horas estará aquí, justo enfrente de ti ─dijo soltando jadeos y una risa burlona.

    Después de eso todo pareció una fiesta de adolescentes. Terminaron todos borrachos y drogados: una posada demoniaca. Posteriormente fueron a la casa, a mí me dejaron en un rincón, con una almohada.

    A la mañana siguiente todos habían partido. Todos menos uno, el lunático que dio muerte al pequeño Martínez. Era un día soleado. Él me miraba, sus ojos eran los de una bestia, pero su rostro mostraba remordimiento. Hubo un frío silencio que él rompió diciéndome:

    ─Eres el abogado al que metieron en esto. ¿Sabes? Yo antes era un cirujano de mucha honra, pero secuestraron a mi hijo y me dijeron que sólo lo soltarían si podían disponer de mis servicios como médico. Me exigieron cometer la atrocidad que viste y que te designaron para hoy, además de comprometerme a ser parte de esta manada de lobos hambrientos de sangre. Pero, ¿sabes?, no puedo más ─se acercó a mí, cortó la cuerda que amarraba mis muñecas y continuó─: un kilómetro más adelante hay un motel. Pide un cuarto, toma el teléfono y solicita ayuda. Pero no le hables a la policía, tienen un convenio. Para mí ya es tarde.

    Tomó trescientos pesos que tenía en la mesa y me los dio. Sacó una pistola de su pantalón y dio fin a su vida.

    Corrí, corrí como nunca lo había hecho. Temía tanto encontrarlos en mi camino, pero no paré hasta llegar.

    Traté de actuar lo más normal posible. Pedí un cuarto, hojas y una pluma. La señora me los entregó sin hacer preguntas. Al entrar busqué como loco el teléfono. En cuanto lo encontré marqué a mi casa, sólo quería oír la voz de Lucy. Pero no se oyó nada, el teléfono estaba desconectado.

    Lloro frenéticamente mientras relato esto. Sé que no habrá una luz para mí. Escucho la voz de García. Toca con rudeza. Sólo te pido que divulgues esta carta y no quede en un silencio como siempre pasa aquí.

    Joaquín Quiroz

    16 de mayo del 2013


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    muchas gracias por su atencion
    atte: Leyla Karina Espinosa Yada
     
    #1
    A fixadestiny y Maramin les gusta esto.
  2. Maramin

    Maramin Moderador Global Miembro del Equipo Moderador Global Corrector/a

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    Un buen relato de horror el que nos presentas, que al parecer forma parte de tu libro según indicas.

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    #2
  3. mrkero

    mrkero Poeta recién llegado

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    Muchisimas gracias.
    Si es de el primer libro que saque Pintando Sombras en un Mausoleo.
    Es una compilacion de cuentos que se dividen en dos partes:
    la primera Consta de tres cuentos que tienen union en el ultimo; y
    la segunda son 6 cuentos y entre ellos esta La Tragedia de Quiroz.
     
    #3

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