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Las buenas intenciones de Mis difuntas tías.

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por libelula, 2 de Marzo de 2012. Respuestas: 2 | Visitas: 1533

  1. libelula

    libelula Moderadora del foro Nuestro espacio. Miembro del Equipo Moderadores

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    Si algo me confirma la historia de mis difuntas tías Themis y Némesis o las mellizas, (como las apodaban en el pueblo), es que los nombres propios marcan el destino de las personas y la obsesión por la cultura griega de mi abuelo materno dieron como resultado estos novelescos hechos.
    Al quedar huérfana tras el triste accidente de mis padres, tuve la suerte de que me recogieran ellas, Themis y Némesis "las mellizas". Fueron años inolvidables para mi.
    Mis tías eran tan activas que resultaban agotadoras, poseían ese humor negro que parece ir de la mano de las personas dotadas de una inteligencia superior. Pero lo que realmente me traía de cabeza era ese particular sentido de la justicia que compartían, con el que tantos disgustos me dieron.
    Eran felices con todo lo que hacían, tanto, tricotando con las cotorras del pueblo los lunes por la tarde, como jugando a las cartas mientras fumaban un habano con los hombres de la comarca, hasta altas horas de la noche de los sábados, mientras debatían sobre economía, fútbol, o política. Pero eran los domingos cuando de verdad actuaban desde sus respectivas esencias. Lo compartían con mujeres que sufrían de abandonos y desengaños amorosos, en una especie de terapia grupal que acompañaban de queimadas y sus "remedios" para mitigar la pena; siempre me pareció lo más parecido a un aquelarre. Según decían ambas, las reuniones les servían para, además de divertirse, elaborar tratamientos personalizados y hacer justicia. El resto de la semana lo pasaban entre su pequeño laboratorio preparando brebajes con hierbas del bosque cercano y una pizca "inofensiva" de química (que les dejaba su amigo Rigoberto el boticario) y el cuidado del jardín, en particular de sus rosas sumamente apreciadas en el pueblo por la exclusividad de su color rojo brillante.
    Observé que sus conductas fueron cambiando; empezaron a moverse sigilosamente, rodeándose de un halo de misterio, conversaban en secreto e intercambiaban miradas cómplices de las que me sentía excluida. Esto, unido a sus frecuentes lapsus y descuidos, me alertó de que algo iba mal. Por aquél entonces yo viajaba mucho por motivos de trabajo, pero afortunadamente estaba Rosario, una señora argentina de la absoluta confianza de mis tías, a la que habían dado trabajo cuando la abandonó su desaprensivo esposo.

    Aquél terrible día regresé de viaje presentándome a conciencia de forma imprevista en casa, a sabiendas que Rosario disfrutaba de unas merecidas vacaciones. Los ojos se me salieron de las órbitas ante la visión de mis tías arrastrando lo que a todas luces parecía el cadáver del bueno de D. Sigifredo, al cual, además de que nunca fue muy agraciado, la muerte le sentaba fatal. Fue desde siempre un fiel enamorado de ambas, las había pretendido desde la adolescencia, aunque jamás se atrevió a decidirse por ninguna.
    Ante tal esperpento sufrí un desmayo y tras reanimarme con sus sales, trataron de convencerme de que solo había sido un accidente.
    - No te alarmes querida, son cosas que pasan, ¿conoces eso de que "la única diferencia entre la medicina y el veneno está en la dosis"?... si no hubiera sido tan codicioso Sigis aún seguiría vivo.- durante el relato, concluí que el único error del desafortunado Don Sigifredo había sido anunciarles su enlace con Caridad, una exuberante joven cubana que en principio les presentó como sobrina lejana. Mis tías felices, según contaban (a mi juicio en apariencia) por la noticia, le obsequiaron con el mas tentador de sus brebajes para incautos e intrépidos maduritos: el elixir de la potencia. Sin pensárselo dos veces, D. Sigifredo lo tomó de un trago, nada mas ingerirlo, cayó ipso facto muriendo en el acto.
    -No te preocupes nena, no sufrió nada- justificaron en un intento de tranquilizarme; animadas por mi estado de supuesta tranquilidad, (que en realidad era de absoluto estupor) me confesaron que venían haciéndolo desde hacía unos años, cuando empezaron a desaparecer algunos hombres de la zona. Primero fueron los pretendientes que rompían sus compromisos y mas tarde los maridos infieles de la comarca, entre ellos, el marido de Rosario,- que no se iba a ir de rositas después de abandonarla con sus tres niños, por una jovenzuela interesada, ligera de casco- Perpleja oí sus testimonios lejanos, como en una pesadilla, de nuevo me zumbaban los oídos...
    -Fueron malos querida, muy malos, pero, sin embargo hemos descubierto que son buenos para las rosas del jardín- dijeron, señalando esa zona del mismo, que había crecido alarmantemente- El zumbido de mis oídos aumentó y me desmayé de nuevo; al recuperar la consciencia supe que estaba al borde de transgredir por ellas, la delgada línea donde el amor familiar justifica el delito.
    - Querida niña, ¡como te pareces a tu pobre madre; tan impresionable como ella!
    Comprendí que estaba perdida, que sería incapaz de denunciarlas; eran tan mayores ya para juicios y condenas. Resignada y compungida, arrastré al malogrado D. Sigifredo hasta el jardín. Tampoco era tan malo convertirse en abono para rosas.
    Acordamos que a cambio de mi silencio, ellas desmantelarían totalmente su pequeño laboratorio y no volverían a emplear jamás su peculiar justicia.
    Todo pareció haber vuelto a la normalidad en casa, aunque yo no las tenía todas conmigo.
    La noche anterior había dormido en casa de Javier, mi novio. Por la mañana tuve un extraño presentimiento al abrir la puerta,el alarmante silencio me hizo correr al salón; aterrada contemplé la escena: era como el último acto de una función teatral antes de caer el telón: Inmóviles, sentadas en sendos sillones, como si fueran cada una el espejo de la otra, estaban mis tías, las cabezas ladeadas, las piernas extendidas, las manos abandonadas a su suerte, y las tazas de té derramadas sobre la alfombra; sus cuerpos mantenían idénticas posturas, con esa sincronía que les caracterizaba en vida. Eran tan bromistas que por un momento pensé que se trataba de una mas de las suyas; me apresuré a tomarles el pulso que había dejado de latir... sus vidas se habían evaporado.
    Junto con mis lágrimas se filtró un pensamiento furtivo. -¡Al fin quietas!-

    Según las autopsias murieron sin sufrir a la misma hora - "infartos sincronizados"- dijo el médico forense, y se quedó tan ancho.
     
    #1
    Última modificación: 12 de Diciembre de 2020
  2. jmacgar

    jmacgar Poeta veterano en el portal

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    Un relato de humor negro que tiene al final un agradable aroma a rosas, aunque es recomendable no olerlas muy de cerca pues podríamos intoxicarnos con arsénico...por compasión.

    Te felicito, Libélula, por este ocurrente relato donde pareces hacer un homenaje a aquella célebre y magnífica película.

    Un saludo muy cordial.
     
    #2
  3. libelula

    libelula Moderadora del foro Nuestro espacio. Miembro del Equipo Moderadores

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    Estimado Jmacgar, gracias por tu amable visita a este relato, al cual le tengo mucho aprecio, y por tu felicitación, Un cordial y afectuoso saludo
     
    #3
    Última modificación: 20 de Enero de 2013

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