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La unidad orgánica del texto

Tema en 'Fantásticos, terror, ciencia ficción...' comenzado por carlos lopez dzur, 21 de Abril de 2008. Respuestas: 1 | Visitas: 652

  1. carlos lopez dzur

    carlos lopez dzur Poeta que considera el portal su segunda casa

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    «La literatura que no es subversiva no vale la pena. Si no quieres cambiar algo, escribir es inútil... Me gusta mucho la literatura sin concesiones y escribir contra las ideas establecidas. Quiero escribir algo nuevo, lo que yo siento en mi cuerpo, aunque sea terrible o chocante»: María Darrieussecq



    Para escribir del mismo modo que los héroes
    en que creo, con la prudencia loca del eje
    (que es la Estrella del Amanecer)
    yo giro y me veo y me deseo
    con sátiros de estirpe, con eróticas en danza,
    con niñas en los submundos,
    con luces de Dilbah, por los soles de Zib.

    ¡Ah, qué importa lo retrógrado!
    Voy a la monstruosidad de la unidad orgánica
    que forma lo contínuo y su negación
    de puntualidad, número incontable de momentos
    y reposos sin fin —discontinuidad!

    Para escribir como una flecha
    en movimiento verdadero y que, contrario a Zenón,
    no levante en candor una aporía
    por el conjunto de momentos de reposo
    ni para que mi flecha se quede en permanencia sucesiva
    de puntos congelados de mi gozo,
    yo me dejo tragar, que me coman los sesos
    aquellos que se devoran a los dioses
    —Tierra y Cielo— y descanso en la molicie misteriosa
    antes de expresarme en lógica de conceptos.

    Antes de ser Atena, mi corazón es Metis,
    texto amorfo, bocado en la infinitud cósmica,
    idea de una materia inagotable
    en ese estómago que es núcleo,
    sin ojos orbitantes, sin ninfas con pupilas,
    sin fontanas eternas en el tiempo
    que protejan a sus encinas o a sus álamos.

    Que mis palabras sean
    como guerreras montaraces y furiosas.

    2.

    Hubo unos hombres —yo no sé si salvajes—
    para quien el infinito trajo asombros a sus ojos
    y la representación concreta-sublime
    dichosa fue en sus manos
    y unas mujeres que se llamaron vírgenes
    (porque a nadie, sino a ellas mismas
    festejaron con danzas)
    hubo, por igual, aquellas hembras
    que se dieron a revelar lo que dicen
    las fuentes y las grutas y el árbol.

    En estos héroes creo
    y con las niñas de estos ríos
    voy y escribo amor y canto.

    Hubo pueblos con el ojo desnudo,
    atentos a soles, a eclipses, a cielos lejanos
    y, en correrías de éxtasis, por tanto mirar
    los gestos de las aguas profundas
    y de los firmamentos, a flor de sus miradas,
    se dijeron sagrados, divinos, intocables.

    Merope fue una de las siete Pléyades
    y se escondió por vergüenza de hallar varón
    entre mortales... hembras, hubo, por igual,
    que equivalían a sexo y a pasión sagrada
    y su amor fue el conocimiento
    de cosechas en vida vegetal,
    animalidad manifiesta,
    secretos telúricos
    y todo lo que fueron, o lo que soñaron
    para irlo siendo, está en el candor
    de sus versos y sus confesiones.

    En la mitopoesía de su quehacer
    y de sus héroes, creo
    porque narran las historias de sus lunas
    o sus más amadas estrellas y planetas
    y me cuentan sobre cuerpos celestes que cayeron
    en las aguas, partiéndose en islas
    o trocándose en ninfas al desnudo
    o en árboles o piedras que otrora,
    como hoy, en discontínua magia de palabras,
    también serán mis dioses y mis ángeles.

    3.

    Para escribir poemas que expliquen
    la naturaleza del deseo
    o esta correlación de Sol y Luna
    que tenemos dentro y que, en balde, negamos,
    la emoción nerviosa fabrica la mujer sutil,
    la anciana bruja, la sabia caprichosa,
    o la razón que se afirma, varonilmente,
    para que la flecha del ser sea movimiento
    y unidad de la continuidad espacio-temporal,
    lo más tangible, real y plenamente humano...

