La vida es un momento incandescente.

Soy yo, no ellos, el agua en el aceite.
Comprendo su rechazo que lacera.
No sé llevar el ritmo cual pudiera
llevarlo todo el mundo con deleite.

Yo escucho otros tambores que resuenan
provocando a mi entraña tal espasmo
que oscilo persistente en un marasmo
de sinuoso vaivén, mis huesos truenan.

Son sordos a esta música divina
a esta ansia de vivir alucinada
y sentir de la vida la quemada
que hace hervir nuestro ser y lo calcina.

Al no sentirme así, muero doliente,
la vida es un momento incandescente.
​

 

Vamos, Luciana, vamos que nos vamos.

Buenos versos.

Abrazo

 

Con razón estamos todos tan quemados, querida Luciana. Nadie se salva de la incandescencia.

Saludos cordiales.

 

Carlos, muchas gracias por tu animoso comentario. Un abrazo.

 

Isabel, que gusto encontrarte. Muchas gracias por pasar por mis letras y por tu animoso comentario. Un abrazo solidario.

 

Así es, querida Eratalia, solo que no estamos conscientes. Gracias por pasar por mis letras. Un gran abrazo.