    La esencia es la unidad de los contrarios
    y una contradicción doliente,
    un desafío de síntesis.

    Por eso: ¿qué es mi relato sino la voz
    más pobre que las ratas? ... divisibilidad infinita
    que nunca se culmina, lo que sigue añejo
    como el cuento de la liebre y la tortuga.

    4.

    Me veo y me deseo
    en aquellos hombres simples, filosóficos,
    sinceros, mansos, tiernos, huraños,
    mendicantes, que la verdad la sacaban
    del silencio, del comer el pan
    muy lentamente, a solas,
    y que miraban en santidad
    a todo lo que existe...

    ¡Ah, quién fuera observador,
    inductivo-deductivo como ellos!
    y se diera a pintar, en gratitud,
    como el hombre cavernario
    la imagen de su dicha y su sobrevivencia
    porque imágenes llenaron de colores
    lo profundo del iris y había que decir
    gracias... fuego, espectro de luz,
    resolana, penumbra, alcoris...

    ¿Quién es hoy, como ellos, que imitan
    el camuflaje de todo lo que observan
    y trazan formas con colores que sobran
    a sus dedos y con pigmentos de semillas
    y húmedas arcillas recogen la memoria
    de su gozo, antes y después del trozo de carne
    robado a los ciervos, o al bisonte, en la caza,
    y dan gracias a la bestia que domaron
    y al brujo que bendice al cazador
    y al espíritu de toda sangre derramada?

    5.

    Por eso, mi canto todavía es una flecha,
    la que aún sangra, la que aún no sabe el por qué,
    la que aún va a los pioneros que escucharon
    bramidos, en pánico, en dolor...

    Es muy fácil escribir desde carteles
    e ingerir libros de repeticiones
    y graduarse de cómodas escuelas
    bajo el dictum de autoridades
    y dogmas y acomodos...

    Me veo y me deseo
    en la flecha que dispara movimiento
    ya que el ruido se domó
    y el lirismo es sonoro, música, bolero.

    El llanto es más sublime todavía
    y el grito de terror, por igual, libera
    y el movimiento —danza
    y el lenguaje es dialéctica y síntaxis.

    6.

    Hoy para el texto sobran los símbolos,
    la noción posicional de numerales,
    la predicción y la coherencia...
    ¿pero quién hay que prediga los eclipses,
    con el hábito de un corazón que mira al cielo?

    Heráclito nos dijo que el cambio
    es la esencia de todo lo que existe
    y la muerte consuela: Pármenides discute
    que los cambios son puramente ilusorios.

    Los muertos invocan porvenir —con misas y poemas.
    Se imaginan los regresos al lugar de sus placeres,
    se aferran a la belleza, a pesar de las cuitas,
    vivir es bello, porque vivir es pensar
    y el dolor, antes de la agonía, madura y solve.

    Hasta la abstracta providencia de la nada
    tiene símbolo —el cero—
    el indochino nos inventó el acomodo
    y el indio maya también supo del astro
    y de los cálculos y el inca del quipú y el ábaco...

    7.

    Me veo y me deseo
    en los consuelos de estos viejos de ayer
    que saben calcular a dónde vamos,
    que no tienen infiernos atormentadores
    ni destinos de condena.

    Escriben su flecha en lo más dulce del seno
    de la tierra: sus aguas, cambiantes y vivas,
    y aún la sangre de las estrellas
    es el agua —dijo Tales de Mileto,
    y el apeirón es éter;
    pero la vida se origina
    en los mares... en estos héroes creo.

    Y con las niñas de estos ríos
    yo voy y escribo amor y canto.

    11-9-97 / De «El hombre extendido »
     
    #1
  2. carlos lopez dzur

    carlos lopez dzur Poeta que considera el portal su segunda casa

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    afectos, Ana / HADA,
    gracias, carlos
     
    #2

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